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Antes de que la noche llegara a Valeo, _____ había trazado a fondo un plan de fuga del Patio. Esperó hasta que Cerebus viniera para asistirles en su baño de la tarde, tal como era su costumbre. Mientras él se movía al fondo de la fuente, _____ arrastró hacia adelante la sopera del polvo phuq que ella había recogido de la pared de su casa el día antes. No perdió el tiempo usando un puñado de la sustancia como lo había visto hacer. En su lugar lanzó el contenido entero del jarro en la cabeza de Cerebus, conteniendo su aliento cuando una gran penacho de la materia se elevó sobre ellos, y esperó a que la locura se desencadenara.

Esto sucedió y rápidamente. Las mujeres, aspirando imprudentemente los vapores del polvo se lanzaron sobre Cerebus, quién abrió sus brazos y cayó en un montón de mujeres calientes bajo el agua del baño. _____, todavía sosteniendo su aliento aunque comenzara a ver puntos, se apresuró a avanzar y arrancó el guante de oro de la mano de Cerebus mientras él estaba ocupado con las mujeres e incapaz de pararla. Ella empujó el guante en su mano corriendo hacia la pared que ocultaba la puerta mágica, que conducía más allá a los pasillos que la llevarían al dormitorio del Rey.

Finalmente había desenmarañado las cadenas que entrecruzaban sus palmas y el guante estaba seguro en su mano. Ella hizo una pausa ante la pared, agitó su mano y aunque no había esperado menos quedó asombrada al ver la entrada mágica aparecer ante de ella. No perdió el tiempo, sino que corrió por la entrada en el pasillo. No había ninguna constancia sobre cuanto durarían los efectos del polvo de phuq, o cuanto tiempo estaría ocupado Cerebus con las mujeres del harén.

Mientras corría tomó nota, como siempre hacía, de las puertas que flanqueaban el pasillo. Pronto tendría respuestas sobre esas puertas misteriosas, se prometió. Se había propuesto hacía mucho tiempo abrir una de las puertas para ver a donde conducía o lo que está más allá de ellas, pero no tenía tiempo para esas frívolas búsquedas ahora mismo. Por el momento estaba en una misión y el resto tendría que esperar. Rápidamente ella zigzagueó por los pasillos que a estas alturas le eran muy familiares y en unos momentos había acortado la distancia, estando de pie ante la puerta lateral que conducía a las cámaras del Rey. Sin preámbulos irrumpió en el cuarto, esperando totalmente ver al Rey trabado en un abrazo con la mujer gris.

Él estaba solo, holgazaneando tendido contra su pesada cama con dosel, un brazo colocado elegantemente sobre sus ojos. La explosión de jadeos de _____ en el cuarto lo hizo levantarse con los ojos muy abiertos de la sorpresa.

—¿Qué pasa, mi Joya? —él preguntó no sin la pequeña cantidad de preocupación y alarma—. ¿Qué sucede?

_____ se permitió su primera mirada de verdadero peligro y cólera en la cara del Rey cuando se elevó de su cama y se precipitó a su lado. La fuerza y la nobleza de su cara convencían del hecho de sus derechos en ella y casi la hacían pensarse dos veces su curso elegido de acción. ¿Quién sabía de qué era capaz este Rey cuándo era empujado a un extremo?

—¿Dónde está ella? — _____ exigió, lanzando toda la precaución al viento y sumergiéndose precipitadamente en la situación como ella había planeado.

—¿Dónde está quien? —el Rey preguntó, perplejo.

—La mujer gris — _____ atormentó su memoria para un nombre. «Nantiqua».

El Rey la miró durante un largo momento, buscando en su cara. _____ deseó retorcerse bajo su mirada fija de color miel, pero se mantuvo firme únicamente por la fuerza de su voluntad. De repente el Rey volvió su cabeza y rugió con un estallido fuerte de risa. _____ no habría estado más impresionada si él la hubiera golpeado sobre la cabeza con un yunque. ¡Cómo se atrevía a reírse de ella mientras su corazón se rompía ante su deslealtad!

La Joya j.b Donde viven las historias. Descúbrelo ahora