VI: Paternidad

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Luego de adentrarse a una moderna sala de juntas, Tobard, tomó asiento a la cabeza de la extensa mesa de cristal, donde la figura de otros hombres bien vestidos le esperaban para comenzar con la reunión.

—Señor Ross —Comenzó uno de los hombres de apariencia más jovial-, primero que nada quiero felicitarle a usted y a Tecnologías Pegaso en general, por la reciente adquisición de los laboratorios ADN+, adoptando el nombre de Industrias Pegaso. Es de celebrar el que una empresa de tan alto renombre, haya decidido extender sus fronteras de investigación y desarrollo a otro campo.

—Lame botas... —Aquella frase llegó como un susurro, a oídos de todos los presentes en la sala de juntas quienes se viraron hacia la entrada principal, para descubrir cómo un conocido hombre de cabello dorado cenizo, comenzaba a caminar hasta un puesto vacío a lado de Tobard— Lamento haber llegado tarde —se disculpó luego de tomar asiento.

—Descuide señor Olsen —resolvió el "lame botas", con una sonrisa forzada de su parte.

Jacob Olsen era conocido por ser una de las figuras más importantes dentro de Industrias Pegaso; desde hacia quince años, Jacob había hecho una fuerte inversión a la empresa, además de haberse hecho de una entrañable amistad con Tobard, haciéndolo merecedor del puesto de vicepresidente y uno de los principales accionistas.

—¿En qué iban? —quiso desplazar el silencio que se había asentado en el salón, luego de su interrupción.

—Estaba por comentarle al señor Tobard a cerca de los últimos grandes e importantes movimientos que ha dado la compañía.

—Si si, ve al grano niño —le apresuró Jacob secamente con un marcado y molesto movimiento de su muñeca.

El joven Jeremy, comenzaba a impacientarse por la actitud de su superior, aunque por un lado comprendía su actitud apática con... prácticamente todos los que le rodeaban, y es que haber perdido a su único hijo meses atrás, era algo que tocaba a un padre en lo más íntimo de su ser.

—Bueno, el sujeto de estudio "Alfa-0", ha permitido interesantes descubrimientos que se interpretan en significativos avances a pesar de la condición en la que se encuentra el cuerpo.

—¿Qué pasa con el cargamento que solicité al equipo de investigación? —Inquirió Tobard, ganándose una mirada confusa por parte de Jacob y algunos de los distinguidos presentes.

Jeremy parpadeó ofuscado pensándose el cuestionamiento de su superior; entreabrió la boca a punto de soltar su respuesta cuando de pronto a espaldas de Tobard, por el otro lado del inmenso ventanal que ofrecía una vista panorámica de Star City desde el piso 30, apareció flotando StarLight, arrebatando expresiones de sorpresa por parte de los presentes. Ante la conmoción, Tobard se giró sobre su asiento y miró como el Alfa desde el otro lado los observaba con una clara molestia.

Manteniendo una inesperada serenidad en sus acciones, Tobard se levantó de su asiento abotonando su saco a la vez que se disculpaba con los importantes miembros de la directiva de la empresa mientras abandonaba la sala.

Una vez a fuera, comenzó a caminaf decidido hasta su oficina, seguido por su asistente Bryce.

—Señor, los velocistas cayeron; sólo recibimos señales de la armadura de los hermanos Brooks —Le comentó con confidencialidad.

—No me digas; le dije a ese puñado de imbéciles de lo que mi... Ese Alfa, era capaz de hacer. Tendré que hacerme cargo yo mismo —Conversaban en el elevador de camino al último nivel.

Para el momento que Tobard había abandonado la sala de juntas, Max se había alejado de aquella ventana para alcanzar a su padre en la oficina principal en el último piso del edificio.

Las puertas automáticas se abrieron frente a ellos, y a través del cristal con vista al helipuerto, vieron a StarLight esperando bajo las luces del atardecer en el cielo. Antes de que Bryce diera un paso hacia el interior de la oficina, Tobard lo frenó anteponiendo su brazo.

—No te molestes, Bryce —Dijo serenamente—. Dije que yo mismo me encargaría. Ahora, déjame tener una tranquila charla con mi hijo.

Bryce asintió ante la tajante orden directa, regresó hasta el elevador que conectaba la oficina con el resto del edificio y abandonó el lugar sin reprochar ni insistir.

Max vio a su padre entrar a la oficina en solitario, así que pudo bajar un poco la guardia. El contorno de su cuerpo sobre su traje dejó el leve brilo que mantenía ante cualquier ataque y se adentró por fin a la impecable oficina de su padre.

—Siempre supe que volverías —Tobard atravesó el lugar hasta un pequeño bar que mantenía repleto de botellas con los más exquisitos y finos licores, comenzó sirviendo un vaso con whiskey que se puso a contemplar mientras conversaba—. No hubieron mensajes, una despedida o un motivo. Simplemente, te esfumaste. ¿Tienes alguna idea de lo que tu madre y yo sentimos al descubrir que te habías marchado?.

—Me arrepiento y me disculpo por haberme ido en la forma en que lo hice. Me arrepiento por Dorotti más que por ustedes. Y por más que los amara, sabía que luego de aquel día mi familia y mis conocidos estarían expuestos. Sé que no es justificación pero no toleraría quedarme, no luego de lo que ocurrió.

—¿Dorotti?, ¿qué tiene que ver una simple sirvienta con todo esto?. Hijo, lo que pasó aquí, conmocionó a toda la ciudad esa noche; todo el país habló de cómo un sujeto "salido de la nada", había salvado la ciudad. Pero eso jamás nos iba a quitar la esencia de ser una familia; si tan solo nos hubieras tenido la confianza de hablarlo, hubiesemos podido... ayudarte.

—Hablas de familia y sabes como se supone que funcionen, pero no sabes que hacer como padre. Tú, por ejemplo, velando por tu empresa día y noche y mi madre —se sonrió ligeramente, pero aquella sonrisa denotaba su tristeza, así como una profunda decepción hacía los que debían ser sus padres—, Mi madre gastando todo el dinero que pudiese. A veces me hacía la tonta idea de que me querían cuando los acompañaba a sus aburridas cenas corporativas y se atrevían a sonreir y posar para las fotos de los medios.

—No entiendo por qué te expresas así, si te lo hemos dado todo. Jamás padeciste hambre, juguetes siempre tuviste por montones, ropa, fiestas, educación. Nadie en su sano juicio cambiaría eso por una vida de... vago o lo que sea que hubieses hecho estos dos meses.

—¿Qué hay del amor? —Sus ojos se habían tornado vidriosos luego de soltar aquella pregunta y encontrar sus ojos con la fría mirada de el hombre que decía ser su padre.

—Ya nada importa —Respondió secamente, denotando en cada sílaba, que no había ni una pizca de aquello que Max esperaba encontrar al haber vuelto para encarar a su padre.

—¿Entonces, para que enviaste a una banda de criminales a buscarme?, ¿Qué clase de padre hace eso?, ¿Qué escondes papá? —Vociferó al borde de la desesperación.

Tobard alejó la vista del par de enfurecidos ojos que le cuestionaban. De un sorbo, terminó con la bebida que reposaba en su mano.

—¡Responde!

—Yo... dejé de ser tu padre en el momento que abandonaste nuestra casa.

—Me alegra que ambos pensemos igual —resolvió dándose vuelta para abandonar la oficina.

—Espera —Tobard se pusó de pie rápidamente al ver las intenciones de Max y haciendo a este detenerse en el acto.

Antes de darse vuelta ante el llamado de su padre, vio en el reflejo del cristal frente a si, cómo éste le apuntaba desde su posición con un arma no identificada.

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