Capítulo 1: Rota

615 12 5
                                    

Repiqueteos constantes resonaban en paraguas de la gente que caminaba por el barro resbaloso, la lluvia caía insistente, sin señales de dejar de caer. Para algunos, era un día acogedor, en donde pequeños y adultos se regocijan en sus casas de madera en frente de la chimenea, con algo tibio para beber; pero quizás, para otros puede no ser así. Sin lugar a duda, el día era gris, tanto que pareciese que el cielo llorase como si una tragedia hubiese ocurrido.

La gente evitaba con vehemencia a una joven pareja que se abrazaba bajo un pórtico, la adolescente se abrazaba con brío a un chico. Gracias al repiqueteo constante de la lluvia al caer las lágrimas de aquella castaña, no llamaban la atención del gentío que caminaba cerca de ellos. El chico la consolaba acariciando con su mano derecha los cabellos empapados que se le pegaban al cuerpo a la altura de la cadera, con la mano izquierda presionaba a la muchacha contra él desde la cintura. Le susurraba suaves frases al oído; "Estarás bien".

—Alex... —Sollozó la castaña, mostrándose totalmente frágil. Ella lo observó a los ojos, unos orbes castaños, enrojecidos de tanto llorar. —Sé que esto es un poco tonto...pero... ¿Qué haré ahora?

El chico de pelo negro contempló con ternura a la castaña y le limpió las lágrimas del rostro.

—Emi... todo sucede por alguna razón. Sabía que, al fin y al cabo, quedarías herida y con tu hermoso corazón roto. —En el rostro de la castaña nuevamente se hicieron presentes las lágrimas recordando su lastimado y maltrecho corazón. —No llores Emi —el joven esbozó una sonrisa sincera y acarició las mejillas sonrosadas de la castaña. —Emilie, ten en cuenta, que yo siempre estaré para ti. Y recogeré cada pedazo de tu destrozado corazón y lo reconstruiré para ti ¿Sí?

La castaña sintió como cada palabra le punzaba el corazón. Se arrepentía intensamente de haber ocultado los sentimientos por el chico que se hallaba consolándola y abrazándola con tanta ternura. En los ojos del joven se veía claramente todo lo que sentía. Dicha, furia, tristeza y amor. Un inmenso amor por la chica.

—Vamos, sonríe, reconstruiré tu corazón, cueste lo que cueste. —Le regaló a la chica otra de sus sonrisas sinceras. Pero con ojos claramente curiosos. —¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro, Alexander. —La castaña limpió sus lágrimas y sonrió tímidamente a Alex. —Puedes preguntar.

—Bueno...—Emilie pudo ver como las mejillas de su amigo estaban algo sonrosadas, cosa que le pareció de lo más divertido; la sonrisa de Emilie desapareció al predecir la acción de su acompañante. De un movimiento súbito Alex se acercó, hasta que la nariz de él se tocó levemente con la nariz de la chica. La joven sintió como una oleada de calor le recorrió el cuerpo, logrando que sintiera confundida. —¿Puedo?

La castaña quedó sin palabras. Se alejó levemente de él, cerró los ojos. Para luego abrirlos, encontrándose con los ojos negros del chico.

—Aún no me recupero de... lo que paso. —La castaña agachó la mirada un tanto dolida de recordar lo sucedido. Levantó la cabeza mirando a Alex, quien le sonreía, como dándole ánimo. —Lo siento.

—No te preocupes, con la decisión que tomaste estoy feliz... No os preocupéis. —La muchacha le regaló una sonrisa, debido a la frase. Esto hizo que Alex le sonriera con gusto. —Mi deber es hacerte sonreír, no lo olvides.

—Gracias...

Ambos chicos permanecieron en un silencio cómodo, mientras percibían como la lluvia cedía, las gotas de lluvia disminuían, ya caían a cuenta gotas. Una sonrisa cómplice se dibujó en los labios de ambos. Corrieron para no mojarse más con las gotas sucias de lluvia que caían de las techumbres de las casas. No pararon de correr hasta que llegaron al pórtico de la casa de Emilie.

Alma EclipsadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora