" y me abalancé sobre él con un simple cuchillo de cortar pan"

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Mi vida no debería llevar este rumbo. Literalmente. Este barco no me lleva a casa, no me lleva con mi familia ni con mi amor, si los tuviera. No sé siquiera donde estoy yendo, o más bien dónde me están llevando. El ataque fué rápido y de noche, aquellos ojos chispeantes de emoción luchando por ver en la noche, esos movimientos invisibles, los susurros tras mi puerta y las sombras a traves de los troncos que formaban la pared de mi casa. Eran demonios borrosos ante mis dormidos ojos, enormes y con voces extrañas, roncas y excitadas. Difrutaban haciendo esto.

Nunca me han aceptado como soy en mi ciudad, " eres demasiado impulsiva para ser mujer" dicen, "no deberías vivir sola, no puedes defenderte" dicen, "nadie querrá casarse contigo si eres tan insolente" dicen, " el hombre no es un igual, debes obedecer" repiten. Yo lo único que pude hacer pocos segundos antes de que aquellas bestias entraran por mi puerta fue coger la manta de la cama, un ridículo cuchillo y cubrirme con ella en una esquina de la habitacón. No sé en qué estaría pensando, cuando entraron cerré fuerte los ojos, y me permití el lujo de tener miedo durante tres segundos, escuchaba hablar a las bestias, sabía que una se estaba acercando. Me levanté y estúpidamente con un simple cuchillo enano de conrtar pan corrí de frente hacia él.

Estaba enfadada y furiosa, no tenían derecho a hacer aquello, me llevarían con ellos, seguramente, pero no iria sin más. Me abalancé y tumbé al que se acercaba a mi, le clavé el puñal en el costado dos veces antes de que me cogiera la muñeca. Sentí manos intentando separarme pero la bestia chilló algo y pararon. Yo solo queía liberar mi muñeca y matar a aquel perro del infierno. Por más que me retorcía aquello no mejoraba, lo único extraño que noté fué que aquella bestia me miraba, me miraba fijamente con el ceño medio fruncido, como si quisiera entenderme, tenía la cabeza inclinada, como un perro que no entiende que le dices. Le miré sin entender qué quería, en el momento que mis ojos verdes se posaron en los suyos cambió la mueca y una horrible sombra cubrió su cara. Se levantó y me levantó con él, le dijo algo a los otros y se fue llevándome con él sin que pudera evitarlo.

Y aquí me encuentro, en un barco de madera, no muy grande, tallado con cuidado y dibujando bellas y toscas figuras, no me recuerdan a los barcos de Paris, mi ciudad. Aquellos son mas laboriosos y emperifollados; estos parecen mas robustos, aunque quizá sea porque los que tripulan, son muy grandes y de una compexión que no tine nada de ver con los soldados de frankia. Son personas extrañas, mujeres y hombres luchan juntos, ambos con pelos de lo mas diversos, con rapados y formas extrañas, al igual que los tatuajes que los recorren queriendo enterrar cada milimetro de piel blanca. La mayoría estan sentados alrededor de la pequeña cubierta, descansando, otros hablan al final de esta, su ropa es tan... peluda. Capas pesadas con pelo para protejer del frio al que yo me encuentro expuesta solo con mi triste camisón.

Miro a los tres que estan hablando y intento descubrir que dicen por sus gestos y expresiones, parecen ser los que llevan el mando pues la gente los mira expectantes y parecen tomar decisiones importantes. Y derrepente los encuentro. Los ojos de la bestia que tumbé, un azul tan claro que deslumbra, me miran derrepente, como si me hubiera sentido, y sin poder evitarlo un escalofrio de asco me recorre de arriba abajo. Arrugo la nariz de forma instintiva y giro cara.

Los Ojos De La ValkiryaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora