CAPÍTULO 2

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Me metí en la cocina y me puse a calentar el aceite, quería hacerle algo especial.

Su comida favorita era la tortilla, recuerdo que siempre me la pedía para comer cuando venía. Eso sí, con cebolla.

Pelé y corté las patatas, batí los huevos, piqué la cebolla; mezclé todo en la sartén y le eché una pizca de sal dejándola en el fuego mientras que preparaba la mesa. Una mesa llena de color. Quería que el ambiente fuese agradable para entablar con ella una conversación como las de antes, de esas en las que pasábamos horas hablando, riendo, recordando... Me encantaban esos momentos.

Le di la vuelta a la tortilla y la puse en la mesa junto a una gran ensalada que también preparé; serví unos vasos de Nestea, lo que siempre bebíamos. Puse la radio, una cadena de música, y me encaminé a buscarla.

Cuando entré en la habitación, Laura estaba felizmente sentada en la silla, me sonreía y me miraba con la misma ternura de siempre. Estaba muy graciosa atada al asiento, nos encantaba ese juego.

─Pequeña, ya es hora de comer. ─Dije desatándola.

─Sí tengo hambre, pero quiero comer con mis padres.

¿Con sus padres? Ya que está aquí, que la convencí para volver... No pienso dejarla marchar.

─Yo te he preparado una tortilla, ya que tienes hambre... Vamos a comer.

La agarré de la mano y la llevé hasta la cocina. Cuando vio todo se puso muy contenta, la mesa estaba preciosa y más con ella ahí.

Se sentó delicadamente en una silla; yo en frente de ella. La pobre hasta lloraba de emoción.

Corté un trozo de tortilla y se lo serví en el plato.

─Aliméntate, Laura. Es tu comida favorita, tortilla con cebolla.

─¿Cebolla? Soy alérgica a la cebolla... Me sentará mal. ─Dijo sin ánimo de ofenderme.

─¿Pero cómo? Antes no lo eras.

─¡Ya te dije que no soy Laura! ─Dijo bromeando otra vez. Empezaba a cansarme su juego, pero eso me excitaba. Significaba que habíamos recuperado la confianza que hace años teníamos.

─¡Vamos, Laura, no te hagas la tonta! Deja de jugar y come.

Laura me hizo caso, paró de retozar y se echó ensalada en el plato. Eso sí, evitando la cebolla.

Me encantaba ver sus labios moverse mientras masticaba, con los ojos radiantes de alegría. Es muy guapa. Aún no me creía que la tuviese conmigo después de tanto tiempo.

─¿No te apetece tortilla? ─Dije extrañado.

─No puedo comer cebolla, Roberto. ¿Por qué no me escuchas? ─Manifestó entre risas.

─Para de vacilarme, pequeña, come lo que quieras. Yo voy a fumar al salón. ─Siempre fumaba antes de comer.

Me levanté, cogí mi bote plateado donde guardo el material y me dispuse a salir, no sin antes robarle un beso a mi amada. Ella me miraba con dulzura.

Salí de la cocina camino al salón. Abrí el bote, saqué el papel de aluminio, la dosis de heroína y el rulo. Puse la dosis en el papel de aluminio, lo encendí y me puse a fumar.

Después de disfrutar este chino regresé a la cocina, pero Laura no estaba. Vaya... Otro jueguecito de los suyos. Ahora qué es, ¿el escondite? ¿O quizá fue al baño?

Callejón sin salidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora