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_____ gritó en la larga e interminable oscuridad, aporreando sus puños contra las paredes de su prisión hasta que se le ampollaron y sangraron. Pero nadie vino por ella. Nadie oyó sus gritos. Si Cerebus lo hubiera planeado no hubiera podido castigarla de un modo más brutal. Su claustrofobia estaba sobre ella como un monstruo, haciendo a las paredes invisibles apretarse contra ella hasta que quedó sin sentido por el miedo.

_____ no podía decir cuanto tiempo había estado allí, aunque parecía como si una eternidad hubiera pasado ya desde que Cerebus la había traído para acá, más allá de las paredes del palacio y dentro de las brillantes arenas del desierto más allá. Con una seña de su mano, Cerebus había erigido una caja negra grande -esta cámara de aislamiento- y la había cerrado dentro, apagando toda la luz cuando se fue. Era perfecto, este castigo. No importaba cuán fuerte _____ gritara o chillara o pidiera, nadie la oía. Estaba completamente sola.

Golpeó sus puños contra las paredes una vez más, ahogándose y sollozando cuando sus últimas fuerzas comenzaron a menguar. Sus manos estaban cubiertas de sangre pegajosa y caliente; rasgadas, magulladas y adoloridas, pero de todos modos ella las aporreó contra las encarcelantes paredes, rezando por que alguien -quien fuera- la escuchara. Pasó un tiempo interminable y las paredes se cerraron más sobre ella. Enroscándose en la esquina de la celda, _____ perdió todo contacto con la realidad.

Y comenzó a gritar.

-¡_____! mi amor, despierta.

Los ojos de _____ se abrieron y nubladamente se enfocaron en la cara preocupada de su amante cuando él se inclinó sobre ella, borrando las marcas de lágrimas en su cara con manos inestables. Sus ojos se sentían como uvas hinchadas en su cabeza, doliendo y magullados por tanto llanto.

-Oh, _____ , mi Joya, ¿estás bien? -Las palabras del rey eran un flujo enredado mientras corría sus manos de arriba hacia abajo por su cuerpo como tratando de asegurarse de que ella iba a estar bien-. Me asustaste tanto.

El aliento de _____ salió en un sollozo sofocado y el rey inmediatamente la recogió en sus brazos. Sus manos acariciaron su pelo en largos movimientos calmantes mientras comenzaba a mecerla.

- _____ , por favor perdóname. Yo no sabía que reaccionarías de tal modo a la caja de castigo. -Cerebus estaba a su espalda, su voz frenética y llena de preocupación.

-¡No tenías que haberla castigado, Cerebus! ¿Cuándo has usado alguna vez la caja de castigo en un miembro del Harén? ¿Por qué ahora y con mi Joya de entre toda la gente? ¿No te dije que todo estaba perdonado por los hechos impetuosos de _____? Debería hacerte desterrar por este acto monstruoso -gruñó el rey, sin soltar a _____ mientras se dirigía al jefe del Harén.

-Yo aceptaría dócilmente tal castigo, Amo. No sería menos de lo que merezco.

La sinceridad y la pena de Cerebus abrieron camino hacia _____ y ella se separó del rey, limpiando las lágrimas de su cara con el dorso de su mano.

-No, Cerebus. No podías haber sabido que yo era claustrofóbica.

-Eso no importa. Fue mi orgullo herido el que me hizo castigarte, un pecado penoso. Les fallé a ti y a mi rey con mi deshonroso comportamiento.

-Estabas enojado, Cerebus. Era comprensible que lo hicieras - _____ le tranquilizó.

-¿Puedes perdonarme por dañarte _____?

Los ojos oscuros de Cerebus estaban suaves con su pena y _____ no podría haber mantenido su rencor aunque ella hubiera querido. Si había algo que había aprendido sobre la gente en este mundo era que ellos eran casi incapaces de abrigar el rencor el uno hacia el otro. Mejor dicho, disfrutaban de una armonía pacífica entre ellos y con todos aquellos que moraban dentro de las paredes de palacio en su protección. _____ no culparía a Cerebus por su castigo, sin importar que hubiera sido brutal, ya que él no sabía como esto la afectaría. -Está bien, Cerebus, te perdono. Siento haber lanzado el polvo phuq sobre ti y los demás. Yo no estaba pensando bien.

-Eres demasiado buena, _____. Digna de nuestro rey en todas las formas. -Cerebus inclinó su cabeza ante ambos.

-No lo destierres, mi rey. Estoy bien ahora así que no hay ninguna razón para estar enojado -suplicó ella al hombre que la sostenía.

-Por ti mi Joya, perdonaré lo que sea si tan solo me lo pides. Pero en el futuro -su voz se endureció -nadie tendrá el poder de castigarte, excepto yo.

-¡Amo! -Cerebus jadeó, sorprendido-. Pero eso...

-Más tarde -advirtió él y _____ se preguntó lo que pasaba entre los dos hombres por que parecía importante-. Mi Joya, déjame llevarte ahora a tus habitaciones. Allí curaré tus manos y tu corazón y te dejaré descansar.

Suavemente y con cuidado el rey la levantó en sus brazos y la llevó a su cuarto como le había prometido. La dejó en el cojín de su cama y se le unió, estirándose junto a ella. Era la primera vez que había yacido con ella en su propia cama.

-Quédate quieta y relájate. Te sentirás un poco caliente pero pasará después de unos momentos si no haces caso de ello. -Su voz era baja y calmante.

El rey pasó su mano sobre las cuestas y los valles de su cuerpo. Tiernamente y con exquisito cuidado buscó otras heridas que ella podría haber obtenido además de las contusiones y cortes en sus manos y brazos. Su cuerpo se puso realmente caliente pero era una sensación agradable, tanto más porque ______ sabía que era la energía de su amante que nadaba a través de ella, calentándola. Cuando el rey estuvo satisfecho de que no tuviera contusiones serias o heridas él dirigió su atención a sus manos.

-Pienso que perdonaste a Cerebus demasiado pronto, amor. Quizás deberías haberlo hecho arrastrarse un rato primero. -Él suavemente besó las heridas en sus puños, pero sus ojos eran duros cuando él se dio cuenta del grado de daño.

_____ se rió pero su voz estaba tan ronca y desigual por sus ordalías en la caja que pareció realmente lamentable, hasta a sus propios oídos. El rey besó sus manos una vez más y el calor en su cuerpo se centró allí, haciendo a sus dedos zumbar y a sus palmas picar. Hubo un breve momento de intenso calor y _____ jadeó. Ante sus ojos los cortes, los raspados y la hinchazón en sus manos se curaron, dejando la piel lisa e intachable después de unos breves momentos de concentración del rey.

-Así. Todo mejor ahora. -El rey sonrió suavemente a sus ojos ensanchados.

-Gracias. -Ella estaba perdida para un discurso más elocuente, demasiado impresionada por el milagro que acababa de atestiguar.

-¿No más dolor?

-No más dolor. -Ella sonrió.

El rey se inclinó y colocó un pequeño beso eléctrico en su boca. Robó su aliento igual como había robado su corazón, pero se lo devolvió completo con toda la magia de la cual él era capaz-. Nunca tendrás que temer esta claustrofobia otra vez, _____ -murmuró él-. No dejaré que nada te dañe otra vez. Lo juro. -Colocó sus labios contra los suyos de nuevo, suavemente adorando su boca con la de ella.

-Te amo. -Ella dijo las palabras contra su boca antes de poder pararlas.

El aliento del rey se detuvo y él se separó de ella con una mirada que ella no pudo definir completamente. Él aclaró su garganta pero le tomó dos intentos para encontrar su voz.

-Descansa ahora, _____. Cuando despiertes será tiempo para la reunión de la tarde en la sala del trono.

¿Qué había esperado ella? ¿Una declaración inmortal de amor? No. Era bastante que ella no lamentara amarlo. Era un hombre más que digno de su corazón, estaba segura. Quizás con el tiempo él sentiría la misma profundidad de la emoción por ella, pero hasta entonces estaba contenta de tener su devoción en el dormitorio. Él siempre tendría esto de ella así como la lealtad de su corazón.

El rey se levantó de su cama y dejó sus habitaciones, cerrando la puerta de manija enjoyada suavemente tras de sí. _____ se enroscó en la suave blandura de su cama y dormitó, impaciente porque la noche viniera de modo que pudiera estar con su amor otra vez.

La Joya j.b Donde viven las historias. Descúbrelo ahora