1er año. Secundaria. 13 años

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El primer día vestí mi nuevo uniforme, la pollera azul, la chomba blanca con el logo de la escuela y zapatillas negras; me senté a un costado, en el escalón del pasillo, toqueteando la cadena que él me había regalado y me quedé viendo al patio, los grupos, los montones de chicos y chicas murmurando nerviosismos.

A mi lado una chica y su mamá discutían:

— Andá a saludarlos Juana. Hacete amigos.

— No, mamá, no jodas.

— ¿Qué tenés, vergüenza? Ya estas grande.

La chica puso los ojos en blanco y la madre me miró.

Desde ese momento Juana y yo empezamos a hablar. Juana era alta y menuda, con una voz chillona y una sonrisa de dientes grandes. Era callada y vergonzosa, pero cuando tomaba confianza lograba hacerte destornillar de la risa con cada cosa que decía.

Nos gustaban las mismas cosas, nos pasábamos horas charlando, persiguiendo al chico que había venido de intercambio del cual estábamos "enamoradas" y riéndonos de que él no tenía ni idea de quienes éramos nosotras.

Él apareció un par de semanas después de que las clases habían comenzado, había estado de vacaciones con su familia en Brasil, tenía la piel muy bronceada y sus granos en la mandíbula habían desaparecido. En el momento que me vio se acercó a saludarme con una sonrisa. Esta más lindo, más alto, más hombre, menos nene.

Y entonces me saludo, hablamos y me di cuenta de que aún estaba un poco nene y esa era la mejor parte.

Nos habían tocado cursos diferentes aquel año y temía que la distancia, que, por aquel entonces, un par de salones me parecían más lejos que los kilómetros que me separaban de Tamara, nos distanciaría y rompería nuestra amistad.

Saber que el niño que conocí seguía siendo el mismo bajo el aspecto de adolescente, que continuaría por cambiarlo completamente, me reconfortaba.

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Juana también se había hecho muy amiga de él.

Todas las mañanas él venía a mi salón antes de que comenzaran las clases y se sentaba en el banco de enfrente. Al principio mi nueva amiga, tímida, no se atrevía a hablarle, pero poco a poco comenzó a intervenir más y más hasta que caí en la cuenta de que eran solo ellos los que hablaban.

Solía llegar muy temprano por la mañana, cuando apenas habían abierto las puertas de la escuela.

Aquella vez ambos habían llegado incluso antes de lo que yo lo había hecho, estaban sentados al fondo, él le mostraba un comic que había comprado, ella reía y jugueteaba con su pelo, yo pegué media vuelta y me fui.

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Salí a las 7:30 a.m. por la misma puerta por la que había entrado hacía unos minutos. Me senté a un costado y me abracé las piernas.

No me necesitan ahí.

7:31, 7:32, 7:33, 7:34... me quedé esperando, no sé bien a qué.

7:40, 7:41, 7:42... a veces imaginaba, imaginaba momentos de cosas que no estaban pasando, pero que parecían tan reales que por momentos comenzaba a hablar sola con mi imaginación.

7:50, 7:51... él salió por la puerta mirando de un lado a otro, entonces me vio y se sentó a mi lado. "¿A dónde estabas? Salí a buscarte porque es raro que no llegues bien temprano. Dale, vení, vamos adentro. Tengo un comic nuevo que traje especialmente para mostrarte".

Él, amor de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora