Capítulo XVI

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Una vez más, Daisy no había conseguido sacar nada de lo que le pasaba a su chico, solo habían disfrutado bajo las sabanas durante un rato y ella ni siquiera le había preguntado el motivo de que estuviera tan disgustado. Esperó a que directamente se lo contara él, pero esa explicación no llegó. A pesar de todo, Daisy ahora estaba de buen humor. Por lo menos había quedado claro que, aunque Christian no le confiara sus pesadillas, él acudía corriendo a sus brazos cuando necesitaba compañía. Se había percatado de que, de algún modo, el chico la necesitaba.

Hacía más de dos horas que Christian se había ido, tuvo que abandonar la casa precipitadamente antes de que llegaran sus padres y su hermano pequeño. No eran una familia chapada a la antigua, pero seguro que a su madre y a su padre no les habría hecho especial ilusión encontrarse a su niña desnuda en la cama con un chico, también desnudo.

Ahora, la pelirroja estaba ante su ordenador portátil sentada en su cama medio deshecha cotilleando en las redes sociales. Se fijó en que una amiga suya había ido a la peluquería y se había cortado el pelo como unos cinco dedos. "Tía, te queda genial. ¡Menos mal que te has atrevido!" publicó debajo de la fotografía en Facebook poco después de darle al "me gusta".

Siguió trasteando por la red un poco más hasta que su madre la llamó a gritos para cenar. Tenía hambre, así que no se hizo esperar como otras veces. Se levantó de la cama y acudió a la llamada dejando el ordenador encendido y sin percatarse de la publicación que había dejado en pantalla, una noticia que de haberla leído seguro que le habría parecido de lo más interesante.

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Christian, tras irse corriendo de casa de su novia, se topó con Tizón y, junto con varios colegas, se fueron a dar una vuelta por el barrio. Fumó un poco y bebió un par de cervezas. Antes de tomarse la cuarta, se despidió de la pandilla. No le gustaba emborracharse demasiado, no quería perder el control.

Llegó a casa dándose un paseo. Al entrar, Emily salió de la cocina a su encuentro. La chica se quedó mirándole durante unos minutos sin saber qué decir. Finalmente, se atrevió a acabar con el silencio incómodo.

- Christian, perdóname. – El chico notó la sinceridad de su disculpa.

- No te preocupes. El tema está zanjado. No quiero hablar más de ello – dijo mirándole a los ojos-. Me voy a mi cuarto, estoy cansado.

Empezó a subir los escalones, cuando iba por el cuarto, Emily a su espalda volvió a romper el silencio.

- He conocido a tu padre. Está arriba, en su cuarto.

- ¿Está aquí? - Christian adoptó una mirada de rabia y miró hacia arriba, a la puerta del dormitorio de su padre.

- Sí, dijo que estaba cansado y se ha metido en su habitación.

Se quedó un breve suspiro recapacitando, intentando frenar un impulso animal que sabía que estaba a punto de aflorar, pero la bestia que había dentro de él terminó por ganar la lucha interna. De repente, el chico echó a correr escaleras arriba, irrumpió en la habitación de su padre, se abalanzó sobre él y le sacó de la cama. El hombre, que había caído al suelo a causa del empujón de su hijo, se levantó con dificultad apoyándose en la cómoda.

- ¡Fuera!

- Hijo, ¿qué haces? - Sonrió en un intento de darle pena.

- Quedamos en que mientras yo te pasara pasta no volverías por aquí. Estoy harto de tus idas y venidas.

Emily Foster y los cinco vérticesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora