Algo molesta por la luz, refregué mis párpados.
Me dolía un poco el cuerpo y sin dudas, estaba manifestando los primeros síntomas de una gastritis. Con la acidez aguijoneando mi esófago, abrí más grande los ojos para notar que no había nadie más en la habitación.
—¡¿Mitchell?! ─recordando que debía mantener la voz baja, pregunté firme. Corrí las sábanas de lado, estaba vestida con mi camisón de abuela de bosque encantado. Sonreí al recordar cuando Mitchell le dio semejante nombre.
Caminé hasta el baño y golpeé con mis nudillos.
No obtendría respuesta. Miré la hora en un reloj de pared. Las tres de la tarde.
Me retrotraje entonces, a dilucidar lo vivido en las últimas horas.
"Vestirme como chica fácil, ir a Poupée, darme un beso de telenovela con mi centinela personal (merecía capítulo aparte), coquetear con el rubio asesino, coquetear con el moreno, raptar (o algo parecido) a Jeannette quien nos mostraría su cicatriz desagradable e inquietante, devolverla a las proximidades de su casa (que Mitchell bien había averiguado) y de vuelta, al hotel."
Regresar a mi cabeza lo ocurrido con la chica de la barra me hizo regurgitar: de regreso al Mustang, Mitchell había tenido la deferencia de bajar la ventanilla para que el aire golpee el rostro descompuesto de Jeannette. Pálida, solo mostró la cicatriz, alegando que al poco tiempo de ingresar a Poupée, Martin la obligaría a ser parte de sus huestes.
Ella había aceptado el trabajo y su demostración de lealtad se resumía en la atracción que le profesaba al moreno.
Sin solicitar mayores detalles, le dimos paz interior y silencio. Exhausta, tras el raid de la madrugada me dispuse a dormir.
Y profundamente.
Con ropa decente, bajé al comedor del hotel y recorrí las instalaciones rogando que Mitchell anduviera caminando por allí. Pero no. Seguramente, estaría operando sin mi compañía.
El muy bastardo aprovechaba mi estado de inconsciencia para escaparse y trabajar solo. Meneé la cabeza.
"El zorro pierde el cabello pero no las mañas."
Tomé el móvil anterior y tecleé su contacto en el nuevo, con la esperanza de que me atendiese.
Lógicamente y como era de esperar, no lo hizo. De vuelta a la habitación, sintonicé un canal de noticias. Pura cháchara que sólo serviría para llenar el ambiente de ruido. Caminando, aburrida, la curiosidad me atrapó al notar su bolso sobre la silla de falso cuero negro, escondida bajo el escritorio.
Me relamí con timidez, perdiendo la batalla contra la indiferencia.
Como una criminal en plena fechoría, miré hacia ambos lados, inútilmente, ya que no había nadie a mi alrededor.
Con lentitud abrí la cremallera para encontrar...¿¡sólo ropa!? Un par de polos oscuros, un pantalón y algo de ropa interior. Tragué fuerte con el recuerdo de sus labios posesivos sobre mí durante la madrugada. Desdoblando un suéter liviano y llevándolo a mi nariz, el perfume masculino que emanó me envolvió.
Se olía suave, seco y estremecedor. Cómo él.
¿Qué secretos guardaba bajo ese escudo protector? ¿Qué pasado ocultaba tras su oscuro mirar?
Pasé la mejilla por la tersura de la cachemira, imaginándome el roce de su pecho.
¿Por qué me atraía tanto? Era petulante, malhumorado y con graves problemas de comunicación.
ESTÁS LEYENDO
El centinela - Completa
RomanceSituados en una perdida cafetería en las inmediaciones de Nolensville, USA, Maya Neummen y Gustave Mitchell se verán las caras por primera vez a pesar de haberse contactado días antes. Para ella, él quizás sea quien le dará las respuestas tan ansiad...