Capítulo 2: Dulces sueños

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—Cientos. No, miles de vidas fueron cegadas con mi cuchillo. Mis manos están manchadas con sangre de culpables. Y todo esto lo hice con el único propósito de verte sonreír. —Pude vislumbrar como sonrió, una sonrisa que fácilmente uno lograba intuir que no era de satisfacción.

—Usted sabe que yo no os he solicitado aquella crueldad. —Le susurré a Jean con reproche, él sabía que yo estaba en contra de las vidas que había asesinado para mantenerme a salvo. —Aun así, sabe que os agradezco como ha protegido mi alma.

—Elizabeth, os daría mi vida con tal de que usted se mantuviera viviendo como lo ha hecho hasta ahora. —En movimientos súbitos me encerró con brío entre la suave cama y su cuerpo fornido. Nuestras miradas se encontraron casualmente, fuego y hielo. Mi mirada ardorosa observaba con turbación sus gélidos ojos. Él como en todos nuestros encuentros se mantenía relajado y tranquilo. Él tenía experiencia, yo no. Y logre distinguir una sonrisa presumida y traviesa entre las sombras que formaba la luz de la vela. —Por ti mi ángel daría lo que fuera.

—No exageres Jean.

Ahí comprendí que estaba totalmente ceñida y atrapada por su cuerpo, su pierna derecha tenía separadas mis piernas. De súbito me sentí tensa; como todas las noches. Se inclinó y beso con suavidad mis labios, en consecuencia, con el aumentar de la temperatura, los suaves y tiernos roces se volvieron sutilmente salvajes y bruscos. Mordí su labio inferior y dejé una herida superficial, al menos eso creí. Hasta que levemente se alejó y vi como una gota de sangre brotaba velozmente de su labio inferior. Cuando sintió la sangre masculló un leve "Me dolió", me miro tajante y burlesco, en su rostro se formó sin demora una sonrisa traviesa.

—¿Así que mi ángel quiere jugar? —Cuando susurró la pregunta, me estremecí por la resonancia de su voz, que se encontraba áspera por la excitación. Su sonrisa fue aún más amplia al notar mi breve sacudida.—Juguemos entonces.

Tomó mis muñecas dirigiéndolas hacía la parte posterior de mi cabeza y las presiono contra las almohadas con su mano derecha. Lentamente beso mis labios y los mordisqueo con suavidad, con suma lentitud recorrieron mi cuello; besando, lamiendo y mordiendo, mientras yo gemía y susurraba con angustia resignados "No...". Continúo bajando por mi clavícula y aflojo los nudos de las cintas de mi camisón con su mano izquierda. Beso lentamente el nacimiento de mis pechos logrando lo que se proponía; hacerme gemir de placer. De todas maneras, él era un experto en jugar con los límites del cuerpo. Siguió con su recorrido; bajo y se detuvo cuando llegó a mi ombligo, yo en ese instante, jadeaba desesperada. Solo se alejó breves centímetros de mi abdomen, pero, aun así, lograba sentir su respiración.

—Mi Ángel, mi Elizabeth. Amo recorrer su cuerpo, ninguna de las chicas del pueblo, ninguna, ha sido como usted. - Mis espasmos aumentaron con creces al sentir su aliento caliente y a la vez gélido en la piel de mi abdomen. Se incorporó y subió la pierna, separando más las mías. Se acercó a mi oído, con esa sonrisa traviesa característica suya. —Un suave susurro detrás de vuestra oreja... —Musitó en mi oído, haciendo justamente lo que decía en mi cuerpo, —...y un pequeño mordisco en vuestro hombro, eso es suficiente para que usted se derrita como las velas que nos alumbran esta noche. —Mordió levemente mi hombro, luego sus labios bajaron y recorrieron mi abdomen sin exasperarse. —Su cuerpo parece arder en fiebre, igual que su corazón. Elizabeth, tu hermosa expresión... Realmente me deleita. —Sus labios bajaron por mi abdomen, haciéndome incapaz de moverme. El parecía decidido, yo yacía aprisionada por el placer. Entre el silencio y sus palabras, mordió mi estómago con ímpetu y se me escapó un gemido, que fue opacado por la almohada.

...

Emilie despertó totalmente sudada con la misma ropa que tenía en la tarde. Miró a todos lados aun desorientada. Prendió la lámpara y sintió otra respiración aparte de la suya, miro hacia el costado encontrándose con Alex. Éste la miraba con inquietud, que se reflejada en sus ojos. Él había venido a ver como estaba Emilie y cuando percibió que estaba tan inquieta, entró para despertarla.

Alma EclipsadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora