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_____ nadó dentro de un mar de inconsciencia en lo que le parecieron interminables horas. Su mente era una neblina llena de confusas imágenes mientras luchaba por salir de la somnolencia. Destellos de luz y color apuñalaban su cerebro una y otra vez, al tiempo que se obligada a emerger de debajo de las profundidades del sueño al fin de evitar esta molestia. Pero cuando por fin fue capaz de salir de la somnolencia del borracho, abriendo sus ojos en su totalidad y comprobar el daño que la resaca la había infligido esta mañana. Si es que era por la mañana y no la tarde como ella temía que fuera. A juzgar por la fuerza de la luz del sol que se filtraba por las ventanas, dándole de lleno en su cabeza, lo último era lo más probable, desgraciadamente.

Con un grito entrecortado despertó totalmente y trató de agarrar la sabana que cubría su cabeza. Su claustrofobia, que la mayor parte del tiempo no era sino una molestia para ella, ahora cuando levantó su dolorida cabeza, pudo comprobar que estaba cerca del pánico, ya que la sábana envolvía su cuerpo desnudo en su totalidad, dificultándole los movimientos. Gimió con ansiedad antes de que finalmente fuera capaz de arrancar la sábana de su cuerpo y lanzándola a un lado. Sepultó su cara entre sus manos, luchando por recobrar un poco de calma antes de enfrentar al día.

No fue hasta que ella bajo sus manos y se retiró el pelo enredado hacia atrás cuando noto su entorno. Habiéndose dormido en el sofá en su sala de estar, espero naturalmente ver su televisión, la mesa del café, y su colección de alegres cuadros de animación saludándola cuando mirará a su alrededor. Pero sobresaltándose comprendió que este no era el caso. En vez del entorno hogareño donde ella vivía... un pequeño apartamento donde se sentía abrigada, ella se encontraba... en algún otro lugar. Sospechando que era su borrachera de la noche pasada la que todavía estaba jugando con su mente, restregó sus nublados ojos, sacudió su cabeza y echo otra mirada a su alrededor.

En lugar de estar acostada en su cómodo sofá estaba reclinada en medio de una cama monstruosamente inmensa y redondeada enfundada con edredones de raso de un color vainilla crema y esponjosas almohadas de terciopelo de cornalina. La cama estaba casi al ras de un suelo de mármol blanco, rodeando la cama y pareciendo como si nadara en un lago de almohadas y colchones... Esto era más de los que sus sentidos podían tolerar. Gimiendo, se arrojó hacia atrás sobre el montículo de almohadas que había a su espalda, cerrando los ojos otra vez. Ella esperó durante varios minutos, tomando hondas respiraciones para intentar calmarse, antes de levantarse otra vez y atreverse a echar otra ojeada.

El color vainilla de la cama le pareció increíblemente rica y atractiva mientras escudriñaba con sus ojos medio abiertos.

Oh Dios, se estaba mareando. Gimiendo, volvió a cerrar sus ojos una vez más. ¿Quién estaría tomándola el pelo? Estaba demasiado mareada. Demasiada tensión y preocupaciones durante las últimas semanas sumadas al exceso de whisky de la noche anterior habían quebrado finalmente su cerebro. Sí, no servia de nada negarlo -ya no tenia que preocuparse por buscar un trabajo- estaba destinada a ingresar en un manicomio. Oh vaya, suspiró ella, y al ser tan voluble en los cambios de humor como ella era famosa entre sus amigos y familia, también decidió que podría afrontar este nuevo desafío -con su propia locura- mejor que fuera con una sonrisa que con una cara de pocos amigos.

No fue fácil pero de alguna manera logró luchar contra el lago de almohadas, para alcanzar el borde de la cama. Como la cama estaba a tan abajo nivel del suelo, fue un poco complicado el salir de la misma -una tarea torpe o mas complicada cuando la cama era tan resbaladiza- y el sacar sus inestables pies a un lado, antes de que corriera el riesgo de mirar a su alrededor. En la habitación donde se encontraba era tan diferente como la noche al día de su sala de estar. Era efectivamente mas apropiada de un pachá que un artista gráfico, con sus exuberantes diseños en textura y color que hicieron tambalear sus sentidos, junto con el profundo perfume de incienso tan absolutamente dulce que impregnó el aire alrededor de ella. Fue como mucho la habitación más extraña y más lujosamente hermosa en la que alguna vez hubiera estado.

La Joya j.b Donde viven las historias. Descúbrelo ahora