TANNER STRONG

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Cuando tocas el cielo, volver al suelo pierde sentido.

[OOO]

—¿Quién te ayudó a regresar? —me pregunta Alanna.

Sus ojos chispean de curiosidad, su sonrisa resplandece después del beso.

Mis labios aún arden, tienen el sabor dulce que siempre me ha gustado. Pero cuando hace la pregunta, se me hace un nudo en la garganta al pensar en la respuesta. A veces, revivir viejas heridas nos hacen débiles, nos recuerdan que somos frágiles. Miro por encima de su hombro. El viento le mueve los cabellos en una danza majestuosa, mientras las estrellas brillan como si estuvieran muy cerca de ella.

—Hay algo que no te he dicho —murmuro.

—¿Qué?

—Encontré a tu abuelo en el cielo. —Silencio. Apenas termino la frase, ella llora. Le agarro una mano, puedo sentir su dolor—. Él fue quien me ayudó a regresar. Me recibió allá e hizo todo para que volviera por ti.

Me aprieta la mano.

—¿Por qué no vino contigo? —hace la pregunta que no quería escuchar.

Puedo ver a las mariposas doradas brillando cerca de mí. Alanna me toma por la mandíbula y la levanta con delicadeza. Se acerca más a mí. Me pone una mano en la cara.

—Él no formaba parte de los ángeles que podían volver. —Hago una pausa—. Dijo que siempre serás su primavera.

Ella es ahora mismo un rompecabezas. Verla así, me da un vuelco el corazón.

—Me hubiese gustado abrazarlo —susurra.

—Tu abuelo está bien, te cuida siempre. Demuéstrale que crió a una mujer fuerte, enséñale que tú puedes. Tal vez, ahora mismo te está viendo, ¿recuerdas?

Paso un dedo por su rostro y le seco una lágrima. Alanna se endereza y me ofrece una sonrisa triste. Le devuelvo el gesto y acomodo la flor de la ceiba pentandra.

—¿Crees que él está orgulloso de mí?

—No tengo ninguna duda de eso —contesto. Pienso un poco. Creo que es hora de contarle la verdad. Mientras más pronto mejor—. Tu abuelo solo quería que yo te cuidara.

—¿Por qué?

—Alanna, alguien trata de asesinarte. El accidente fue un atentado. —Tomo una bocanada de aire. Puedo sentir que algo se revuelve dentro de mí. Cierro los dedos en puños, mis nudillos empalidecen—. Alguien me asesinó.

Decir la última palabra me descompone y, al mismo tiempo, me enfurece. ¿Por qué me pasó esto? Sé que no tengo enemigos, pero sí que en estos últimos años he tenido problemas con alguien cercano. Se me hace difícil pensar que él ha sido, que pudo haber hecho algo tan grave e irremediable como esto por razones que creo conocer. Trato de estar tranquilo, ella no debe verme así. Ahora mi muerte ya no importa, mi prioridad es su vida.

Le cuento lo que conversé con su abuelo, a la conclusión que llegó, el daño que nos quisieron hacer aquella noche, el peligro que ella corre al sobrevivir del atentado.

Alanna se abalanza sobre mí y me abraza. Da espasmos cuando llora.

—¿Por qué nos hicieron esto? ¿Por qué rompieron con lo que nos hacía felices?

—No lo sé, pero debemos seguir. —Estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano para que la voz no se me quiebre―. Tenemos que estar bien.

Ella presiona los dientes y mueve la cabeza con lentitud.

—¿Estar bien? ¿Cómo puedo estar bien si tú estás muerto? —Escucharla me devuelve a la realidad en un santiamén—. Desde que nos hicieron esto, he perdido la mitad de mi vida. Se me fueron mis sueños, mi futuro, nuestro futuro. Esa noche yo también morí.

Le toco un hombro y ella apoya su rostro contra mi mano. El contacto con su piel me quema por dentro, me recuerda que no podré tocarla más. Acaricio sus mejillas y jugueteo con sus labios.

—Lo que me pasó a mí ya no tiene marcha atrás. Ahora lo importante eres tú. Tu vida corre peligro...

—¿Por qué me quieren matar? —me interrumpe.

Siento algo de culpa. Sé, en el fondo de mis pensamientos, que le quieren hacer daño por mi dinero. Una pequeña parte de mí grita que hubiese sido mejor no haberla conocido, de esa manera no estaría viviendo esto; pero otra se niega a esa posibilidad, a no tener los recuerdos más bellos que me pudo regalar y a los días llenos de felicidad que me dio cuando mi vida estaba a la sombra de mi hermano. Mi hermano. Cuando su cara pasa por mi mente, siento asco, odio.

—Por dinero —respondo.

Alanna piensa un poco y sus ojos sueltan destellos de miedo, de incredulidad.

—¿Entonces, crees que...?

No termina la frase y yo asiento. Pienso lo mismo que ella.

—Sí, es él. Patrick.

—Pero es tu hermano...

Apoyo la mano libre en la raíz y rasgo la madera.

—Las personas cambian. Quieren más dinero, quieren más poder y, para obtenerlo, a veces están dispuestas a muchas cosas.

—¿Qué vamos hacer?

—Por lo pronto sacar a Katherine de la casa; ella también corre peligro. Yo iré a por ella y tú te quedarás en tu casa.

—¡Quiero ir contigo! —suelta.

—¡No! Es muy peligroso. Te llevaré a tu casa.

—Tanner, Katherine no podrá verte. ¿Cómo la sacarás?

No sé por qué no lo había pensado. No quiero exponer a Alanna. Si Patrick se encuentra con ella, quizás él mismo pueda terminar el trabajo. En el silencio, trato de encontrar otra solución, una que no la involucre, sin embargo, todas las alternativas son nulas. Nadie puede verme, no puedo interferir en el plano terrenal.

Ella está esperando mi respuesta.

—Pero...

—Voy a ir contigo. Sabes que no tienes alternativa.

Cierro los ojos y me resigno.

—Está bien —admito—, pero quiero que me hagas caso a todo lo que te diga; y por ningún motivo te enfrentes a Patrick. Es peligroso.

—Entiendo. Ahora necesitaremos la ayuda de alguien más por si acaso las cosas se complican. —Levanto las cejas—. Él ya nos ayudó una vez cuando más lo necesitábamos. Tenemos que ir por Brais.

 Tenemos que ir por Brais

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Sin cambios no hay mariposas ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora