II: Peligro

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El helicóptero descendió lentamente sobre el helipuerto en el último piso de un enorme edificio en el corazón de Star City; la gran cantidad de ventanas que revestían la estructura, le daban una apariencia, por demás, elegante. Sobre la parte más alta de una de las caras de la edificación, se podía admirar el nombre: "Tecnologías Pegaso", con unas enormes letras amarillas, haciendo casi imposible no verlo desde cualquier punto de la ciudad.

Un trío de hombres se adentró directo a la oficina principal que quedaba justo atravesando el helipuerto; Tobard avanzaba entre los amplios corredores de la empresa mientras era seguido de cerca por Ian y el otro sujeto de traje negro.

—¿Qué estamos haciendo aquí? —Inquirió Ian, al notar que el recorrido le estaba tomando más tiempo del que su paciencia le permitía soportar —Dijiste que traería a tu hijo, solo estamos perdiendo el tiempo.

Sin si quiera voltearse para responder, concluyeron la caminata en un amplio salón, con el techo elevado a tal punto que daba la impresión de que un avión pequeño entraría fácilmente en el lugar. A donde quiera que Ian posaba la vista, se topaba con infinidad de extraños aparatos, todos de gran complejidad y en ese momento, supuso que también de confidencialidad. Frente a él, un grupo de cinco hombres parados en un semicírculo, lo miraban inexpresivos; pero al centrar su atención en uno de ellos, abrió la mandíbula con sorpresa y se lanzó a abrazarle con fraternidad, dándose sonoras palmadas sobre la espalda.

—Malik, ¿Qué haces aquí?

—Yo pedí tu liberación hermano. No podría hacer esto sin tí. Me da gusto ver que por fin seas libre.

El par, con unas enormes sonrisas plasmadas en sus rostros, parecía que se pondrían a dar una larga conversación retomando, tal vez, el tiempo que estuvieron distanciados; cuando Tobard ahí presente aclaró la garganta de manera sonora para calmar los ánimos, retomando así la atención de los presentes.

—Caballeros, una vez más sean todos bienvenidos. Como algunos de ustedes saben, están aquí por una simple tarea. Localizar y traer a mi hijo sano y salvo hasta mis manos —Hizo una pausa dando pasos marcados que hacían retumbar el pequeño tacón de los elegantes zapatos sobre el suelo—. Se preguntarán entonces: ¿por qué un hombre tan poderoso como yo y dueño de una empresa tan fructífera dedicada al desarrollo tecnológico, necesita de simples exconvictos y personas comunes como ustedes para realizar este trabajo? Bueno, la respuesta es sencilla; mi hijo no es como nada que hayan visto antes. Lo podría comparar con un animal asustado, pero que eso no les diga que su misión será fácil. Él se resistirá hasta el límite y solo los más aptos lograrán cumplir con esta encomienda.

Tobard concluyó con su discurso y se dirigió a la puerta por donde habían accedido al salón, pero en el momento que su asistente le abría la puerta facilitándole el acceso, se dio vuelta como recordando una última cosa.

—Lo olvidaba. Mi asistente, el señor Bryce —Señaló al hombre de anteojos negros—, les entregará el equipamiento necesario para cumplir con la misión; quiero a mi hijo en las instalaciones en menos de 72 horas.

Los presentes se compartieron miradas de desconcierto; fácilmente distinguían que Tobard ocultaba información que tal vez les sería útil. Pasaron de pensar en un simple niño, a un hombre altamente peligroso como para necesitar artilugios y de un equipo de seis personas para su óptima recuperación; pero a final de cuentas negocios eran negocios y si no cumplían, volverían a sus miserables vidas sin la fuerte suma de dinero prometida por su empleador.

—Espere —Soltó Malik antes de que Tobard abandonara el lugar— ¿Dónde lo encontramos?

—Espero que vean las noticias —Respondió mirando a aquel hombre por sobre su hombro, para luego desaparecer tras las puertas del lugar.

***

Dos días habían transcurrido después del accidente en el muelle; durante ese periodo, los medios de comunicación se encargaron de dar la noticia al rededor de todo el país; pero a pesar del riesgo que esto conllevaba, Max se rehusó a abandonar a la bella ciudad en la que estaba apunto de cumplir un mes viviendo; debido a que le fascinaba la tranquilidad que se respiraba, asi como la privacidad que tenía. Absolutamente nadie había cuestionado su presencia o su historia, en vez de eso, fue bien recibido gracias a la calidez de sus habitantes, lo cual era algo difícil de encontrar, sumando aquello a su lista de cosas por las cuales se rehusaba a dejar Villabonita.

Los habitantes de la pequeña ciudad, creían que Starlight había aparecido repentinamente para salvar el día; desconocían que aquel jóven compartía sus amplias calles y sus hermosos parques, además de las extensas y soleadas costas.

—¿Puedes creerlo?, Starlight estuvo en Villabonita, en persona y ¡Salvó a mi padre en el buque! —expresó con un conjunto de emociones provenientes directo de su corazón.

Una brisa cálida pero a la vez salada los acobijaba mientras el par de jóvenes disfrutaban, sentados sobre la arena, del atardecer en una de las hermosas playas de Villabonita.

—Eso debe cambiar tu opinión a cerca de él ¿no es así? —preguntó Max mirando como el cabello rizado de su acompañante bailaba con el viento a su alrededor, mientras ésta mantenía la vista perdida en el horizonte.

—Si… creo que le debo una disculpa por haberlo llamado "asesino".

—Seguro él entenderá —Intentando cambiar de tema, el castaño deslizó su mano sobre la arena hasta posarla sobre la de Jasmine, quien al contacto hizo entrelazar su mano con la de él.

—¿Dónde estuviste toda mi vida? —Inquirió con una expresión de serenidad y una delicada voz mientras llevaba lentamente sus labios a los de Max.

Con una increíble felicidad queriendo estallar dentro de su pecho, Max imitó la expresión de Jasmine y cerró sus ojos esperando el ansiado contacto. La chica dos años mayor que él, es hija de una pareja a la que Max renta una pequeña pero cómoda habitación en el centro de Villabonita; y en el momento que el castaño cruzó miradas por primera vez con la chica, quedó encantado.

El beso estuvo por consumarse cuando escuchó un alboroto proveniente del pueblo; la gente sonaba alarmada, encendiendo una vez más las alertas del castaño y haciendo que éste reaccionara con cierta molestía por tener que dejar aquel mágico momento para otra ocasión.

—¿Qué ocurre? —preguntó confundida a centímetros de besar a Max cuando notó la inquietud de éste.

—Algo pasa.

La pareja se levantó a las prisas, tomaron sus bicicletas y fueron al centro del pueblo. Con forme se acercaban, los gritos que llegaban a sus oídos se hacían más notorios despertando la curiosidad de los jóvenes.

Al llegar a la zona central de la villa, en donde la mayoría de los locales comerciales y turisticos se encontraban en un amplio corredor que conectaba con la playa, se encontraron con un panorama que parecía salido de las peores pesadillas del los habitantes. Una serie de explosiones salidas de ningún lugar visible, golpeaban las edificaciones y objetos en las calles, mientras la gente corría en todas direcciones buscando refugio.

—Ve a casa, busca a tus padres y sacalos del centro —Le ordenó a Jasmin quien no podía hacer más que mirarlo confundida.

—¿Que vas a hacer tú?

—¡Ve!

—Te amo, ten cuidado.

Max empalideció ante la declaración repentina de Jasmine, como si hubieran tomado su valentía y su coraje y lo hubieran sustituido por un enrojecimiento en sus mejillas con una sorpresa reflejada en sus ojos. Más tarde el castaño se arrepintió de no haber dicho una palabra de vuelta a la morena, mirando simplemente cómo ésta se alejaba hasta perderse a la vuelta de una esquina.

Starlight 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora