Capítulo 11

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Retrocedemos sigilosamente mientras que el sonido de esas pisadas se va haciendo cada vez más sonoro. Casi habíamos retrocedido hasta alcanzar las escaleras para volver a bajar al sótano cuando la puerta empezó a abrirse. La puerta se detuvo en seco y por lo que sea, quien estuviera detrás de esa puerta, se había detenido.

Conseguimos bajar las escaleras hasta llegar al sótano:

- Debemos de irnos ya. Tenemos que salir pitando. - Le reprocho.

- ¿Te crees que yo me quiero quedar aquí? - Me vacila.

Con la caja de metal en la mano intento subirme a unas cajas para alcanzar una pequeña ventana que da al exterior de la casa.

Las pisadas se extienden sobre nuestras cabezas. Ya estaba encima de nosotros. Le hago un gesto de silencio a John y le señalo la escalera que se encuentra a su espalda.

John coge la pequeña escalera que más que escalera, sirve para alzarse pero es suficiente para llegar hasta la pequeña ventana que da al exterior.

Soy el primero en subir. La ventana no está muy alta pero no puedo abrirla, parece que hace años que no se ha abierto. Intento quitar el pestillo con todas mis fuerzas y esto no solo desemboca un ruido notable si no que de la impresión, la caja de metal se me ha caído al suelo haciendo diez veces más ruido. No era de extrañar que nuestro invitado no grato haya pegado un bote y corra hacía las escaleras del sótano.

- ¡Vamos, salta! - Me grita John.

Pego un salto y caigo al césped de la parte trasera de la casa.

- ¡La caja, pásamela! - Le devuelvo el grito.

John me tira la caja y la cojo al vuelo.

- ¡Venga vamos, deprisa! - Casi le suplico a John.

Mi corazón va a mil por hora, si no me ha dado un infarto ya, no creo que ese fuera el momento de cambiar la costumbre pero de pronto se para al ver que detrás de John está aquel hombre vestido de negro. Aquella mirada penetrante, perturbadora y escalofriante que me miró a los ojos en mi casa, en el hospital...

John saca la cabeza por la ventana pero es demasiado tarde, el hombre de negro lo coge de la pierna y lo tira hacía atrás.

Sé que darle la caja es la única posibilidad de que deje a John salir de ahí con vida pero sería perder la única pista que tenemos. Sería volver a estar un paso por detrás de él.

Me acerco a la ventana, alargo la mano que sostiene la caja y la introduzco por la ventana.

- Aquí tienes, déjalo - Puedo ver la mirada de John al escuchar mis palabras.

Parece como si prefiriera arriesgarse a ver que le podría pasar que perder nuestra única pista. Lo que él no sabe es que mi otra mano no está vacía.

Tiro la caja al césped y lanzo con la otra mano una piedra que he cogido al caer. Lanzo la piedra con todas mis fuerzas y sin controlar mucho la dirección. La piedra le da en el hombro pero es suficiente para que John le empuje mientras que él intenta salir de allí.

- ¡Corre John, corre! - Le grito.

John pega un impulso con una pierna en la escalera y salta por la ventana como si de una película de acción se tratara esta escena.

Por suerte, John consigue salir. Cojo la caja y sin mirar atrás, empezamos a correr.

Sentía la adrenalina fluyendo por todo mi cuerpo. En ese momento los dos éramos imparables y sentíamos que nadie nos podría alcanzar. Echaba de menos esa sensación de seguridad y libertad que solo encontraba cuando hacíamos de las nuestras.

Noches de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora