No sé bien cómo pasó, volví a besarlo. Pero, por primera vez, tengo que decir, fue como si nuestros labios, solo se hubieran tocado, así de simple, así de nada.
- Sos el amor de mi vida –dijo.
- Fuiste, fuimos –pensé.
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Hay algo que cambió. Yo lo sé.
Mis llantos provenían del miedo a perderlo. Pero no me daba cuenta de que ya lo había perdido
Esa noche entendí que ya no nos pertenecíamos. Quizás fue porque el magnetismo que había entre nosotros, ya no estaba allí. Tal vez fue algo más.
Él ya no sabía a hogar.
Iba contra todo lo que podría haber previsto. Lo quería, ya no lo deseaba.
Ahora era él se sinceraba, falsamente, otra vez y yo sentía indiferencia, esta vez no por miedo.
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Después de él no pude sentir "mariposas en la panza" otra vez. El duelo duró, para mi corta existencia, un tiempo considerable.
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Él desapareció.
Aún lo amo. Solo que no de la misma forma.
También me amo, empiezo a hacerlo. Como con él, por primera vez, pero, esta vez sí, para siempre.
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No volvimos a hablar después de esa noche.
Ya no nos mirábamos, ya no existíamos para el otro. Solo esperábamos que el tiempo pasase y nuestros caminos se separasen, por lo menos, hasta que ya no nos doliera estar cerca sin estarlo realmente.
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La secundaria había terminado y con ella mis penas. O tal vez las penas ya habían desaparecido y el título que me dieron ese día de Noviembre era solo la llave para cerrar la puerta, para que mi pasado no pudiera volver para molestarme.
Aún pienso en él, sé que aún quedaron cosas por decir, pero no sé cuáles son las palabras.
Algún día, cuando mi corazón calle y deje de llamar su nombre por completo, seré capaz de decir lo que siento, incluso de descubrirlo. Porque aun no comprendo qué fuimos, porqué, cómo, de qué manera...
Creo que ese era nuestro problema.
Él estaba roto. Yo estaba rota. Y nuestros pedazos rotos nos lastimaban cuando intentábamos acercarnos.
Ahora lo sé. Mis mariposas no están muertas, amaré, solo que después de que finalmente pueda mirarme al espejo y sonreír.
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A fin de año nos reunimos para una última cena entre compañeros.
Todos decían que volveríamos a juntarnos, pero en el fondo sabíamos que la mayoría de nosotros no nos veríamos de nuevo, incluso no queríamos.
Lo busqué con los ojos mientras Cristian me hablaba, yo sonreía y asentía mirando por encima de su hombro. Él estaba contra una pared, de espaldas a mí, charlando con una chica rubia muy hermosa, bajita, delgada y menuda.
Ese es el último recuerdo que conservo.
El de una espalda, de un chico, de alguien que no era él, de alguien que no se parecía al pequeño de pelo alborotado y sonrisa que se ilumina hasta los ojos, de alguien que no era mi "él".
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Él, amor de mi vida
Lãng mạnDe lo que hablo: De él, de mí, de nosotros, del no nosotros, del nosotros a medias, de lo que dijimos, de lo que callamos, lo que mentimos, de nuestras inseguridades y de un amor no correspondido que se correspondió.