Capitulo 4

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-Si hubieses hecho esto conmigo cuando habéis venido a verme para hablar, yo mismo hubiese dado la vuelta al timón y regresado a Londres como lo pediste en ese instante- Le comentaba con gracia a Lizbeth mientras la mantenía, desnuda, entre sus brazos, recostada contra su fornido pecho descubierto en su lecho.

-Había demasiada gente presente- Agregó ella sarcástica, le hizo reír al Conde. -¿Me dirás cómo fue que terminé aquí, en este barco, contigo?- Le cuestionó relajada.

-¿Ahora? Temo que te molestes innecesariamente conmigo y me dejes; aún no hemos terminado, querida Lizbeth- Se sonreía con ironía, acariciando el rostro de la bella joven.

-Me molestaré, no lo dudes, tal vez ya estoy molesta. Pero tengo que saberlo porque, sobre todo, me preocupa lo que ha sido de mi hermana Rose, ella estaba conmigo esa noche. No sé cuál ha sido su suerte y no he dejado de pensar en ello, imploro al cielo por que se encuentre sana y salva y que lo peor haya sido el regaño de mi padre por extraviar a su hermana menor. Así que sé claro y honesto conmigo, por una vez en tu vida- Michael guardó silencio ante ello, después sonrió.

-Tú y tu hermana han hecho muy mal en entrar al club a esas horas de la noche especialmente- Comentó primero.

-De eso voy a arrepentirme toda mi vida, supongo- Dijo con sarcasmo, dadas las circunstancias en las que se encontraba; el Conde volvió a reír.

-Estaba bebiendo un poco de vino y buscando... compañía en el club para esa noche, es algo que siempre hago. Me acerqué a la barra para pedir un trago más y fue cuando los escuché hablando sobre lo que tramaban hacer; eran dos sujetos y el propio cantinero, me pareció un plan inverosímil y poco elegante, típico de esos hombres que buscan atención a la fuerza. No me hubiese importado de tratarse de una prostituta en el bar, ellas están desafortunadamente acostumbradas a eso, pero al ver que era algo contra ti y tu hermana, dos niñas inexpertas y mimadas que nada debieron haber estado haciendo en ese lugar, me sentí responsable y no quería ser parte de ese plan.

-¿Cuál era el plan?- Preguntó confundida; Michael se distraía fácilmente acariciando la silueta de Lizbeth enganchada a él.

-Le pidieron al cantinero que buscara la manera de darles un afrodisiaco y que lo consumieran, me pareció ver que le pagaron unas cuantas monedas de plata para que lo hiciera y él no tuvo problema. Atendí que tu hermana se apartó de ti y tú quedaste muy expuesta entonces, fue cuando él preparó un vaso con agua y agregó unas cucharadas de afrodisiaco que harían efecto antes de que lo notaras. Ellos estaban esperando, bebiste el agua y yo me puse junto a ti para llevarte conmigo- Mientras ella le escuchaba contarle lo sucedido, parecía estar recreando todo en su memoria. -Al instante perdiste casi la conciencia y comenzabas a tener todos los síntomas del afrodisiaco; te saqué tan pronto como pude de allí antes de que alguien más lo notara, a parte de esos dos sujetos que me miraban molestos por haber intervenido en sus planes, y no tuve oportunidad de localizar a tu hermana. Mi criado estaba afuera, en el coche, le pedí que se quedara a esperarla y se asegurara de que volviera con bien a casa, también le informó que tú ya te habías retirado del lugar.

-¿Por qué no buscaste la manera de llevarme a casa, con mi padre...?

-¡Cómo iba a llevarte con tu padre en el estado en que te encontrabas!- Le interrumpió para aclararle. -Se nota que no sabes lo que un afrodisiaco provoca en tu cuerpo y que no hay manera de impedirlo o de saciar los síntomas hasta que... el efecto pasa o alguien se encarga de curar tus deseos sexuales- Lizbeth consintió cierto escalofrío al escuchar aquello y sentir que sus manos se paseaban aun por su desnudo cuerpo.

-Vaya, que heroico hombre eres, entonces. ¿Debería agradecerte, acaso?- De nuevo ella estaba siendo sarcástica.

-Básicamente, deberías hacerlo, sí. Tienes que agradecerme, porque de no haberte traído conmigo, sólo Dios sabe lo que esos hombres pudieron haberte hecho y al final no creo que hubieses tenido tanta suerte- Lizbeth frunció el ceño. -Al menos conmigo estás con vida- Eso la hizo, sin duda, pensar en atroces consecuencias.

Adicto al amor | Michael JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora