Carta 9: Amapolas

14 3 0
                                    

Querido Daniel:

Después de haberte encontrado de aquella forma de tan horrible, me sentí tan mal.

Había entrado en un estado de depresión horrible, si antes me habías lastimado, ahora me habías destruido por completo.

Ya no podía ni siquiera salir, no podía ni moverme porque todo en mi se había roto.

Me acuerdo cuando asistí a tu funeral al día siguiente, tu madre estaba destrozada, tu padre parecía querer llorar y yo; para que decirlo estaba muy mal.

Todos tus amigos asistieron, algunos maestros y hasta Elissa, ella parecía triste, más nunca lloró.

Luego de verte muerto, corrí a buscar ayuda y les explique entre sollozos lo ocurrido a tus padres, desde mi enamoramiento imposible hasta tus engaños, ellos comprendieron el porque ya no ibas a mi casa.

Cuando los lleve al lugar donde te encontrabas, encontré cerca de la orilla del lago un papel, no tardé en darme cuenta de que era justo ese sobre que tenias en la mano.

Lo recogí y lo guarde; si pienso en cuando lo encontré, la misma curiosidad me vuelve a invadir.

Lo lleve a mi casa y aún así sin ganas de vivir porque aquella persona que tanto amaba y me lastimó tanto había logrado juntar todas las fuerzas necesarias para abrirla.

Tenía un poema en una pequeña tarjeta que calló al abrirlo, se titulaba ¿Quién me compra una naranja?

¿Quién me compra una naranja
Para mi consolación?
Una naranja madura
En forma de corazón.

La sal del mar en los labios,
¡Ay de mi!
La sal del mar en las venas
Y en los labios recogí.

Nadie me diera los suyos
Para besar.

La blanda espiga de un beso
Yo no la puedo segar.

Nadie pidiera mi sangre
Para beber
Yo mismo no sé si corre
O si dejar de correr.

Como se pierden las barcas,
¡Ay de mi!
Como se pierden las nubes
Y las barcas, me perdí

Y pues nadie me lo pide,
Ya no tengo corazón.
¿Quién me compra una naranja
Para mi consolación?

El poema me había gustado tanto que lo transcribí para ti cuando escribí esta carta.

Pero cuando abrí la carta, me encontré con que sólo decía "en verdad lo siento, y ese poema expresa todo lo que siento"

No podía creer como habías gastado una hoja para sólo esas palabras, luego me di cuenta de que probablemente eso era lo que me querías decir.

Yo te había quitado ese derecho a hablar, a expresarte, me sentía tan culpable; si tan sólo uniera llegado a tiempo, si te hubiera llamado cuando te vi llorando aún seguiría aquí.

Me sentía tan culpable por no haberte escuchado y sentía que era mi culpa.

Aún así no entendía tu reacción hacia el querer quitarte la vida, y desde luego el que tu me escribieras ese poema, digo no lo inventaste tu; si no que fue un lindo detalle.

Cuando pensé en la flor que te enviaría cuando escribía esta carta, inmediatamente había ido a comprar amapolas, simbolizan la fragilidad de nuestro amor, y toda su belleza. Esa es mi flor favorita.

Y aunque estés muerto..... jamás te olvidare.

Flores y RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora