18 - "Señuelo"

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Bryan había sido contundente en su diagnóstico: yo estaba loco de remate. Y sinceramente, no lo juzgaba.

Comunicándome por la tarde con él, delinearíamos los puntos principales y fundamentales del operativo de esta noche. Arriesgando su propia carrera, se jugaba el todo por el todo. Y por mí, su ex jefe y compañero de brigada.

—Ese tipo no ha tenido más que detenciones en antros de mala muerte. Es un simplón que ha tenido la desgracia de ser amigo del malparido de Zuloa.

—No, Bryan, te aseguro que existe algo oscuro detrás de ese rostro de niño bonito e inocentón.

—Si tú lo dices...

—Bryan, mi olfato permanece intacto. Por favor, necesito que creas en mi sospecha y que protejamos a Maya.

—Está bien...está bien,pero prométeme que al menos me dirás por qué ella es tan importante. No me creo esa historia de protección de testigos y que se ha quedado como "Anita la huerfanita" ─ sonriendo, recordé la anécdota de su ropa.

—Maya es una muchacha especial. Ella ha luchado por mucho tiempo por saber quién asesinó a su hermana. Ella es hija de Felicity Morgan, la mujer asesinada en Brentwood.

—Sí lo sé. ¿Recuerdas que trabajo en el FBI? ─deslizó, impecable y sarcástico.

—Necesito cuidarla. Es frágil, temerosa...

—...bonita...sensual...o sea, te importa.

—Algo así.

—¡Pues vamos hombre que por fin pareces que vuelves a tener los cojones bien puestos! ─ exultante, emanaba alegría.

—Bueh, bueh ─bajé las ansias ─, de momento, preciso que no nos distraigamos.

Al terminar, salí de mi escondite, un pequeño recoveco a la entrada de la habitación para encontrarme con una Maya padeciente, mirando con tristeza la ropa de callejera utilizada horas atrás.

—¿Haciéndote a la idea de que deberás vestirte con eso otra vez? ─ me senté cerca de ella, junto a su bolso.

—Seeee ─siseó, al borde de colapso lacrimógeno.

—Sé que no es consuelo, pero también compré esto ─debajo de la cama hallé una bolsa con ropa. Las chicas del hotel habrían hecho un buen trabajo a la distancia.

—¿Has ido de shopping sin mí? ─cambió su semblante, cogiendo algo de color.

—Ábrela y deja de ser preguntona ─ intimidé, sin abandonar del todo al Mitchell que habría conocido hacía menos de una semana atrás.

Examinándolo, su rostro daba cuenta de mayor complacencia. En una conversación cargada de sentimentalismo, de un esperable llanto de su parte y de un malestar inmenso de la mía, ella musitó con la angustia trepando su voz:

—Confío en ti, Mitchell.

Sin poder resistirme, besé sus labios dulces, sinceros.

—No te defraudaré, Maya...prometo no hacerlo ─preso de mis palabras y esclavo de mis silencios, esa mujer significaba todo para mí.

Aún así, ella seguía siendo demasiado.

¿Por cuánto tiempo más le ocultaría mi verdadera esencia? Maya era inocente pero no idiota.

Romperle el corazón era lo más fácil, pero no lo menos doloroso. Sobre todo, porque el mío también estaba en juego. Fuera de toda variable matemática, yo no me permitía involucrarme con nadie. Ya era un hombre de cuarenta y dos años, con un estilo de vida forjado y un trabajo pesado en mis espaldas.

El centinela - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora