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-Ahora que estás lista te unirás con las otras mujeres del harén y serás llevada para encontrarte con nuestro rey. Él está muy ansioso de ver a sus más nuevas queridas y si tienen suerte él elegirá a alguna de ustedes para entretenerlo esta noche en sus cámaras privadas.

¿Afortunada? _____ no estaba tan bajo la influencia del polvo afrodisíaco que no pudiera tener un pensamiento sarcástico por las palabras del Jefe del harén. ¿Quién se sentiría afortunado de ser usado por algún tosco tipo de la realeza que obviamente está demasiado lleno de su propia importancia? ¡Seguramente yo no!

Pero ella no podía expresar completamente las palabras, aunque lo añorara -si solo para su propia diversión de ver la mirada indignada en la cara de Cerebus que seguramente encontraría a sus comentarios -y estuvo silenciosa cuando el Jefe del harén las condujo fuera del cuarto. Los enchufes que la llenaban eran sorprendentemente cómodos y era capaz de andar con facilidad. De hecho, hasta prácticamente olvidó que estaban allí. El hechizo zumbador del polvo afrodisíaco aún corría por sus venas y seguramente eso ayudaba. Su coño pulsaba suavemente, su clítoris estaba hinchado y mojado. Sus pezones estaban duros como guijarros y sus pechos estaban pesados y adoloridos. Su boca, ella sabía, hacía pucheros detrás de su máscara, plena y ansiosa de ser besada. En conjunto su cuerpo estaba deliciosamente excitado, no como la fiebre en la que había estado justo después de que el polvo afrodisíaco había sido administrado, pero aún suavemente despierto al deseo.

Después de un paseo largo por aún otro pasillo tortuoso el grupo encontró una magnífica entrada marcada por cientos de diferentes símbolos geométricos grabados en un juego de inmensas puertas de oro sólidas. El Jefe del harén agitó su mano y las puertas se balancearon hacia afuera, lejos de ellos, y ellos procedieron más allá. Lo que los encontró estaba más allá de algo que _____ hubiera visto alguna vez. Ante ellos, al final de la sala que debe haber sido el tamaño de una cancha de fútbol, estaba un trono brillante hecho de un arco iris de joyas amontonadas con magníficas almohadas suaves y muestras de seda, satén y terciopelo. El trono estaba varios pies arriba del piso, en una tarima levantada cargada con miles sobre miles de pétalos de flor. Música suave sonaba en el fondo, extraterrena y ambiental, recordando a _____ otra vez de las facetas egipcias o quizás árabes de sus alrededores.

Al pie de la tarima holgazaneaban varias mujeres y mientras más se acercaba _____, notó que estaban embellecidas en galas que eran similares a la suya, aunque sus «enchufes de castidad» estuvieran notablemente ausentes. Una de las mujeres tenía tres pechos y cada uno de sus pezones estaba perforado y encadenado. Otra mujer parecía tener dos órganos sexuales entre sus piernas abiertas -un pene y una vágina- y el pene estaba perforado por barras de oro tres veces por el glande en una posición de Príncipe Alberto. Ella también cargaba una barra de oro horizontal en la base de su pequeño escroto penetrante... con pesos enjoyados adjuntos a los extremos de la barra. Cada mujer era única y diferente en forma, color y forma, y _____ estaba sorprendida y muda por la vista de tanta carne extraña expuesta.

Inevitablemente los ojos de _____ se elevaron a la tarima y se acomodaron en la figura reclinada de un hombre tumbado perezosamente sobre el trono. Él era muy alto - _____ podría discernir fácilmente esto aunque estuviera reclinado- delgado y de extremidades largas. Sus dedos eran sobre todo elegantes, artísticos en sus amplias palmas, embellecidos por anillos enjoyados y el mismo tipo del guante con puntas de oro que tanto el Jefe del harén como Cerebus llevaban puestos. Su pelo era el color de la miel pura. Grueso y largo esto caía en una trenza gorda a las almohadas bajo él y estaba tejido con la ocasional joya diminuta o con hilos relucientes.

Su cara, escondida parcialmente por sombras, era un estudio exótico de cuestas y planos. Poseía una frente alta y flameantes cejas esculpidas. Sus ojos estaban bordeados de una línea gruesa de kohl negro y parecían como de gato en las esquinas. Sus ojos eran un contraste dramático contra su piel de caramelo; claros y translúcidos, eran del color de jerez aguado. Sus pestañas eran largas, sin duda al menos de un centímetro de longitud -suficiente para hacer que cualquier mujer vana se pusiera verde con la envidia- y lo dotaban con un aspecto casi andrógino que por extraño que pareciera lo hacía parecer mucho más exquisitamente masculino.

La Joya j.b Donde viven las historias. Descúbrelo ahora