Capítulo 2

372 49 15
                                    

Olvidé por completo que había quedado con John para enseñarle mis avances en la maqueta del F-117 a eso de las seis y ya eran las cinco y media y en mi casa parecía que se había realizado un ritual satánico por toda la sangre que se encontraba por el suelo. Tenía media hora para limpiar todo aquel desastre y me puse manos a la obra.

Cuando terminé de limpiar todo aquello, la sangre no se había ido del todo de la madera del suelo pero no era visible a plena vista, claro que mi madre si se daría cuenta, tenía que pensar en una excusa o en la manera de eliminarla por completo del suelo si no quería verme involucrado en un buen interrogatorio y por su puesto olvidarme de la idea de volver a quedarme solo.

Llaman a la puerta, me dirijo a abrirla pensando que es John cuando mi sorpresa es que es mi vecino, el señor Highens, vive dos casas más abajo. No tenía ni idea de que era lo que quería ya que seguro que sabía que me encontraba solo.

-          ¿Qué es lo que quiere? – le pregunté con un tono elevado.

Sé que suena un poco borde pero no quiero más sorpresas en estos días y después de lo ocurrido no me apetece ser amable.

-          Chuck, solo venía para saber cómo estabas, ayer me asusté mucho al ver varias luces de tu casa encendidas a eso de las 5 de la madrugada. – me respondió.

Esa información me dejó más desconcertado ya que recuerdo perfectamente que no encendí ninguna luz cuando me levanté a media noche. Este hombre estaba claro que había visto más que yo y me podía ayudar a entender que pasó.

-          Sí, me las dejé encendidas anoche cuando fui a la cocina.

-          Ah, sí, ahora que lo dices escuché algo caer al suelo. Me preocupé por si había pasado algo pero cuando vi que encendiste las tres luces, ya me di cuenta que estabas bien.

Noto como el corazón se me acelera con lo que me acaba de decir, me tomo un minuto para asimilar toda la información que me ha dado. Ahora sé que ese vaso no se cayó solo y que cuando me encerré en mi habitación, encendieron las luces. Aunque sigo sin saber a qué tres luces se refiere. Tengo miedo de seguir preguntando pero no puedo aguantar.

-          ¿A qué tres luces se refiere? – Pregunto con un tono tranquilo como si supiera la respuesta.

-          Ya sabes, la luz de la cocina, del pasillo y la del sótano. De hecho, sigue encendida la luz del pasillo. – Levanta la mano apuntando con el dedo al techo. –

No me giro si quiera, sigo mirando al frente, con los ojos en un punto fijo y pensando qué es lo que hay en el sótano para que aun con el pie ensangrentado decida ir allí y el porqué de que las huellas terminen en la puerta de mi cuarto si luego bajó al sótano.

En ese momento suena el teléfono, me despido del señor Highens, cierro la puerta casi dándole en las narices ya que no quiero tener que darle una explicación a lo de las luces, explicación que no tengo y desearía saber para terminar con todo este asunto de una vez por todas.

Cojo el teléfono. Era John para sugerirme que antes de venir a casa, fuéramos al mercado a comprar no sé qué cosa.

-          Sí, en un rato voy hacia tu casa y vamos al mercado. – Le respondo con mucha euforia.-

Esta llamada no podía haberme venido mejor, por una parte, me ha ahorrado una mala improvisación al señor Highens y por otro lado, salir de casa conseguirá que me olvide de todo un poco.

Mientras me cambio de ropa y termino de recoger todo el despliegue de limpieza a fondo que había montado en la cocina, no puedo dejar de pensar por qué encendieron la luz del sótano y el porqué de bajar allí. Toda esto de las luces me hace recordar que la luz del pasillo sigue encendida. Me dirijo para apagarla cuando me doy cuenta que la de la cocina también seguía encendida. Apago las dos luces y eso solo significa una cosa, tengo que asegurarme de que la tercera esté apagada. Como si de una película de terror se tratara y alguien con un cuchillo fuera a recibirme allí, bajo las escaleras. Todo está oscuro, no se ve nada, las luces están apagadas. Enciendo las luces para buscar algo, no sé bien el qué pero no encuentro nada y las apago y subo las escaleras.

John ya estaba en la puerta de su casa esperándome. Pienso en contarle todo lo ocurrido pero no creo que sea la mejor opción ya que su padre es el jefe de policía del pueblo y no quiero meterme en más líos. El mercado está muy cerca de la casa de John pero aun así cogemos un atajo para llegar a él puesto que es domingo, día en el que los ciudadanos de Dickens salen a comprar o simplemente a olvidarse un rato de sus tristes vidas.

Una vez en el mercado, John quería comprar unos lápices de dos colores que teníamos de pequeños y que por alguna razón le hacía falta. Pasamos por el puesto de Owen, creo que fue uno de los primeros comerciantes en este pueblo, vende objetos raros, según él muy valiosos y aunque no venda nada, sigue ahí cada domingo. Intentamos pasar a escondidas para que no nos vea puesto que a veces puede pasarse la mañana enseñándonos sus “tesoros”.

-          ¿Chicos donde  vais? – Nos pregunta Owen con un cierto tono amable, raro en él.

-          Vamos a comprar unas cosas Owen – Le respondo mientras no dejamos de avanzar.

-          Esperad un momento, llevo toda la mañana esperándoos. Tengo algo para ti Chuck, creo que esto te pertenece. – Owen saca de una vieja mochila una foto y me la entrega.

  Observo detenidamente la foto intentando encontrar una razón para pensar que esa foto me pertenece pero no es más que una vieja foto desgastada con el paso del tiempo en la que se puede apreciar un paisaje a campo abierto con una cabaña de madera al fondo. No encuentro similitud entre esa foto y yo.

-          Owen, ¿por qué dices que me pertenece esta foto? – Pregunto acercándome tanto a él que tiro un viejo sifón de vidrio al suelo convirtiéndose así en mil pedazos.

-          Chico, has roto una gran pieza, ¡Tendrás que pagar por ello! – Gritó tanto que se le escuchó en todo el mercado. Apuntándome con el dedo como si de una pistola se tratara, esperaba mi respuesta.

-          Lo siento Owen, lo pagaré. – Mi voz fue debilitándose a medida que pronunciaba la frase.

-          Mis objetos eligen con quien quieren estar, no tienes derecho a venir aquí, romper mis cosas y pensar que no va a pasar nada. ¡Lárgate! No quiero volver a verte por aquí en una temporada, ya ajustaremos cuentas. – Siguió gritándome como si hubiera matado a alguien.

Nunca había visto a Owen tan enfadado. Me giré y todo el pueblo estaba observando atónitos dicha situación que acababa de ocurrir. Corrí. Solo quería escapar de allí, todo el mundo me observaba y cuchicheaban como si hubiera cometido una atrocidad. Avanzados 10 metros, observo que un hombre totalmente vestido de negro con sombrero negro, gafas redondas y guantes de cuero, estaba sonriendo, una de esas sonrisas involuntarias pero profundas. No me llama la atención ni su vestimenta inusual, ni su molesta sonrisa si no que sostenía un gran paraguas negro con su mano derecha aún sin estar lloviendo.

Finalmente consigo salir de toda esa situación y me encuentro solo atravesando el mismo camino que utilizamos John y yo para llegar al mercado. Pude ver como John intentó alcanzarme en mi huida pero yo corrí tanto que fue imposible seguirme. Me encuentro solo, avergonzado por todo el espectáculo, pero sobretodo con sentimiento de culpa por haber roto aquél dichoso sifón. No creo que haya sido para que el señor Owen se haya puesto así conmigo pero puede que 17 años no sean suficientes para entender algunos comportamientos de personas tan mayores. Subo la cuesta que está entre la casa de John y la mía, esperando llegar a mi casa, estar solo y no ver a nadie. Por fin puedo ver mi casa pero observo algo, no solo las luces del sótano, las de la cocina y las del pasillo vuelven a estar encendidas si no que he oído un ruido dentro de casa.

Noches de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora