VII: Justicia

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Sobre su hombro se manifestó un intenso dolor punzante, aunado a un ardor que se extendía y quemaba parte de su espalda. Al llevar su mano hasta el área afectada, se encontró con una herida abierta de la cual emanaba un cálido y espeso líquido rojizo.

Antes de si quiera hacer algo al respecto, sintió un fuerte tirón sobre su cabeza, su padre lo había tomado del cabello luego de haberle disparado y ahora había comenzado a arrastrarlo por el suelo de la oficina, haciéndole dejar un rastro de la sangre que le brotaba de la herida. Finalmente lo dejó tumbado enfrente del imponente escritorio de vidrio.

—Papá, no hagas-

Un certero golpe sobre su mandíbula le hizo tragar su inútil petición. Tobard había comenzado a golpearle sin un ápice de cordura en su ser, como si los últimos veinte años con su hijo no hubiesen existido. Los golpes cesaban y volvían. Cuando estos comenzaron a ganar intensidad, de pronto el dolor en su rostro era casi inexistente, la hinchazón era tal que su mente no podía interpretar el dolor latente que su rostro estaba recibiendo.

—No lo hagas más difícil Max —Dijo con un claro cansanció que se notaba en los jadeos que se le escapaban al hablar—. Aún puedes ayudarme, esta empresa la ayudó a levantar tu abuelo y seguirá creciendo incluso después de nuestras muertes, tu puedes ser una pieza clave en ese crecimiento. En tus génes está la clave, con tus habilidades y mis conocimientos crearemos tecnología que no podríamos alcanzar ni en cincuenta años.

Max comenzó a arrastrarse ayudado de la poca energía que le quedaba en su cuerpo y sus ganas de vivir.

—No... Te.... Ayudaré... A destruir... más vidas.

—No tienes que hacerlo, para lo que tengo planeado, no serás más que una bolsa inerte de huesos —Soltó fríamente colocando el cañón de su arma en la cabeza de su propio hijo.

En un último instante, Tobard analizó lo que estaba por hacer, lo que debía ser hecho, no importaba quién o qué se arrastraba por el suelo frente a él para lograr su cometido, todos terminarían bajo sus zapatos. Recordó el nacimiento de Max, el verlo crecer casi a la par de la compañía que había heredado. Era triste sacrificar a uno por la supervivencia del otro.

Antes de jalar el gatillo cerró los ojos con fuerza buscando huir del arrepentimiento, desvío la cabeza y finalmente solo pudo sentir como la bala abandonaba su arma y un fuerte olor a pólvora se colaba por su nariz. Se levantó sin siquiera mirar el cadáver de su propio hijo en el suelo. Secó su sudor con la manga de su saco y se alejó de la escena directo a un intercomunicador en la pared junto al elevador.

—Esta hecho. Suban por él, lo quiero junto con el otro y listo para ser estudiado.

Señor hay problemas en los pisos subterráneos —Le respondió la voz alterada de Bryce, al fondo notó como un intercambio de balas tenía lugar—. Un sujeto entró y está matando a todos, estamos intentando contenerlo per-

La comunicación se cortó abruptamente, Tobard se alejó del intercomunicador confundido y se giró a ver el cuerpo sin vida de Max, pero con lo que se encontró en vez de eso, lo dejo frío.

—¿Problemas en el paraíso?

Starlight estaba envuelto en su característica luz, misma que le había servido como manto protector ante el proyectil que su padre había lanzado a su cabeza sin ninguna misericordia.

—Sabandija tramposa, ¿asi es como me pagas?, ¿a quién trajiste al edificio?

—Yo no traje absolutamente a nadie, pero me pregunto ¿de que mas habrás sido capaz antes de dispararle a tu propio hijo?. Tal vez los demonios de tu pasado te estén persiguiendo ahora.

—"De tal palo tal astilla". Tu fuiste capaz de asesinar con tus propias manos y frente a todo el mundo, yo solo quería lo mejor para esta empresa.

—Tienes razón, yo asesiné para mantenerte a tí y a toda la maldita ciudad a salvo. Tú lo haces por egoísmo y conveniencia a una mugrosa marca a la cual estuviste encadenado desde que veniste a este mundo y eso te hizo un simple infeliz más del montón.

Mientras el castaño soltaba todo los malestares que le hacia sentir su propio padre, las luces que se colaban al interior del lugar por las paredes de cristal, comenzaron a intensificarse, el lugar empezó a presentar grietas que se extendían por las paredes y el suelo. Max se elevó en el aire y de sus ojos y boca brillaba una luz tan intensa que aquella imagen podría causarle pesadillas hasta el ser más valiente.

—¿Que? ¿ahora me matarás igual que a como lo hiciste antes frente a todos? —Vociferó con ironía extendiendo sus brazos, retando a su propio hijo, mostrando que no le tenía miedo, ni siquiera a la muerte

A pesar de la furia que lo orillaba a desatar su poder, e incluso luego de ver como el hombre que decía ser su padre, era en realidad un monstruo más cruel y malvado que el mismo Sil. Max se controló, el ambiente volvió a la normalidad, sus pies llegaron al suelo una vez más y su semblante se relajó.

—No... no soy igual a tí —Dijo finalmente, con una clara decepción.

Finalmente, se dio vuelta dispuesto a abandonar el lugar. Por mucho que aquel hombre hubiese tenido la intención de matarlo en más de una ocasión a pesar de los lazos familiares que los unían, no se atrevía a mostrar aquella misma frialdad y atacar al hombre que por veinte años le dio una vida digna a pesar de todo.

—No eres igual a mí, porque tú eres un cobarde.

Extendió su arma una vez más, dispuesto a concluir con su enfermiza labor y jaló del gatillo dejando escapar un disparo a quemaropa directo sobre el castaño. Pero en una última demostración de sus asombrosos poderes, Starlight se dio vuelta en el momento que tomaba la bala en el aire dejando al hombre frente a él boquiabierto.

—Solo diré esto una vez: vuelve a buscarme, vuelve herir a las personas que amo y la próxima vez no vendré para charlar.

La magnitud de sus palabras y la frialdad que producían al ser escuchadas, le dejaron a Tobard en claro que aquello era más que una simple advertencia. Starlight dejó caer la bala de entre sus dedos y los segundos después, el agudo sonido metálico golpeando el suelo fue lo único que se escuchó.

Sintiendo un extraño torbellino de emociones encontradas, Starlight se dio vuelta y para el momento que las puertas de acceso al helipuerto se abrían, el grito desmedido de las patrullas de policía logro escalar hasta la oficina del piso treinta.

Los policías pararon frente a las puertas de pegaso y acordonaron la zona. Max fue testigo de cómo los oficiales sacaban a su padre esposado y a rastras como a un animal para meterlo en la parte trasera de una de las patrullas, acusado gravemente por el ataque terrorista en Villabonita.

🌟

—Me alegra que no hayas asesinado a todos aquí —dijo sin apartar la vista del juego de luces azules y rojas que se extendían desde la calle hasta acariciarle el rostro en el último piso.

—Fue una jugada sucia de tu parte el haber traído a la policía a éste lugar.

—Yo no los llamé. Pero me alegra que hayan aparecido. Desde que te vi montarte a tu motocicleta supe que buscabas algo más que justicia. No siempre asesinar es la clave, "garritas".

El sujeto sin más, se dio vuelta dada por concluida su esporádica charla con Starlight, atravesó el lugar y se paró a orillas del techo mirando las luces de la ciudad tan lejanas a sus pies.

—¿Cuál es tu historia DarkClaws? —inquirió al darse vuelta y miró al azabache de espaldas a punto de saltar por el otro extremo del techo.

El sujeto miró por sobre su hombro conectando su mirada con la de él y antes de dejarse caer hacia el vacío, respondió una vez más, con un frustraste vacío en sus palabras:

—Pronto la conocerás.

Starlight 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora