21 - "La no fuga"

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Mitchell se encontraba fuera de la tienda. Se movía inquieto, pero sus músculos faciales me decían que no habría por qué temer. Incluso, noté una sonrisa colarse por entre sus rasgos de hombre duro tallado a golpes.

Porque eso era Mitchell: un hombre golpeado por la vida, que había aprendido a los golpes y que recurría a ellos cuando la impotencia lo dominaba. Sin justificar su accionar, yo entendía el dolor de la pérdida.

Estaba solo. En todo aspecto.

Sin motivaciones, sin incentivos que movieran el eje de su propio ser, caía en la mediocridad de pensar que todo estaba perdido. Como con su hijo; a escondidas, como un criminal, lo observaba misteriosamente.

—Señorita...señorita─ el joven me llamó dos veces para que le prestase atención y dejara de babearme por mi centinela cuarentón.

—Oh, disculpa ─ iré, no sin antes hacerle señas a mi guardián ─. ¡Él pagará! ─dije con una sonrisa idiota ante el chico que ininterrumpidamente me dio una clase magistral de tecnología de la cual solo aprendí cómo encender y apagar el móvil.

—¡Aquí estoy! ─como un vendaval, entró y le entregó sus acreditaciones al joven.

—Después debes decirme cuánto te debo ─susurré a su oído ─.La cuenta de tus honorarios asciende a la categoría de sideral.

—Ya encontrarás modo de pagármelo ─besó la cúspide mi cabeza, escondiendo las palabras en mi cabello.

Mis mejillas se encendieron por su indecencia y mis ojos, por su noble interior.

Una vez en el Mustang frotó sus manos entre sí por el frío.

—¿Era una llamada importante? ─pregunté curiosa, mirando mi nuevo aparato.

—Sí, era Bryan.

—Espero le hayas enviado saludos de mi parte. Nos ha ayudado mucho.

—Por supuesto que está al tanto de tus agradecimientos. Pero ha telefoneado para decirme que Zuloa...─hizo una pausa temeraria que me anticipó lo peor ─...Zuloa apareció muerto en su celda.

—¡Jesús mío! ─aterrorizada, llevé mis manos a la boca ─ .Es...¡un horror!

—No declaró nada. Lamentablemente, dejó solo un recado.

—¿Un recado? ─pestañeé desilusionada.

—Palabras sin trascendencia, por desgracia ─giró la llave dando vida al Mustang ─ .Sin embargo, se confirmó que ha sido uno de los dos violadores de tu hermana, Maya ─sus ojos profundos navegaron en los míos ─ .Ya tenemos un culpable, cariño ─inconscientemente, saltiqué en la medida de lo posible, abalanzándome sobre él, quien manejaba con prudencia.

Una de cal y una de arena. De a poco, el laberinto parecía tener salida.

—¡Eso es maravilloso, Mitchell! ─llenándolo de besos, no pude contenerme. Él sonreía, aceptando mi arrebato, intentando conducir sin perder el control.

—Lo es; ahora necesitamos esperar por Virkin y por las nuevas pericias al cuerpo de tu madre.

—Es un gran avance. Seis días atrás dudaba si era correcto llamarte.

—¿Quién lo diría? Tan solo un puñado de horas nos bastarían para conocernos, odiarnos y querernos...o algo así─ un tibio rubor subió a sus mejillas.

Mitchell era duro.

—¿Me llevarás a casa? ─el atardecer decía adiós para darle la bienvenida a los azules nocturnos.

El centinela - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora