EL LEJANO ORIENTE (Parte 2)

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Un vapor y una neblina incesante se apoderaba del campo de batalla, a la distancia se veía un juego de luces centelleantes provenientes delos intensas llamas de fuego. El sonido de los tambores de guerra delos hombres de las llamas resonaban con tanto ímpetu que hacían vibrar los pechos de los hombres del oriente y agitaban la tierra debajo de sus pies. Estaban a pocos metros del primer umbral que los separaba de una muerte helada asegurada, tanto a hombres de barro como aquellos nacidos de las llamas, ya que tenían solo una armadura ligera y no sus pieles abrigadas.

Los Gadeos avanzaron sobre el ala izquierda, Kahel hizo lo mejor que pudo para resistencia al choque. Su apariencia de bravo guerrero bajo una mirada furtiva que se alzaba sobre unos pómulos angulares y patricios, animó a los hombres que habían perdido las fuerzas y esperanzas con palabras de aliento y fortaleció los corazones de los que aun estaban en pie

—No es una tarea fácil, y nadie dijo que lo seria. ¡Pero lucharemos por nuestra libertad, por nuestras mujeres y por nuestros hijos!Mientras haya aliento en mi, daré lo mejor que pueda. Ya hemos visto que los dioses de fuego también sangran como nosotros y que son capaces de morir. Venguemos tantos años de sangre inocente derramada y de esclavitud. Este día se recordara como el día en que un grupo de valientes hombres se revelaron contra la opresión del fuego—exclamó con gran fuerza Kahel, aunque en ese momento aquellas apretadas palabras parecían no ser suficientes.

Al otro lado Lyarj trataba de resistir a la embestida de los tamtrak,aquellos lobos hambrientos de carne humana eran aun mas feroces en ataque de corta distancia que en larga, quizá porque usaban todo su cuerpo como arma de guerra tanto sus afilados dientes con sus potentes mandíbulas como también sus garras o quizá por el terror que infundían al estar frente a frente a los hombres, los superaban en estatura y fuerza a pesar que aquellos hombres del oriente eran mas fuertes y altos que el resto de los hombres en el norte como en el sur.

Las filas centrales fueron desmenuzadas por las llamas dejando a los dos cuerpos del ejercito inconexos separados por una enorme muralla ardiente. Las fuerzas enemigas estaban acorralando al ejercito de los hombres del oriente, frente a ellos la descomunal furia de los dioses ardientes y a sus espaldas el hielo que parecía aguardar a que cualquiera de ellos cruzara el umbral de cristal para sumirlos en una gélida muerte.

Lyarj y comenzó a gritar con tanto ímpetu que parecía que en cualquier momento iría a desgarrar sus cuerdas vocales —¡Retrocedan!¡Retrocedan!— Algunos que lograron oír su ahogada voz entre gritos y rugidos de las llamas hicieron eco de ella para que todo guerrero sepa que ese era el momento de retirarse, y sabían lo que eso significaba... que habían perdido.

Kahel por el contrario de sus colegas del otro lado del muro de fuego, mantuvo la posición de ataque esperando a aquellos monstruos de las llamas, tenían sus lanzas púa de plata listas para atravezarlos, pues ese es el único metal que hiere de muerte a un dios del fuego y ellos lo sabían bien gracias a las enseñanzas de sus amigos lanudos. Los Gadeos y los clanes de Magmar desplegaban sus estandartes marchando a paso de hombre y lo hacían con una sincronización digna de admirar. Naghôk observaba a la distancia, sabia que era una victoria inminente y no se preocupaba demasiado por conservar las estrategias. Kahel corrió al choque y todos los hombres le siguieron lanza al frente.

A la distancia, sobre una loma un tanto elevada un gnork observaba con su ojo sano la batalla de los hombres contra los dioses de las llamas. Aquel sujeto llevaba un parche en su ojo derecho y un casco tricornio metálico característico de los guerreros gnork. Parecía haber estado ahí observando todo sobre su cazaurius, un animal feroz con cuerpo similar al de un avestruz aunque con garras terriblemente mas afiladas y con rostro de un saurio. Tan solo un gnork es capaz de domar tales bestias, y aquel en especial era un guerrero de rango, famoso entre su gente por su indómito temperamento. Observó las oscuras pieles de los hombres del oriente chamuscarse por el fuego. Pensaba en su fuero interno que aunque los hombres tuvieran tal valentía de enfrentar a quienes consideraban los dioses de las llamas, sus armaduras no acompañaban su coraje. Corazas de gruesas pieles trenzadas, yelmos de cráneos de bueyes, lanzas de madera con púas de plata y capas de hielo fluhatar, no serian suficientes para derrotar al ejercito de Ignivis oriental.

El despertar de los hombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora