TANNER STRONG

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Te he visto sufrir, vi las veces que lo has intentado y no fuiste correspondido. Ahora, abre tus alas y alza vuelo. Un mejor lugar te espera pasando las fronteras.

[OOO]

La veo por el espejo retrovisor hasta que cruza la puerta principal. La universidad tiene grandes edificios blancos construidos hace poco de un estilo moderno que consigue un contraste interesante y armonioso con la arquitectura tradicional de los primeros. Todos están rodeados de áreas verdes y de grandes árboles entre los que destacan los robles y los pinos. Aunque la mayoría de los meses del año siempre están cubiertos de nieve, el espectáculo de grises es único.

La Universidad de Alaska Fairbanks es una de las más importantes y prestigiosas del Estado, también la más cara. Alanna obtuvo una media beca por sus buenas calificaciones. Eso ha aliviado un poco la carga económica en su casa.

Mi hermano y yo estudiamos en la misma universidad. Claro está que ahora lo hacemos de manera virtual, porque las empresas de nuestros padres nos demandan casi todo el tiempo. Yo nunca fui un buen estudiante; a decir verdad, fui uno de los peores. Sacaba malas calificaciones y los trabajos que presentaba no eran ni los mejores ni los peores, pero cuando llegaban las exposiciones sobresalía. Era un contraste extraño que le causaba curiosidad e irritación a muchos de mis maestros, sin embargo eso era lo que me salvaba las materias. Lo reconozco, no se me dan bien los estudios. Dirigir una empresa, en cambio, y aunque suene insólito, lo hago bien.

Otra cosa en lo que destaco es en fotografía. Después de mis clases virtuales por las noches, busco cursos para aprender todo lo referente a esta pasión, aunque a Patrick le parezca una pérdida de tiempo; por eso lo hago en secreto. Solo lo sabe Alanna y ella me motiva a seguir. Tengo una cámara profesional que la llevo a todas partes (menos al trabajo, claro), y he tomado cientos de fotos. Cada vez mejor.

Tal vez siga el consejo que me dio Alanna hace unos meses.

La voz de Patrick me desconcentra.

—Querido hermano, esa chica es muy... —Le miro. Le da vueltas a su celular entre sus manos y hace un gesto de desagrado— común.

Dentro de mí se revuelven miles de sentimientos y aguanto las ganas de decirle las cosas que últimamente pienso de él. Desde hace unos años su comportamiento ha cambiado demasiado. Ahora solo se concentra en el trabajo y se ha alejado de mí. En casa tampoco socializamos como antes. Hay muchas ocasiones en las que pide que se le lleve su comida a la biblioteca, uno de los ambientes más grandes de la casa. Pasa los fines de semana ahí, revisando cuentas, verificando los números, pensando en estrategias para mejorar las empresas. Cuando éramos niños todo era más fácil.

Es mi hermano, sí, lo es, pero eso no le da ningún derecho de cuestionar mi vida, mucho menos de opinar sobre Alanna. Le retiro la mirada y suelto un suspiro de decepción. Sigo en el volante, tratando de enfriar mi cabeza.

—Que sea la primera y la última vez que hablas algo de Alanna, mucho menos para ofenderla.

Hace una mueca con la boca y mira por la ventana despreocupado.

—Gastas tú tiempo —suelta—. Haz con ella lo que tengas que hacer y concéntrate en el negocio. Esa vez descuidaste unos ajustes que debíamos hacer con el personal del área de Pruebas. Los reportes que enviaron los de auditoría externa arrojaron un porcentaje no favorable. Tú debiste hacer una reunión con las jefaturas de las sucursales, pero estuviste perdiendo el tiempo. Te has descuidado demasiado con algo que no va a llegar a ningún lado.

La cabeza me arde otra vez.

—Patrick, mide tus palabras. Ya no soy el niño de antes. —Hago una pausa—. Si no hice la reunión fue porque estuve ocupado viendo otras cosas.

Sin cambios no hay mariposas ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora