1. Mi cielo monócromo

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«Tengo frío. Quiero vomitar. Es desagradable...»

Una vez más me desperté a mitad de la noche. Me levanté del futón, no tiene caso intentar dormir de nuevo. Mis pensamientos llevarían mi sueño por una oscura soledad, un camino de dolorosos recuerdos y escenas cargadas de tristeza. Sería puerta para que en mi rostro reinara una solitaria expresión, o quizá lloraría dormido. No quiero que ellos se den cuenta de eso.

Salí de la habitación y luego de la casa. Sabía que no era momento para dar un paseo, pero me sentía ansioso. Necesitaba calmarme.

No había una sola alma en la calle. Caminé de la manera más tranquila que podía, a pesar de que la desesperación me exigía correr, como si de eso dependiera mi vida. Por unos eternos segundos, sentí como si mi pecho se hiciera pequeño y aplastara mi corazón, provocándome este sofocante dolor. Me llevé la mano al pecho y lo apreté, en un fallido intento controlar mi dolor.

Una pequeña gota de lluvia se resbaló sobre mi frente y extrañamente sentí un poco de alivio. Tenía que volver, o la lluvia me alcanzaría.

Regresé al futon, cansado, me acosté a un lado de Karamatsu, procurando no hacer ningún movimiento que lo despertara. Cuando por fin mi mente se tranquilizó, sin saber cuándo, me quedé dormido.

-Brother, despierta. Me estás haciendo daño.

Al abrir los ojos, vi mis dedos incrustados en el brazo de Karamatsu y liberé el agarre.

-Lo siento.

-Jeh, no pasa nada, brother.

-Tsk. ¿Tienes que ser doloroso en la mañana también?

Levanté mi pesado cuerpo, sin ninguna gana de abandonar el futón, y caminé al baño arrastrando los pies. Me miré en el espejo; tenía la misma expresión agotada, pero mis ojeras eran más profundas. Con el tiempo mi rostro se iba volviendo más sombrío y diferente de los demás. Tomé el picaporte, suspiré, y finalmente lo giré para salir al pasillo.

-¡Buenos días, Ichimatsu-niisan!

-Buenos días, Jyushimatsu.

Me encantaría saber cómo es que puede sonreír de esa manera, ¿es feliz? De alguna manera, mis labios se curvan cuando veo esa sonrisa, pero mi sonrisa no dura tanto como la suya.

-¡A desayunar! ¡A desayunar!

-Jeh, estás animado desde muy temprano.

Jyushimatsu tomó mi mano y me arrastró por el pasillo a la habitación donde los demás se encontraban ya sentados alrededor de la mesita.

Saludé y me senté a un lado de Osomatsu, quien me sonrió de la misma manera idiota que suele hacerlo. No quería estar ahí, pero tampoco quería que comenzaran a preocuparse inútilmente.

-Ichimatsu, ¿estás bien? -me preguntó Choromatsu, parecía preocupado.

-Estoy bien... -«No es necesario que te preocupes por mí.»

Comencé a comer y los demás hicieron lo mismo. El ambiente entre mis hermanos era ameno, a pesar de las bromas pesadas y las estúpideces que decían y hacían; sin embargo, yo luchaba comiendo el desayuno. Mamá cocinaba delicioso, pero ya no podía disfrutar de su comida. Cada bocado era una tortura y el asco se adueñaba de mí. Aun así, terminé mi porción.

-Gracias por la comida. Con permiso.

Me levanté de manera abrupta, quería salir de ahí. Crucé la puerta a toda prisa y la cerré con un poco de brusquedad. Caminé con paso veloz, y una lejos de casa, respiré el aire a bocanadas. El malestar que sentía era increíblemente horrible.

Besos del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora