EL NORTE (PARTE 3) LA CORTE DE LOS VIENTOS

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—Ya lo has visto, ¿no es así?— dijo Öhn mientras contemplaba su espada dentro de su tienda de acampe

—¿Cómo supiste que estaba? —respondió una voz a sus espaldas, mientras seguía pasando un paño a su sable

—Aun, soy hijo del viento—replicó Öhn con un soplo risueño

—Si que lo he visto, y resulta increíble, como por poco abandonas el mundo de la luz. Pero aquí estas

—Así es. Aunque lo que resulta mas increíble, es que tu estés aquí, siendo que esta misión se me encomendó personalmente a mi por los dioses.

—En efecto. Pero ocurre que ya no estas a cargo de ella. Verás, nuestro padre esta feliz con tus logros, pero él juntamente con la corte ya han emitido su decisión final. Espero que lo entiendas

—Escúchame bien Ve'rkoi, yo encontré a ese muchacho y nunca, nunca por ningún motivo lo abandonaré hasta cumplir su propósito—respondió Öhn dándose la vuelta y contemplando a aquel joven de armadura resplandeciente.

—Bonitas palabras, pero ¿Dónde esta el rey de los hombres ahora?—cuestionó Ve'rkoi, y aprovecho el silencio que produjo aquella pregunta diciendo —¿Lo ves ahora? ¿Comprendes por que estoy aquí? Has perdido las riendas de esta misión, asesinaste a una criatura del hielo, con todo el peligro que eso conlleva, de no ser por el ekvoreth te habrías corrompido en las sombras. Arriesgaste la propia vida del rey de los hombres y no conforme con eso, lo abandonaste a mitad de camino a merced del invierno eterno.

—Las cosas no son así como las planteas, ademas nunca has tratado con un ser de barro, su voluntad es mas tenaz que el mas duro de los cristales. Él mismo me ordenó que lo abandone y que escolte a esta gente a sus hogares.

—Bien, muy bien hecho Öhn. Lo que no sabes es que antes de llegar a las montañas rojas una de las hordas lo capturó tomándolo como esclavo.

—No es posible, tome todos los recaudos para que eso no suceda

—Entonces, me temo que no fueron los suficientes— dijo Ve'rkoi provocante

—No me obligues a...

—¿Qué vas a hacer Öhn, acaso vas a asesinar a tu hermano como hiciste con aquella criatura de hielo? No traes tu corrupta armadura, así que no hay nada que puedas hacer. Vuelve a casa pacíficamente rogando el perdón de nuestro padre, quien sabe, quizá te perdone y puedas volver a entrar al palacio nuevamente—replicó aquel joven hermano de Öhn. Öhn arrojo su espada.

—Que los dioses te ayuden—respondió a regañadientes

—Así sera, aunque quien necesitará la ayuda ante la corte, seras tu—dijo su hermano. Öhn entendía las intensiones de su hermano, notó el relicario que traía en su cuello. Caminó hacia la salida de la tienda dándole la espalda, pero inesperadamente blandió la espada contra su hermano, quien freno la embestida con la suya

—No te libraras de mi tan fácilmente hermanito—gruñó Öhn

—Acabas de dictar tu sentencia al mundo de las sombras—respondió

—Entonces envíame ahí, si es que puedes

—Rindete y abogaré a tu favor ante la corte y ante nuestro padre—Öhn se acerco hacia él y lo ahorcó con su mano izquierda tan rápido que no pudo predecirlo, lo acorralo contra las paredes de la tienda

—¿Estas asustado porque no pudiste predecir esto? Mis manos están marchitas por asesinar un ser vivo de una naturaleza distinta a la mía y por eso no pudiste predecir mis movimientos, pero tu naturaleza es igual a la mía ¿No es así?

El despertar de los hombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora