Capítulo 9: ¿Pelea entre comida?

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Eran las cuatro de la madrugada y todavía no había conseguido dormirme. Ni siquiera abrir la ventana para que algo de la brisa marina entrara por ella había conseguido relajarme. Era completamente imposible que pudiera dormir con ese calor. ¿A cuánto estábamos? ¿Cincuenta grados?

Cansado de dar vueltas por la cama sin pegar ojo y mojando por completo las sabanas, decidí levantarme y seguir el ejemplo de Coral e ir a por un vaso de agua fresca. Podía beber un poco, y luego tirármela por encima si era necesario.

La casa estaba en completo silencio. Por un momento me recordó a la mía, cuando llegaba a casa. O cuando me marchaba. O cuando cenaba... Bueno, de hecho mi casa siempre estaba en silencio. Desde que mis padres se divorciaron, Vivian, mi madre, pasaba menos tiempo en casa. Si no era el trabajo, tenía citas, cenas de empresa o cualquier otra cosa que pudiera mantenerla fuera de casa. Al principio pensé que se trataba de un modo de escapar, pero pronto me di cuenta de que esa era la razón por la que mi padre se había marchado. Mi madre era incapaz de estar en casa, pero como mi padre estaba conmigo, apenas lo notaba. Por desgracia para mí, ni siquiera yo fui suficiente. Fue cuando se marchó que me di cuenta lo vacía que había estado siempre esa casa.

Bajé el último escalón como un autómata. Pensando en mis cosas sin reparar en lo que hacía, y como es lógico, cuando no prestas atención terminas por hacerte daño. Reprimí el grito de dolor que intentaba salir de mi garganta cuando pisé descalzo algo punzante en el suelo. Enfadado, me agaché y recogí lo que parecía ser un Playmobil. Sonreí a pesar del dolor.

Esa era la diferencia entre el silencio de esta casa y la mía. Ese silencio estaba lleno.

Llegué a la cocina cojeando. Debería haberme puesto las zapatillas, pero el suelo estaba tan fresquito... Abrí la nevera para coger la jarra de agua fresca y me quedé parado delante cuando el frío me recorrió todo el cuerpo. ¿Estaría mal si cogía una almohada y me dormía dentro de la nevera? Antes de que terminara por pasarme la noche allí plantado, el sonido de la nevera avisando que llevaba demasiado tiempo abierta me alarmó. La cerré rápidamente, sin olvidar coger la jarra antes, y vertí un poco de agua en un vaso. Intenté beber despacio, estaba congelada, pero el calor me pudo. Y entonces lo escuché.

El suave y apenas perceptible sonido rompió el silencio de la noche. Todo el bello de la nuca se me había erizado, y un repentino miedo se alojó en todo mi cuerpo. Me dije al instante que me tranquilizara. Los muebles crujían, y había animalejos que podían hacer ruidos raros por la noche. El silencio magnificaba todos ellos, y lograba que un pequeño ratoncito royendo la madera pareciera un espectro venido de otro mundo para poseerte y matar a toda la familia.

Vale. Tal vez había exagerado. Pero definitivamente esa era la primera idea descabellada que llegaba a mi mente cuando escuchaba un ruido no identificado y misterioso.

Crash

El ruido se escuchó esta vez un poco más fuerte, alarmándome de nuevo cuando ya me había convencido de que había sido la madera de la casa o algún animal perdido. Intenté identificarlo. Era una especie de crujido de bolsas o cajas retirándose. Y cuando estuve a punto de darme media vuelta y salir corriendo hacia la seguridad de mi cuarto, vi una débil luz saliendo de debajo de la puerta del almacén de la cocina. El ruido, definitivamente, procedía de allí.

Me acerqué poco a poco, y tragué con fuerza cuando mi mano se posó en el pomo. Estaba entre abierta, así que solo tendría que empujar un poco. ¿Qué clase de monstruo habría allí?

Sacudí la cabeza un par de veces. ¡Por favor, Adam! ¿Cuántos años tienes, tres? Los monstruos no existen.

Y me di cuenta, al abrir la puerta, lo equivocado que estaba.

"Cosas que debe saber un hermano"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora