EL SUR (PARTE 2) UN NUEVO REY

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Todos en las villas del sur lejano esperaban ver regresar a sus exploradores del invierno eterno, pero a medida que los días pasaban la esperanza se iba haciendo minúscula. Cada vez pensaban en que era imposible salir de aquellos limites en los que estaban confinados.

La esperanza de que un rey de carne y sangre, pudiese liberarlos del poder del hielo, resultaba una creencia fantasiosa, incluso ya muchos empezaban a tomarla como una rara y confusa leyenda mística.

Era la mañana de un día gris. Un joven muchacho explorador merodeaba por los lindes entre el bosque frío y las tierras lejanas del invierno eterno, cuando de repente, algo divisó a la distancia. Entre cerró los ojos tratando de forzar la vista para corroborar lo que veía. Una silueta de hombre se contorneaba entra la espesa bruma helada. Se trataba del joven guerrero Arkwol, pero el muchacho no lo supo hasta que dio voces en el campamento de que alguien se acercaba a los limites. —¿Pero... un solo hombre? ¿Cómo podía ser eso posible? —se preguntaban entre ellos. Tan pronto como se corrió la voz y los guerreros tomaron sus armas preparándose para lo que viniera, llegó a oídos de Igard, entre tanto alboroto.

—¿Qué sucede Galardot?

—Un niño vio mientras merodeaba por los limites, una silueta en la niebla aproximándose hacia estas regiones

—Vamos

—No, no es necesario. Ya enviamos a un grupo de exploración para informar sobre todo lo que vean, si vamos con todo el ejercito, las tiendas quedaran desprotegidas, y las mujeres y niños, indefensos

—Tienes razón

—Solo doy mis humildes consejos. Se que ser el líder del clan no es tarea fácil, y mas aun cuando acabas de perder a un hijo que amas.

—Así es viejo amigo, siempre sabes que decir—dijo Igard palmeando el hombro de Galardot, su mano derecha.

De momento a otro, la voz de una muchedumbre alborotada invadió la frágil tranquilidad, que había vuelto a imperar.

—¿Qué sucede capitán, porque tanto bullicio? —cuestionó Galardot

—Sucede señor, que la silueta que vio aquel muchacho en la gélida neblina, era uno de los nuestros— respondió aquel capitán de la misión, haciéndose paso a un costado y dejando ver la camilla improvisada, de una tela arpillera abrazada a dos cayados de madera maciza en sus laterales, lo cargaban entre cuatro hombres, sujetando los extremos en sus manos, uno en cada esquina.

—¡Por todos los dioses!... ¡Arkwol!—exclamó una muchacha de repente. Igard reconoció la dulce voz de su hija, sin siquiera voltear a verla.

—¿Le conoces? —preguntó su padre pese a que era evidente la respuesta

—Si es... es uno de mi grupo—respondió Kiritye con voz de tremola. Igard dio la orden de inmediato que lo entraran a la tienda para así ser asistido por los sabios del fuego. Allí venían ellos, barbudos, coronados de extraños y presuntuosos ornamentos sobre sus cabezas y toda clase de colgantes en sus cuellos. A simple vista parecía que aquellas alhajas deslumbraban con el mismo brillo del sol

—¿Pero que fue lo que habrá pasado? —preguntó el general y mano derecha del líder

—No lo se Galardot, no lo se. Pero algo es seguro, las cosas no están saliendo como las habíamos planificado, ahora al parecer su vida esta en mano de los dioses, debemos rogar por su mejoria asi sabremos que es lo que sucedio realmente. Al fin y al cabo, parece ser el unico sobreviviente de aquella interminable expedición— afirmó masajeandose el corazón

El séquito de sabios estaba atrincherado dentro de aquella tienda, desde afuera se veía brotar humaredas de todos los colores imaginables. Los guerreros de alto rango enviaron a que se corra la voz de que el joven Arkwol había regresado, para así llamar la atención de sus padres a que asistiesen a verle.

El despertar de los hombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora