Capitulo 6

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-¿Qué es lo que les has dicho?- Interrumpió con su pregunta el avance de Michael hacia ella.

-Algunas cosas, nada más, pero no toda la verdad, como lo pedisteis- Dijo sonriendo, con sus manos detrás.

-No tengo ningunas intenciones de quedarme por tanto tiempo en este lugar, ¿has entendido?

-¿Olvidaste que no iba a aceptar sugerencias? Eso está en el contrato. Pero si usted desea, puede buscar otra manera más adecuada a sus exigencias de volver a Londres, madame, y eso me libera a mí del trato que hicimos- Al decir eso último, su mirada sobre ella se transformó en retórica y seductora.

-No te atrevas a recordármelo...

-Por supuesto que no, es algo que jamás va a olvidar- Lizbeth frunció el ceño, molesta. -Espero que hasta ahora esté quedando satisfecha, madame. De no ser así... bueno, me gustaría decirle que puedo hacer lo posible porque esté saciada hasta la última gota de sus deseos, pero... me ha privado de ese privilegio, fue su última cláusula en el contrato, ¿lo recuerda?- Sonreía mordaz y la miraba igual.

-¿Qué te hace pensar que podría cambiar mi opinión al respecto?- Preguntó sarcástica, sintiéndose muy segura de sí misma y riéndose del impacto que él creía causarle.

-Justamente te has delatado con esa pregunta y tu sarcasmo, querida Lizbeth. Me has dejado ver que, en efecto, podrías cambiar de opinión y volver a sucumbir a mi- Eso le hizo dudar, y él sonrió porque lo sabía. -Pero no tienes que preocuparte, mi interés en ti decae conforme pasa el tiempo. Ahora estoy en tierra firme, en mi hogar, y puedo satisfacer mis deseos con mujeres que me aprecien sin necesidad de chantajearlas o ejercer algún tipo de presión sobre su voluntad de estar conmigo- Presumía. -Lo difícil y complicado, es al final tan aburrido como lo fácil y sencillo de lograr. No son mis intenciones desgastarme por ello, entonces, si al final he de obtener el mismo resultado, no me hace falta tal esfuerzo y sacrificio- Su actitud jactanciosa y prepotente le hacía enfurecer tanto que le fue imposible no demostrarlo en su expresión facial. Pero aun con todo eso, había una inusual tensión entre ambos que se esforzaba ella por ignorar y él por resaltar.

-¡Listo! No hay tiempo que perder, Lady Knightley- Por fortuna, Janet llegó para interrumpirlo todo. Y Lizbeth pasó por un lado de Michael, caminando firme y sin voltearle a ver siquiera de reojo, eso pareció divertido y desafiante para el Conde.

A pesar del cansancio evidente por tan pesado viaje en barco, desde Inglaterra a América, se vio obligada a subir de nuevo al coche y visitar tan prematuramente Nueva Orleans, que se encontraba muy cerca de Houmas House particularmente, para conseguirse un guardarropa y otras cosas indispensables para una dama como ella. Iba acompañada por la singular Ms. Janet, que se revelaba en su conocimiento sobre la vida social del condado; parecía que era una joven entusiasta y también reconocida, pues cada tanto que avanzaban en su caminata, alguien diferente se aproximaba a ella para saludarle y de paso aprovechaba para introducir a Lady Knightley en sociedad. Janet era, sin duda, una señorita agradable, poseía una belleza muy particular con su tez morena, ojos grandes y oscuros, y sus cabellos negros rizados; su aspecto era muy parecido al de su hermano mayor, pero con la femineidad de su lado. Parecía que se jactaba tanto como él de sus atributos y encantos, y los manipulaba a su antojo con sutileza para obtener lo que ella quisiera; desde una rebaja en los almacenes, hasta la más atrevida y atenta mirada de los hombres a su alrededor.

-Parece que se divierte con ellos, Ms. Janet- Comentó Lizbeth luego de percibir nuevamente el constante coqueteo de Janet con los hombres, mientras caminaban por la calle del centro.

Adicto al amor | Michael JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora