Nueva Amiga

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Llega el domingo y Alondra miraba el techo de su habitación, aburrida, pero menos confundida, casi dormida. Mario estaba acostado en su cama, escuchando música, rock para ser exactos. Se puso a pensar en que su vida no tenía ningún sentido hasta ahora, casi todos los odiaban, excepto Pablo; se sentía como un descarado. Pensó también como cambiar, tal vez Alondra lo cambiaría, se dijo; pero era algo que no iba a suceder ya que ella lo quería evitar ahora. De tanto pensar, ambos se duermen al mismo tiempo, coordinadamente. Ella soñaba con el éxito, ser un alguien en la vida. Él tuvo un sueño un poco más raro... soñaba con alguien, a quien él no conocía ni había visto jamás. Piel canela, cabello negro despeinado, ojos profundos en los que se podía reflejar el alma de uno y un pequeño lunar opacado por una sonrisa bella. Se podía sentir desde lejos la simpatía de la chica. Entonces Mario se acerca y le pregunta:

- ¿Nos conocemos?

- Por supuesto que sí, eres mi mejor amigo ¿Ya lo olvidaste?

- ¿De verdad? Pero si no te conozco.

- Aún no.

- ¿Y cómo somos mejores amigos?

- Porque me caíste muy bien cuando te conocí.

- ¿Y cuándo fue eso?

- Más tarde.

- No tiene ningún sentido.

- Lo tiene, más de lo que crees.

- Casi olvido que esto es un sueño.

- Efectivamente, deberías despertar ahora, tal vez no me encuentres si llegas tarde.

- ¿A dónde voy?

- Tú sabrás.

- ¿Qué quieres decir? Al menos dime cómo te llamas.

- Lo averiguarás. ─ Dice empezando a caminar hacia una niebla detrás. No se puede divisar nada dentro.

- No, espera. Vuelve...

Mario despierta casi de golpe, se viste y va en busca de conocer a su supuesta mejor amiga. Mira cuidadosamente cada calle, cada persona, ninguna concuerda con los rasgos de la chica. Se hacía un poco tarde, ya eran las 6 de la tarde, Mario ya tenía que irse, pero siente una mano en su hombro.

- Disculpa amigo ─ Dice una dulce voz. ─ Tu billetera se cayó de tu bolsillo.

Mario emocionado voltea a ver si es la persona que buscaba. Pero no era, esta tenía un cabello color café, ojos azules, piel blanca, rozando la transparencia.

- ¿Por qué tan distraído? ─ Pregunta ella.

- Buscaba a alguien.

- ¿Cuál es su nombre?

- Aún no lo sé.

- Ehm... raro... al menos sabes cómo es él o ella.

- Cabello oscuro como la noche, ojos profundamente negros, piel canela y sonrisa perfecta.

- Bueno, hay mucha así. No puedo ayudarlo. ─ Dice y empieza a marcharse.

- Espera, también lleva un lunar en el labio inferior.

La dama vuelve y dice:

- ¿Qué quieres con ella?

- Conocerla.

- ¿La has estado espiando?

- No, lo juro, no sabía de su existencia hasta esta mañana.

- Eres raro, no confío en ti. Aparte te pareces al chico que se reía afuera del local incendiado.

- ¿Y eso cómo lo sabes?

- Estás en los periódicos.

- Eso no puede ser bueno, pero yo no tuve nada que ver con eso.

- Nunca se supo la razón.

- Ni yo la sé, me reía por un mal chiste que hice. Déjame contarte todo. ─ Y empieza a hablar de la mejor noche de su vida.

- Debo admitir que eso fue hermoso, te creeré por ahora. Mi nombre es Milagros.

- Un gusto ¿Y ella?

- Su nombre es Paula, debería estar en el centro comercial, te puedo acompañar hasta allá.

- Por favor.

Ambos llegaron al lugar sin ningún problema, conversando de temas normales, nada emocionante. Se acercan y ella le señala dónde está Paula.

- Anda tú, iré a buscar comida.

- ¿Qué? No me puedes dejar así.

- Sí puedo, adiós ─ Y se va despidiéndose con la mano, burlescamente.

Mario voltea los ojos y entra solo a la tienda, la mira; es exactamente igual a la chica de su sueño, no habría forma que no fuera ella, y él lo sabía. La chica se da cuenta de que la están mirando de una manera extraña.

- Hola... ¿No eres aquel que incendio ese local? ─ Pregunta ella.

- Que puedo decir... mis pasos de baile son muy ardientes. ─ Dice y empieza a reírse solo. ─ Lo siento, fue mal chiste. No fui yo.

- Si tú lo dices. ─ Se voltea a seguir mirando una blusa de su agrado para comprarla. ─ ¿Qué quieres?

- Bueno, solo sentí que me caías bien ¿No quieres ir a por un helado?

- No, ni siquiera nos conocemos, adiós. ─ Dice alejándose.

- Espera no te vayas, soy adivino. Si adivino tu nombre, irás conmigo.

- Ehm... ok.

- Uhm... ─ Mario se toca su sien. ─ Veo una P en el vórtice del destino... creo que esa es una A... hay una letra más, difícil de saber que letra es... parece una U... ¿Pau?... Paula es tu nombre ¿Me equivoco?

La chica quedó asombrada y no sabía qué decir...

- ¿Vamos? Tal vez adivinamos el futuro en el camino.

- Bueno, lo prometido es deuda.

Ambos van a disfrutar un buen helado, empezaron a charlar como si se conocieran toda la vida, se divirtieron mucho, se estaban riendo como tontos los dos.

- Oye, pregunta ¿No has soñado algo que se hace realidad a corto plazo?

- La verdad, sí ¿Por qué la pregunta?

- Solo curiosidad. Se hace tarde... creo que mejor nos vamos.

- Sinceramente, me estresa estar en casa.

- No tienes de otra.

- Cierto... Bueno ─ Dice renegando. ─ ¿Nos veremos otro día?

- Te dejaré adivinar esa pregunta. Au revoir. ─ Se despide y se va.

2 Minutos Cerca Al MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora