Aquella mañana cruzaron el Golden Gate bajo un radiante sol y un calor casi asfixiante, se notaba la humedad en el ambiente. Al volante iba Christian mientras ella intentaba relajar sus nervios. La noche anterior no había conciliado el sueño por miedo a lo que se avecinaba aquel día y aprovechó para Investigar un buen rato a su tío a través de internet, al igual que hicieron con el padre Eichmann. No lograban establecer un vínculo entre ambas personas y, para investigar, habían llegado a la conclusión de que la mejor opción era infiltrarse en la casa de su tío y curiosear. Emily no tenía un gran recuerdo de su familia, pero una parte de ella tenía muchas ansias de reencontrarse con ellos.
Una vez al otro lado del puente, se dirigieron a la isla Belvedere, una fabulosa zona de casas de lujo. La joya de la corona era la mansión de los Davenport, aparcaron ante ella y se bajaron. Se apoyaron en el capó del vehículo; mientras Christian admiraba la mansión con los brazos entrecruzados y asentía con la cabeza, la chica la contemplaba algo asustada. Al percatarse de su expresión, el chico acarició la espalda de Emily para tranquilizarla. Se le erizó toda la piel repentinamente. Ese gesto le había pillado desprevenida, pero le encantó la suavidad de la caricia. Respiró hondo y el chico le hizo un gesto ladeando la cabeza, animándola a dirigirse a la casa.
— Yo te espero aquí —dijo con delicadeza.
— ¿Cómo? –ella se había imaginado que él la acompañaría hasta adentro.
— Emily, este es un asunto de familia. Te toca afrontarlo sola.
Después de que esa caricia en la espalda aliviará sus nervios, ahora se volvían a acrecentar. Aunque sabía que tenía razón, esta era una prueba que llevaba su nombre.
Atravesó el empedrado camino que dirigía a la gran casa de estilo mediterráneo. Había varias altas palmeras que movían sus grandes hojas con la brisa. Una planta trepadora recorría y cubría gran parte de la fachada pintada en un precioso y elegante amarillo. La mansión era enorme, aunque en su recuerdo era todavía mayor. De pequeños percibimos todo más grande de lo que realmente es. Hacía muchos años que no visitaba aquel lugar y no había cambiado demasiado. Ella, por el contrario, sí lo había hecho. ¿La reconocerían sus tíos?
Dirigió el dedo índice hacia el timbre. Notó el temblor de su cuerpo, que se propagaba hasta su mano. Pulsó una única vez, escuchó el sonido de la llamada en el interior y esperó a que abrieran. Mientras lo hacía, se lo pensó una segunda vez y dio la vuelta para salir corriendo y huir, todavía no estaba segura de que ir a esa casa fuera la solución a todos los interrogantes, aunque, siendo sinceros, lo que realmente le estaba perturbando tanto era imaginarse la reacción de su familia cuando descubrieran que estaba viva y paseándose por la otra punta del país.
Cuando hubo dado tan solo dos pasos de retorno al coche, recapacitó y volvió a girarse hacia la mansión, la puerta se abrió ante ella.
Una chica latina, bajita, delgada y joven la miraba desde el interior. Llevaba un vestido de asistenta azul cielo con un delantal y el oscuro cabello recogido en una coleta alta.
— Buscaba a Barbara —informó Emily con un gesto inocente.
— ¿Quién es, Gabriela? — se escuchó a una mujer acercándose por un pasillo que quedaba a la derecha de Emily.
La refinada mujer, al ver a su sobrina, se detuvo en seco. La impresión de esa inesperada visita hizo que aflojara sus dedos y se le resbalaran unas cartas que en ese momento sostenía. Hacía años que no se reunían, pero supo quién era nada más verla. Negó con la cabeza y corrió a darle un abrazo. A Emily le transmitió mucha paz ese momento, necesitaba encontrar una reacción como aquella. Barbara percibió sus nervios y cerca del oído le susurró: "Tranquila". La estrechó entre sus brazos durante un par de minutos, todavía no se creía que estuviera allí, en la entrada de su casa. Cuando finalmente se separaron, ella la miró de arriba a abajo comprobando que estuviera bien, buscando algún moratón o herida.
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Emily Foster y los cinco vértices
ParanormalA las chicas como Emily Foster no les suele pasar nada especial. O así es hasta que lo único que encuentran de ella es su pijama ensangrentado. Su posible vinculación con drogas, o incluso la relación con su controladora madre, son algunas de las cl...