TANNER STRONG

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El puñal de la traición siempre llega de una mano que, una vez ayudamos.

[OOO]

La raíz empieza a descender hasta que la hierba me acaricia los talones. Bajo y me coloco frente a Alanna, coloco las manos sobre su cintura, le sonrío. Alrededor de ella, las mariposas aún siguen volando por todo el claro.

La levanto y ella suelta un grito. Le doy vueltas, sus cabellos se alborotan, su risa rompe con la tranquilidad del bosque. Le doy un beso, ella me corresponde.

—¿Vamos a espantar mariposas? —le pregunto.

Con un movimiento rápido, la coloco en mi espalda. Ella envuelve sus brazos alrededor de mi cuello, me está asfixiando. Saco la lengua y trato de tomar aire. No puedo. Le pido que afloje el agarre y lo hace.

Soltamos un grito al unísono mientras empiezo a correr. Voy zigzagueando y doy vueltas, ella ríe; al escucharla me olvido de todo por un momento. Con las piernas levanto las flores y las hojas secas y con las manos las dirijo hacia nosotros. Ella siente las hojas en el rostro, el viento azotando su piel. De pronto, escucho el latido de un corazón, un susurro que se me mete en la cabeza y que me hace perder la concentración. ¿Qué pasa? Luego, ese latido se transforma en pasos. Pasos que vienen desde el otro lado del bosque, escondidos entre la oscuridad. Me detengo.

La bajo y la coloco detrás de mí. Se aferra a mi brazo, yo agarro su mano enlazando nuestros dedos.

—¿Qué pasa? —me pregunta.

—Hay algo más en el bosque.

Miro atento hacia los árboles; las sombras se mueven, puntos luminosos amarillos nos miran. La calma se rompe cuando escucho unos aullidos.

Giro en redondo y tiro de ella hacia el lado contrario.

—¡Corre! —le grito.

Decenas de lobos rompen la barrera de magia e invaden nuestro lugar. Grandes bestias de pelaje negro y ojos amarillos corren hacia nosotros. Tengo la impresión de que sus patas hacen temblar la tierra, sus aullidos me trastornan. Miro sobre mi hombro sin dejar de correr, están por alcanzarnos, son veloces, sus ojos fijos en mí. Uno de ellos pasa entre nosotros y separa nuestro agarre. Los dedos de Alanna se me escurren y aunque trato de sujetarlos otra vez, no puedo. La escucho gritar mi nombre.

No nos atacan, es como si estuvieran huyendo de algo. Uno me empuja más lejos y caigo. Trato de levantarme y un segundo lobo me lanza hacia la izquierda e impacto con otro, que me lanza a la derecha. Caigo de rodillas y con las manos por delante. Estoy algo mareado, el mundo me da vueltas. Pierdo la dirección y no sé dónde está Alanna; no logro verla, solo hay manchurrones oscuros corriendo. Otra bestia me da un pisotón en la mano. Grito. Ruedo lejos e intento ponerme de pie, pero un lobo grande arremete contra mí. Me lanza más allá. Me golpeo la cabeza, un aluvión de estrellas estalla frente a mí.

Alanna.

—¡Alanna, ahí voy!

Me pongo de pie y empujo a uno de ellos, otro más grande salta sobre mí. Entonces, se crea un espacio y la veo. Ella se cubre como puede y trata de levantarse. Me abro paso y la tomo de la mano. Ella se aferra a mí y nos acuclillamos hasta que todos se van.

Seguimos con la mirada a la manada hasta que se pierden en la oscuridad. Nos levantamos.

—¿Estás bien? —le pregunto.

—Sí. ¿Qué fue eso?

Cuando estoy por responder un lobo sale de la nada y arremete contra ella. La empujo, cae al suelo y la bestia impacta contra mí. Siento como si algo se hubiese roto, como si alguna conexión extraña entre Alanna y yo se diluyera.

El lobo desaparece, se vuelve humo violeta que asciende lentamente.

Y yo también.

Y yo también

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Sin cambios no hay mariposas ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora