CAPÍTULO 4

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-Pequeña, ¿dónde estás? -Dije desde el pasillo.

-En la cocina. -Escuché.

Estoy bastante cansado, el otro día me hice con unas máquinas que vi en la calle, parecían valiosas, así que las limpié y las preparé para ahora venderlas y sacarme un dinero.

Fui hasta la cocina y allí estaba, dándole pequeños sorbos a su café. Preciosa.

-Me entretuve arriba trabajando y ahora voy a salir un rato, seguramente no llegue hasta poco antes de comer.

-Vale, ¿y qué pasa? -Contestó con una sonrisa.

-Quería que hicieses la comida, hay cosas por ahí, en la nevera y en las alacenas.

-Roberto, yo no es que cocine demasiado bien... Sé hacer muy pocas comidas. -Dijo con una dulce voz.

-Haz lo que sepas y sino ya cuando llegue miramos.

-Vale, me parece bien.

Sé como es Laura, una chica muy inteligente, se las ingeniaría para salir de la casa en cuanto me fuera, por eso cerré todo perfectamente y tapé las ventanas. Me quiere tanto que no aguanta en casa sin mí, pero tengo que ir a robar unas cosas para darle dinero a mi hijo, me llamó ayer para pedírmelo.

Yo vivo así, me gano la vida como puedo y la verdad es que no está nada mal. Me dedico a robar objetos de valor y a venderlos. Trabajo solo los días que quiero, gano el dinero que quiero y cuando quiero.

Me acerqué a ella y le di un beso en los labios. Sabía a café, así que profundicé el beso y me fui dejándola allí sentada.

Salí de la casa dirigiéndome al garaje a buscar mi coche. Había un taller en el pueblo de al lado que por las mañanas no abría, así que lo abriría yo y me llevaría todo lo valioso que encontrase. Tenía unas máquinas visualizadas y creo que también había varias placas de cobre.

Puse en marcha el coche hacia mi destino. Si siguiese recto por delante del taller llegaría a la ciudad donde vivía Laura antes de venirse conmigo.

Cuando llegué, bajé del coche y me puse a examinar la puerta. Era un taller bastante viejo, pero sabía que había objetos valiosos aquí.

La puerta era fácil de abrir, con una radiografía mismo ya servía. La mayor parte de las veces no me hacía falta romper las puertas, bien con una radiografía o varias horquillas lo conseguía todo.

Y así fue, cogí la radiografía que tenía en el maletero, ya para estos casos, y conseguí abrir la puerta. Entré y vi las máquinas, varias placas de cobre y casi dos mil euros en la caja registradora.

Primero llevé las dos máquinas para el maletero, me guardé el dinero en el bolsillo y luego fui a por las placas de cobre.

Una vez guardado todo, me subí al coche y me dirigí a la ciudad, al centro.

Ya que el plan fue un éxito y gané más dinero del que me hacía falta, decidí comprarle algo a Laura.
Me decanté por algo de ropa, ya que no tenía nada en casa.

Llegué a "Gran Calibre", un centro comercial enorme, lleno de tiendas, bares y sitios para pasar el rato. Di una vuelta por allí y entré en una tienda donde había mucho colorido, le compré varias camisetas. Eran bonitas.

Después entré en otro comercio, le compré dos pares de pantalones y una chupa de cuero, a ella le encantaban las moteras.

Por último, entré en una tienda de ropa interior, le compré varios tangas de los que ella usa; varios calcetines, tanto largos como cortos; dos sujetadores y un conjunto súper sexy para que me hiciese un baile esta noche.
Antes de irme para casa, pasé por el supermercado y compré pollo para hornear, verduras, patatas y como no, una buena botella de vino, quería que fuese una cena especial. También cogí comida para preparar los próximos días; yogures, fruta, galletas... Al acabar cogí el coche para regresar a casa. Tan pronto salí del párcking me di cuenta de que el tráfico era imparable. Entre un grupo de gente vi a una mujer, me sonaba mucho, pero no conseguía recordar de qué.

Al llegar a casa, bajé las bolsas del coche y subí.

-¡Hola, pequeña! -Dije mientras ella preparaba la comida -Fui a comprar comida y también ropa para ti.

-Hola, yo estoy haciendo pasta a la carbonara. -Dijo alegremente.

Yo seguía dándole vueltas al asunto de esa mujer.

Saqué los lotes de las bolsas para guardarlos y le mostré a Laura su ropa nueva.

-¿Cómo sabías mi talla?

-Es la misma de siempre, sigues usando la ropa de una niña de dieciséis años.

-Vaya... -Dijo ella bromeando.

Se me acababa de venir a la cabeza su madre. ¡Era ella esa mujer que acababa de ver hace una media hora! No quise comentarle nada a Laura.

Le encantó todo lo que le compré, el conjunto se lo daría después de cenar.

-Falta una cosa que no te di, quiero que sea una sorpresa. -Dije con voz seductora.

-¿Sorpresa para ti o para mí? -Preguntó ansiosa.

-¡Shhh! -Chisté a la vez que le guiñaba el ojo.

Callejón sin salidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora