Capítulo 7

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-Venga dormilona, ¡que sale el Sol y tú te quedas a dormir a la bartola!

-Tina un poco más que no quiero ir a clase...-decía Mar remoloneando.

Daba igual cuánto tirara Tina de las sábanas, Mar es de esas chicas que lo hacen todo tarde, mal y arrastro. La albina se rindió y la dejó allí tirada mientras intentaba atar sus tentáculos en un lazo. Un poco de tinta y el peinado no se movería del sitio en todo el día. Colocó sus pendientes y se calzó sus botines. No es que fuera necesario ir tan arreglada para el ensayo, de sobra valía llevar un chándal y ya, pero según Tina, el traje le hacía meterse más en el papel. Salió y cerró la puerta, dejándole las tostadas recién hechas a Mar en la cocina.

Cinco minutos más tarde sonó tercer despertador de Mar (el primero el de las 9 y el segundo el de cuando Tina estaba vestida). Sonar este despertador era igual a que Mar llegaba tarde, bien tarde. Se levantó escopeteada cara al armario, cogió el primer chándal que encontró (una camiseta gris y unos pantalones rosas) y lo puso como pudo. Sus tentáculos estaban arrugados (sí, se arrugan, no mucho pero sí), los recogió como pudo en una coleta, cogió la tostada la metió en la boca y salió lo más rápido posible intentando alcanzar a Tina que ya debería estar al lado del gimnasio. Esquivaba a los demás inklings que pasaban por allí haciendo sus recados o paseos matutinos. El gimnasio no estaba muy lejos, siguió recto, dobló en la esquina y ahí estaba.

-¡Jefe! ¡Ya llegué! -dijo Mar asfixiada.

Sin embargo no obtuvo respuesta. Entró más adentro del gimnasio en la sala en la que solían practicar. En ella se encontraba Tina y el Jefe, su profesor de baile (digamos que le gusta le llamen así).

-¡Tina esa cadera! Como si le dieras un culazo al aire.

-¡Eso intento!-se quejó la inkling de tentáculos blancos.

Los dos miraron para Mar la cual acababa de llegar. Esta se dirigió al lado de Tina y le aflojó un poco el corsé que tenía en la espalda.

-Mira que te gusta ir apretada, ¿eeh? Estás igual de linda y bailas mejor. -dijo Mar con una sonrisa.

-Mar si no te importa ahora estamos practicando el solo de tu prima, quédate a un lado o vete practicando tu canción si quieres. -dijo el Jefe.

-Tranqui me quedo a mirar, no molesto. -contestó la chica.

En el fondo a Tina le daba algo de vergüenza que la miraran bailar, no es que tuviera pánico escénico, el resto le daba igual, el problema era que la mirase su prima, le daba cosa, básicamente porque siempre tenía el pensamiento de que ella bailaba peor que su prima, aunque no tuviese que ser así realmente. Ambas bailan muy bien, solo que Mar es más alegre y movidilla mientras Tina se limita haciendo los movimientos armoniosos.

Tras un par de actuaciones más tarde era por el turno de Mar. Tina decidió irse a tomar un poco el aire ya que estaba sudando como una posesa. Una vez solos Mar y el Jefe empezaron a ensayar el baile.

-A ver Mar, te digo lo contrario a Tina, aunque sé que no me vas a hacer caso como siempre... ¡No muevas tanto las caderas por dios, que vuelves a la gente loca! -dijo el Jefe desesperado.

-¡Pero a mí me gusta mover el culo!-replicó Mar.

-No si tu culo es precioso pero...-hizo una breve pausa, mirando como la cara de su alumna se había enrojecido- espera, ¿qué he dicho?

El Jefe también se enrojeció, haciendo que ambas caras se pusieran rojísimas como huertas de tomates.

-A ver no quería decir eso... solo que...-dijo el Jefe excusándose-. Mira cuanta chicha tienes aquí en la barriga, deberías adelgazar.-cambió de tema.

Más que hermanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora