Capítulo 9.

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Camino por el pasillo de la base con paso lento. No tengo miedo de lo que pueda pasar en la sala de entrenamiento por algo tan banal como la opinión de otras personas, pero tengo la sensación de que si no hago esto bien, no voy a ascender ni cuando ya tenga toda mi vida de vuelta en mi cabeza.

La sala de entrenamiento 2, es bastante parecida a la cinco, salvo porque no hay ningún palco desde el que se pueda observar, y parece haber diferentes secciones. A la derecha, está la sección de los cuchillos, siete tablas de madera gruesa con dibujos de dianas; enfrentada a ellos, está la sección de armas de fuego, tres muñecos de goma espuma con forma humanoide y una diana pintada en cada uno de ellos; también hay espalderas, un rincón con seis colchonetas formando un rectángulo, y otras cosas que prefiero ni mirar.

No hay nadie todavía, supongo que antes de nada, o Adams o Cushion les estarán dando una charla, explicándoles las cosas que se han molestado en explicarme a mí hace veinte minutos, y que espero, no se me olviden.

Para que me muestren respeto a pesar de mi edad, tendré que irradiar tanta seguridad como la de las típicas chicas duras de las películas. Y amenazarles. Me apoyo en la pared de los cuchillos y cruzo los brazos.

Me quedo con esa postura hasta que llega Colton seguido por un grupo de unos nueve chicos que miran a su alrededor curiosos. Solo hay dos chicas entre ellos.

—Les traes tarde —digo, manteniendo mi posición.

—No es fácil enseñarles la base en cinco minutos, Phy —me responde con una sonrisa burlona.

Miro al grupo.

—Son jóvenes —apunto.

Me asaltan las dudas sobre si la Organización solo recluta gente joven y sin experiencia. Sería algo estúpido. Hay gente madura que tiene unas facultades mucho mayores que las de otras jóvenes.

—Theo se llevó a los más mayores —dice Colton.

—¿Me tocan sin experiencia? —bufo.

—Es más fácil empezar de cero que desmentir lo que piensan —comenta.

—¿Vais a hablar mucho más como si no estuviéramos aquí? —dice uno de los chicos.

—¿Quién ha dicho eso? —pregunta Colton con seriedad, y un chico de la fila de atrás, levanta la mano—.Una de las cosas que se valoran aquí es el respeto a los superiores.

—Si no sois capaces de aceptar eso, seguramente no acabéis bien —completo yo.

No he visto mucho de la Organización, pero eso es algo que tanto Cushion como Adams me han dejado claro.

—¿Cómo te llamas? —pregunto.

Antes de responder, el chico me mira de arriba abajo. Me juzga. Soy demasiado joven para darle órdenes. No responde.

—¿Cómo te llamas? —repito despacio.

—Se llama Pete —dice otro chico.

—Muy bien. ¿Te parece que puedas elegir a qué preguntas responderme? —pregunto.

—Deberías empezar enseñándoles quién manda —dice Colton de nuevo con su sonrisa burlona.

—¿Cómo a los perros? Podría, sí, pero... ¿qué tal si les probamos antes? —pregunto con una sonrisa juguetona.

Estoy jugando con ellos. Seguramente ni siquiera aguanten el retroceso y más de uno acabará con alguna herida. Probarles.

—Eso no es profesional —dice Colton.

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