CAPÍTULO 6

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Empezaba a odiar a Laura en esos momentos, sabía que me amaba, pero lo que no podía hacer era tomarme el pelo y necesitaba ser castigada, ella se lo había buscado.

Esta mañana Vicente, un buen amigo mío, me había llamado por si estaba libre esta tarde, teníamos unos asuntos pendientes. Le dije que sí, dejaría a Laura haciendo mi dibujo. Ahora me imagino que estará dormida, le eché unas gotas de Tranquimacín en la comida, así que hasta dentro de unas horas no tendré noticias de ella.

Vicente y yo quedamos en un callejón de por aquí cerca. Me costó bastante encontrarlo, el muy cabrón estaba escondido con el chino en la mano.

Me comentó que teníamos algo pendiente, se trataba de una multa. Él y yo tenemos una especie de "negocio", cometemos grandes atracos y nos repartimos las ganancias. Normalmente nos sale todo como lo planeamos, pero a veces no, por eso Vicente estuvo en la cárcel no hace mucho.

La multa que nos pusieron fue leve. De esta vez solo nos pillaron con droga. La cantidad que teníamos que conseguir era de seis mil euros cada uno, doce mil en total.

─Tío, tenemos que pagarlas ya, no queda más tiempo. ─Dijo preocupado.

─Relájate, ¿qué tienes pensado? ─Dije en tono tranquilo.

─Tengo un par de bares localizados. Hacen bastante dinero y es fácil hacerse con todo.

─Pues ya está, iremos mañana por la mañana a verlos, planeamos por la tarde y a la noche lo ponemos en marcha.

─Oye, ¿dónde dices que son esos bares? ─Pregunté.

─En la provincia de aquí al lado, en Margareli.

─Entonces tendremos que pasar allí más de un día.

─Sí, ese es el problema, pero podremos dormir en el coche.

─Perfecto, entonces nos vemos mañana.

─Venga, hablamos.

Pensaba que estaría toda la tarde fuera, se veía que Vicente llevaba prisa, así que no tardamos ni veinte minutos en hablar las cosas.

No tenía nada que hacer esta tarde. Recordé que quedé en llamarle a un chaval, me había comentado que estaba interesado en una de mis máquinas.

Me fui para casa, abrí la habitación donde se encontraba Laura, estaba dormida, como yo me esperaba. Me aseguré que estuviesen todas las puertas cerradas y subí a la planta de arriba a ver el estado de la máquina. Estaba perfecta, pues el otro día aproveché para arreglarla. La bajé con cuidado, era bastante pesada, y la cargué en el Saxo.

Llamé a David, el chaval interesado.

─A las seis salgo del trabajo, antes no puedo. ─Afirmó.

─Okey, ¿en dónde nos vemos?

─Querría llevar la máquina a mi casa, ¿sabes en dónde queda?

─No sé, pero nos podemos ver en el parque Flogüer y te la acerco. ─Propuse.

─Genial, me harías un favor.

─Pues así será, nos vemos.

─¡Hasta luego!

Yo estaría al menos dos días fuera, Laura necesitaría comida, así que revisé las alacenas y la nevera comprobando que hubiera la suficiente. Había casi de todo, pero aún así salí a por pan de molde, yogures, zumos y refrescos. Tenía miedo de que se quedase con hambre. Luego subí a casa y me dediqué a coger una pequeña bolsa de viaje para meter varias cosas: dos mudas de ropa limpia, algo de abrigo, cepillo y pasta de dientes, la gomina y cuatro cosas más a parte de lo necesario para el atraco, pasamontañas, sacos, navajas...

Tenía todo listo y fui a ver a Laura antes de llevarle la máquina. Me la encontré con una de mis navajas haciéndose pequeños cortes en los brazos, ya estaba despierta por lo que se veía... ¿Cómo pude dejarla a su alcance? Me enfadé mucho. Esa navaja era especial y me la estaba manchando de sangre. Además que no entendía por qué se cortaba, ¿necesitaría color rojo para mi dibujo?

No quería entrar en la habitación, me gustaba mirarla a través de la rejilla. Si le sacaba la navaja en ese momento sabría que era especial.

Quise gastarle una broma y así conseguiría que soltase la faca y que no la volviera a tocar.

─¡Laura! ─Susurré cambiando mi voz─ Soy tu hada madrina, ¿qué estás haciendo?


Callejón sin salidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora