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Llegó el día, esperaba que no lo hiciera, que Dios tuviera razón, pero no fue así, dejó su existencia física en la tierra al ya no poder, al no encontrar salida, y aquí estaba, era un débil montón de piel con alas inservibles, que jamás podría liberar su alma de su cuerpo porque la enclaustro de por muerte por el resto de su "infiernidad". Patético la verdad.

Me paré frente a ella, pero no se percató, la oscuridad impedía lograr bien, casi nada se lograba percibir, y no solo eso era un percance, sabía perfectamente por lo que pasaba ahora sabía que literal había voces en su cabeza, casi podía escucharlas, eran odio y dolor total hacia ella.

Ya me lo imaginaba

<<No sé qué haces aquí basura, gusanito lárgate de mí vista antes de que te eche>>
Una voz que pertenecía al ogro de la historia, su tía, la "cuidaba" desde que tenía ocho años.

<<Si... yo no creo que este mundo sea para ti ¿sabes? yo pienso que deberías dejar de vivir en un mundo que no te quiere... si suicidarte>>
Alexandra, el impulso que ella necesitaba para tomar esta decisión.

<<No te metas en mis cosas ¿quieres?, me tengo que ir Emma>>
Ezequiel, definitivamente pudo cambiar tanto las cosas...

faltaban un par de voces especiales, pero yo debía decidir cuándo sería el momento, no quería, la 'destruiría', pero no había otra y es mejor acabar con esto lo más pronto.

<<Hija, hoy iremos a casa de tu tía, saldremos un rato tu papá y yo...>>
Era solo el inicio, pero ya veía como el cuerpo que se retorcía de dolor se quedaba pasmado, a la espera de recibir el golpe

La luz nos cegó los ojos, podía verla perfectamente.
Estaba desnuda, su cara pálida, pero su piel más bronceada, la sangre le escurría por los brazos y su cuello rojo y quemado escurriendo tiritas de sangre, moradas y rojas, era mucha sangre, pero nunca acabaría porque hace mucho acabó. Como todos tenía alas, negras, eran preciosas pero inservibles, la sangre escurría también por su espalda, emanaba de la unión espalda-alas, su cabello cubría su desnudes, era negro cual petróleo y largo, muy largo, y nadie, nadie la quiso.

Emma se levanto, o eso trato, le temblaban las rodillas.

tienes que hacerlo- me dije.

La agarré y la tiré frente al espejo- es estúpido pues todo lo que hago es para que se "arrepienta" de lo que hizo, sufra por toda la eternidad y bla, bla- cayó de rodillas, se detuvo y observo cada detalle de su cuerpo, al ver como sangraban sus brazos y su cuello ardía rompió en llanto con un grito desgarrador, me dolía verla así, no era su culpa y aun así pagaba por... por mi.

Soy Lucifer el ser más temido de todos, el líder de los demonios, desterrado por su propio padre, amante de la lujuria, el orgullo, la venganza y la envidia, pero disfruto cuando es algo que merece ser así, el Karma proviene de mí, no del idiota de arriba, y no estoy disfrutando de ver a una niña sin oportunidades por la estupidez de padre e hijo.

-Que...- soltó, no pudo decir más, la voz se le quebró al instante.

No pude más.

-Emma, cálmate pequeña, relájate, por favor- sonaba más a una súplica.

sus ojitos aguados voltearon a verme, se sorprendió, más no lo demostró, se hizo un ovillo y volvió a llorar.

-Emma, aquí no hay nadie que te odie, que te quiera lastimar, por favor- sabía que rompía las normas, una por una.

-¿Que?- su voz era suave, completa confusión se mostraba en su rostro.

-Emma confía en mi- su mirada vacía se quebró, ahora era tristeza y firmeza.

-No confío en nadie- susurró.

-te conozco mejor que tu misma.

-ya veras que no- una sonrisa de lado y un intento de ponerse de pie. tan falsa y tan inútil.

-No intentes desafiarme- cerré los ojos y respiré profundo en un intento de apaciguar el odio en el pecho- Emma- me acerqué a ella lo más cariñoso que pude- deja de pelear, aquí nadie te piensa dañar-

-Entonces... porque me duele.

este será un caso complicado.

-Nadie excepto tu, tu misma dejaste de vivir, por ti- creo que no me expliqué bien.

-Me odio.

-por eso sufres pequeña- me acerqué a ella, era suficiente.

toqué suavemente su cabello, le hice levantar la vista, eran unos ojos tan tiernos, había dolor, pero no odio y eso la hacía especial, la alcé, era obvio que no podría ponerse sola de pie.

-duérmete le susurre en el odio esperando calmarla.

La llevé hasta lo que sería su nuevo hogar, que detestaría en cuanto despertara.

Era precioso el sitio, no puedo negarlo, y justamente por eso era para Emma. Una mansión gigante, con una fuente en el patio trasero, tenía dos salas, un comedor gigante, una bodega con joyas y oro, su habitación era tan grande como una sala de casa promedia, su colchón tieso y cobijas que pesan y pican, con un diseño de alta costura, sin peluches, ella ama los peluches, hay un baño gigante en su habitación y un armario con toda la ropa que cualquier modelo quisiese tener. Definitivamente se enfadara cuando despierte, al menos tiene una bañera que de seguro si va a querer y pasar mucho tiempo en esta.

La dejé en su cama, en ese omento me di cuenta de que su cuerpo eran puros huesos, se veía tan débil, se le notaban las costillas y su cara pálida.

-Diablo- susurró

-¿eh?- me asombre, no recuerdo haberle dicho quién era.

-Gracias- sonrió levemente, no entendí porque o cómo.

-¿De que?- En serio tenía la duda pero ya se había dormido.

Sueños de Emma I

Esto no es real, me di cuenta cuando todo el borde de mis ojos parecía estar empañado como los vidrios de los autos cuando llueve, como en las películas cuando aparecen escenas de recuerdos. No solo eso, también están mis papas a lo lejos saludándome efusivamente, como los extraño, porque no pueden ser reales.

-¡Emma!- Los ojos cristalinos de mi mamá me hicieron sentir el corazón.

Estaban vestidos como cuando iban a misa los domingos, con algodones blancos en punta por encima de su espalda, parecían alas.

Empecé a correr hasta ellos pero a uno pasos de alcanzarlos el piso hacia que fuera complicado caminar.

-¡Mamá!- Chillé.

-Hija, tranquila, hasta aquí podemos llegar- Una sonrisa de consuelo de madre me relajo

-pero ma...

-Se fuerte, algún día nos volveremos a encontrar, y estaremos juntos de nuevo- Mi mamá agarró de la mano a mi papá.

-Los amo- logré decir.

-Hija mía, te amo mi pequeña saltarina- Así me llamaba mi papá de pequeña.

-Y yo a ustedes- lágrimas desenfrenadas empapaban mi cara- No quiero que se vayan.

-Es injusto cariño, pero es hora de que estés sola, aprecia lo que en vida te causo molestia- Dijo mi papá- ¡te amamos!- exclamaron al tiempo y una nube negra cayó sobre mis padres.

- ¡No...! 

Mi Infierno es Tu CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora