Capítulo 10.

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Kian no tiene la seguridad suficiente como para parar un golpe, y cuando los da, no concentra toda su fuerza en el miembro con el que quiere golpear. Pero es rápido, fuerte y ágil. Con unos entrenamientos más, podría ser muy bueno en la pelea cuerpo a cuerpo. Pero enfadado, Kian es bastante más coordinado, como si no se dejara llevar por la ira, pero aceptara sus consejos.

Hemos tomado un descanso, y ellos se han derrumbado en el suelo, como si hubiera sido el entrenamiento más intenso de sus vidas. Si lo ha sido, no lo será por mucho más.

—¿Tú también hiciste esto cuando te entrenaron? —pregunta un chico, mirándome fijamente.

No recuerdo si Colton hizo esto conmigo o no, y por un momento, me veo tentada a no responder, pero eso sería una muestra de debilidad.

—Cada entrenador elige unas actividades diferentes —respondo manteniendo la voz sin emociones—. Si no hubieran usado la misma táctica de entrenamiento conmigo, no importaría.

El chico aparta la mirada para hablar con el rubio que tiene al lado, y por como arruga la nariz, está hablando de algo que no le gusta. Puede que de mí.

—Vuelvo en cinco minutos —anuncio.

Sin esperar respuesta, salgo de la sala de entrenamiento.

Camino por el pasillo frotándome la mejilla. Y de lejos veo a Cushion con los brazos cruzados. Está hablando con un hombre alto y calvo, tiene la piel morena, y va vestido de negro. Su postura es rígida, y no parece muy cómodo hablando con el jefe.

Se callan cuando paso a su lado.

Tuerzo a la izquierda para salir de la base cuando alguien me agarra de la muñeca. Me suelto de un tirón y me giro. Delante de mí hay un hombre con nariz aguileña, ojos negros y cara seria. El hombre que hablaba con Cushion.

—Cushion dice que eres la instructora —dice con voz grave y ronca.

—Me llamo Phy —le respondo examinándole, tiene una cicatriz en la ceja y otra bajo el labio, es mayor, aunque no anciano, y le está empezando a crecer la barba—. ¿Tú quién eres?

—Mi nombre es Theo...

—Eres el otro instructor —afirmo—. Deberías estar con los tuyos, entrenándoles.

Sonríe de lado y asiente como si aceptara su culpabilidad. No puedo evitar pensar que a él sí que le respetan, puede que por su voz o su imagen intimidante, pero apuesto lo que sea que a él no le cuestionan sus órdenes.

—Así es —dice—. Me encargo de los mayores de treinta. No es un grupo demasiado grande, pero es agotador.

—¿Enserio? —murmuro sin darle mucha importancia.

—Sí. Pero apuesto que consigo que mis alumnos estén listos antes que tú —me reta con arrogancia.

—¿Qué te hace pensar eso? —cuestiono.

—Llevo años haciendo esto, Phy —dice—. Tengo experiencia, y seamos sinceros, no creo que recuerdes lo que te servía en las misiones.

Aprieto los labios. Él no tiene derecho a hablar con tanta facilidad de lo que pasó después de la explosión.

—Ya. Entre nosotros —sonrío falsamente—. Yo no creo que recuerdes cuando estabas en las misiones... Si llegaste a estar... Theo.

Mi mira un segundo y después deja escapar una carcajada.

—Me gusta tu estilo, chica —confiesa—. Colton dice que te enseñó bien, y que eres una buena agente.

—Gracias, supongo.

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