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Pasaron dos semanas y una especie de rutina se convirtió en la norma para ______. No obstante lo extraña que resultaba esa rutina para su antigua vida, _____ se encontró disfrutando de ella. Cada tarde, el Rey hacía que Cerebus le llevara a _____. Cada noche, _____ y el Rey pasaban horas interminables haciendo el amor y compartiendo secretos de amantes, ya que él estaba interesado en la vida que ella había llevado antes de conocerlo. Y cada mañana, el Rey la escoltaba al patio femenino, la besaba ligeramente en la frente y se despedía. Habría sido encantador si cada momento que transcurría no le recordara a _____ que sus citas secretas no durarían para siempre. No sería su favorita mucho tiempo, aunque la esmeralda estuviera firme sobre su pecho.

Ella ni siquiera sabía su nombre.

Y ya que el Rey nunca la había llamado sino con palabras cariñosas habituales en él, ella asumió que él tampoco conocía el suyo.

Qué parodia que ella entregara su corazón al único hombre que nunca la querría, que nunca realmente la usaría. Él era amable y cariñoso con ella, satisfaciéndole cada una de sus necesidades dentro y fuera de la cama, pero así era como trataba a todas sus mujeres. Por eso todas lo reverenciaban tanto.

Ahora mismo, _____ y las otras mujeres estaban en su círculo masturbándose, un pasatiempo al que _____ se había unido recientemente. Mientras pasaban los días dedicadas a eso, a ella le parecía que extrañaba cada vez más a su Rey y necesitaba el alivio del autoplacer para aguantar hasta que pudieran pasar la tarde juntos. Su cuerpo realmente le dolía cuando su amante real enviaba a Cerebus por ella, llorando por el toque del Rey, de modo que hasta el movimiento más leve de su cinturón de castidad la torturaba con una mezcla de dolor y placer. Necesitaba liberarse cada vez más, no importaba si era por sus propias manos.

_____ gimió y empujó sus caderas mientras frotaba con sus dedos el aceite phuq en el hinchado botón de su clítoris. La piel resbaladiza de su vágina hormigueaba cada vez que deslizaba sus dedos y abría más sus labios interiores, jadeando cuando la sensación casi la deshizo completamente. El aire frío excitó su sexo abierto por el contraste con el calor del aceite phuq. Imaginó que los dedos que la tocaban pertenecían a su Rey, que su clítoris era masturbado no por sus propios dedos, sino por la lengua y los labios hábiles de él. Ella gritó y balanceó sus caderas, disfrutando de la sensación de su cinturón de castidad hundiéndose profundamente en su cuerpo. Estaba tan mojada, tan hinchada... oh, si solo él pudiera estar aquí con ella ahora.

Y luego, como si su deseo se hubiera vuelto realidad, abrió los ojos y allí estaba él, contemplándola a través del patio. Sus ojos dorados ardían de deseo mientras la miraba acariciarse hasta el orgasmo. El sexo de _____ palpitó y vibró como si la mirada de él pudiera acariciarla físicamente, y sus dedos empezaron a frotar frenéticamente su clítoris al acercarse a la furia de su orgasmo. Cerró los ojos y en un suspiro el Rey ya estaba a su lado.

Él bajó hacia ella como una bestia que cubre a su compañera, gruñendo y apartando su túnica. Quitó el cinturón de castidad que la llenaba y el velo que cubría su cara con movimientos hábiles y apresurados. Agarrando la base gruesa de su polla, se colocó frente a ella y la penetró con una larga acometida. _____ estaba tan mojada y lista que fácilmente aceptó su redondez, su cuerpo ayudándole en el camino con un chorro de caliente humedad que lo hizo gemir y empujar aún más dentro de ella. Con impaciencia y sin vergüenza, _____ rodeó la cintura de él con sus piernas, acercándolo más mientras él empezaba a moverse dentro de ella.

El Rey respiró el calor caliente de su boca, pero _____ sabía que él estaba tan cerca que podría besarla. Ella lo aceptó, sabiendo que esa era la manera en que él hacía las cosas, y saboreó el aliento dulce que él le daba, con cada onza de amor y pasión dentro de ella. Él usaba una pechera de costilla chapada en oro que rasguñaba la carne sensible de sus pechos cada vez que él se movía. Su pelo estaba trenzado y adornado con diminutos diamantes que le cosquilleaban la cara, los brazos y los costados. Ella sentía su contacto en cada parte de su cuerpo.

Él la penetraba cada vez más duro y profundo, sacudiéndola contra las suaves almohadas que la amortiguaban. Estaba más cerca de perder el control de lo que _____ lo había visto alguna vez, obviamente afectado al haberla descubierto masturbándose. Su frente se apoyó en la de ella, el sudor humedecía sus cejas que se mezclaban con las de ella, mientras la miraba a los ojos.

-Tu vágina me pertenece. Solo a mí. Dilo -le ordenó.

-Mi vágina te pertenece. Solo a ti -repitió ella, queriendo decir cada palabra con cada fibra de su ser.

-¿Quién es tu dueño, mi Joya?

-Tú.

-¡Dilo!

-Mi dueño. Tú eres mi dueño -jadeó ella, agarrándolo con manos desesperadas.

-Soy el dueño de tu deliciosa vágina. Nadie follará este pedazo jugoso, solo yo. Solo yo -gimió él rudamente.

-Sí. ¡Sí!

El Rey aumentó el ritmo y la fuerza de sus empujes, los dientes de _____ rechinaron y gimió por el placer que inundó sus sentidos. Los músculos de su sexo pulsaron y apretaron la polla del Rey mientras ella volaba.

_____ gritó y se estremeció en sus brazos. El Rey alzó la cabeza y rugió triunfalmente al cielo cuando él también encontró su liberación. La llenó con su crema caliente, y siguió entrando y saliendo de ella hasta que se vació. _____ lo mordió en el hombro, mientras su clímax alcanzaba alturas insospechadas y él rugió otra vez mientras seguía empujando dentro de ella mecánicamente. Poco a poco su pasión amainó y los movimientos de él se fueron haciendo más lentos hasta que movió sus caderas suavemente entre las débiles piernas de _____ . La besó en la mandíbula y apoyó la cabeza en su hombro, no se oía más sonido que el latir de su corazón y su respiración.

Después de un largo momento, el Rey depositó un último beso en su hombro y se apartó. Le sonrió suavemente y retiró con gentileza su miembro del cuerpo agotado de ella.

-Descansa ahora, mi Joya. Recupera tu fuerza. Regresaré a ti esta noche -le prometió.

Se arregló su vestimenta y se volvió para hablar con Cerebus. _____ estaba aturdida después del torbellino de pasión del que acababa de ser parte. Sus ojos perezosamente siguieron la silueta de su amante cuando él se dirigió, junto con el jefe del harén, hacia una pequeña mujer gris en el lado opuesto del círculo. No sin sorpresa, _____ atestiguó cómo el Rey, el hombre que momentos antes había penetrado su cuerpo impaciente, tomaba la mano de la mujer y la conducía lejos de ahí.

¿Tan pronto había llegado el momento en que él necesitaría que otras mujeres satisficieran sus necesidades? El corazón de _____ se apretó dolorosamente y sus ojos se llenaron de lágrimas. El Rey ni siquiera había volteado a mirarla cuando salió de la habitación llevando firmemente agarrada a la otra mujer. Aunque ella hubiera sospechado que este día llegaría, jamás se le hubiera ocurrido que sería solo momentos después de haber estado en brazos del Rey. Ese pensamiento la llenó de dolor, pero junto con él llegó también una chispa de cólera.

¡A él no le había importado herir sus sentimientos! Y aquí estaba ella, aún llena y cremosa por su corrida, y él se había atrevido a buscar a otra ante sus ojos. Él ya sabía cómo se sentía ella respecto a compartirlo. Solo podía soportar compartirlo con sus bocas-mamadoras, como el las llamaba, en el salón del trono antes de que se retiraran juntos a los aposentos de él. Él parecía más que condescendiente con lo que ella sentía, incluso había ido tan lejos como para prometerle que no follaría con otra mujer en tanto que ella fuera su Joya complaciente.

¿Cómo se había atrevido a mentirle tan descaradamente? Se secó con furia las lágrimas, ignorando la mirada de compasión que le dirigió Keln, su amiga más querida del harén. En lugar de sumergirse en su dolor por la traición del Rey, alimentó su ira, que lentamente se fue edificando en su corazón.

Un plan comenzó a formarse en su mente preocupada.

¿Así que el Rey jugaría su falso juego bajo las narices de ella, sin importarle sus sentimientos? Bien, le mostraría su venganza por esta injuria. Lo dejaría atestiguar su furia y la retribución por la pérdida de su orgullo. Él había robado su corazón, había olvidado que ella casi había estado lista para dárselo por su propia voluntad. Merecía un castigo rápido y brutal. Ella se aseguraría de que recibiera su merecido...

Y entonces regresaría a su casa. De alguna manera. De algún modo. Ella debía dejar ese lugar, ese cielo aterciopelado que había sido durante unas semanas brillantes, dichosas, su verdadero hogar.

La Joya j.b Donde viven las historias. Descúbrelo ahora