Melissa

251 24 35
                                    

Ese día volví a mi casa muy triste. No hablé con nadie, me encerré en mi cuarto y ni siquiera dejé entrar a Javier.
Pero no todo estaba perdido ese día, había conocido a Sebastián. Ese chico me cayó muy bien, me hizo reír y fue muy amable conmigo, además de que era algo guapo, para qué mentir.

Tristemente tenía que ir a la escuela al día siguiente, me preparé para lo que podría hacerme el séquito de Susana.

Cuando llegué inmediatamente entré a mi salón y me senté en mi banca esperando al maestro.
Justo cuándo llegaron las tres niñas, entró el maestro, me salvé.

No podía concentrarme en la clase ya que me imaginaba las miles de cosas que podían hacerme ellas. Mis pensamientos fueron interrumpidos porque alguien tocó a la puerta del salón.

- Profe, ¿Me permite a Karen?

Sebastián.

- Sí, pero que sea rápido. Karen, sal un momento.

Se escucharon bastantes murmullos de mis compañeros, pero decidí ignorarlos.

Salí del salón y saludé a Sebastián con una pequeña sonrisa.

- Hola, ¿Qué pasó?

Él tenía sus manos detrás de la espalda, sosteniendo algo.

- Cierra los ojos.

- Está bien...

- Ahora extiende tus manos.

Hice lo que me pedía y sentí que ponía algo sobre mis manos, no era pesado, y era de forma cuadrada.

- Ahora abre tus ojos.

No podía creerlo. Era mi libro.
En varios pedazos tenía cinta adhesiva, pero estaba unido de nuevo, cómo si nada hubiera pasado.

- ...Me sentí mal por lo que te hicieron esas niñas, así que esto fue lo menos que pude hacer...

No lo dejé terminar y lo abracé. Obviamente era más alto que yo, pero no me importó.

Algo que me caracteriza es que me gusta demostrar mi cariño a las personas, y siento que la mejor manera de hacerlo es con un abrazo, así que técnicamente me la pasaba abrazando gente.

- Gracias, gracias, gracias, en serio, mil gracias. Nadie había hecho algo así por mí.

- No hay porqué, Karen. Consideralo cómo una promesa.

- ¿Promesa?

- Sí, cada vez que te sientas sola, o que ellas te hagan algo toma tu libro. Y acuérdate de mí. Recuerda que si lloras, el monstruo de las cosquillas vendrá por ti. Y recuerda también que a pesar de que casi ni nos conocemos estaré para ti, cualquier cosa que necesites voy a estar ahí. ¿Lo prometes?

- Lo prometo.

- Muy bien, ahora entra a ese salón y demuestrale a esos niños que eres fuerte y no te vas a dejar de sus insultos. Sí pasa algo, ya sabes donde encontrarme.

Y lo abracé de nuevo.

- Lo tendré en cuenta, gracias. Nos vemos luego Sebastián.

- Ya lo creo Karen. Nos vemos.

Y sonreímos.

Vi cómo se alejaba por el pasillo, y entré a mi salón con la sonrisa más grande del mundo.

Desde ese día creció una amistad enorme. En los recreos veía a Sebastián, hablábamos y jugábamos juntos. Él se convirtió en mí mejor y único amigo.
A pesar de la diferencia de edad nos llevábamos muy bien, y hasta la fecha seguíamos siendo mejores amigos. Gracias a él aprendí muchas cosas, y no me sentía tan sola. Además de que muchas veces fue a la casa, ya que también se hizo amigo de Javier por estar en el mismo salón.
Me encantaba pasar tiempo con él, y hasta el día de hoy seguíamos saliendo.
Incuso yo lo ayudaba con su novia, una chica muy linda y amable a la que también conocí, y seguía viendo, Fernanda. Es una chica muy linda, amable y son muy lindos juntos.
En ocasiones yo le ayudaba a Sebastián con Fernanda. Eran una pareja muy linda, y siempre supieron cómo superar las cosas malas, así que seguían juntos.

Tenías que ser mundanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora