La pareja perfecta.

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...) Pero ella era distinta, era capaz, intensa, su carácter demostraba fuerza y seguridad. Era la mujer más complicada que él hubiera conocido. Tenía tantos miedos ocultos, era tan frágil y tan dura a la vez. Y el cayo, cayo enamorado de su frialdad, de su manera tan impulsiva de solucionar los problemas, de su carácter tan cambiante. Se enamoró de su fuerza, de su mirada tan insensible, de sus inseguridades. Él fue un hombre, todo un caballero, y ella lo rechazaba por el miedo que tenia de que alguien más añadiera una desilusión más a su vida, y que está a su vez, agregara otro rasgo a su carácter o a su persona que la hiciera parecer más soberbia de lo que ya parecía. Ella buscaba amor y seguridad pero al mismo tiempo, estaba tan agobiada en sus profundas y secretas inseguridades que no dejaba que nadie se acercara a tocar un poco su alma. Él lo consiguió. Lo consiguió con sus acciones tan pacientes, lo consiguió demostrando su interés en ella, pero al mismo tiempo, atacaba con la misma frialdad con la que ella le respondía. Eran perfectos porque complementaban su locura como si fueran piezas de un puzle, no les hacía falta nada más, más que aceptar que ambos estaban locos el uno por el otro. Eran la pareja perfecta. Eran.

Un día él se cansó de intentar, ella solo respondía a su amor cuando lo necesitaba, la mayoría del tiempo no dejaba de ser fría y selectiva. Y él estaba tan intensamente cansado de mirarla cada noche dar su espalda y caminar sin decir palabra, del amargo café, mañanas solitarias. El necesitaba un poco de miel, y entonces tomo sus cosas y se fue. Se alejó de ella sin decirle nada, justo como ella acostumbraba a hacerlo cada día desde el primer día. La chica poco después comenzó a extrañarlo, a necesitarlo, necesitaba decirle todo aquello que él le hacía sentir y que por medio, orgullo, y tal vez un poco de soberbia o egocentrismo se había callado. Pero ya era demasiado tarde, él se había ido con el corazón molido y los intentos por construir una sana relación en sus manos. La vida jamás la había golpeado tan fuerte, como darle lo más hermoso que puedo haber deseado, lo más perfecto y puro, y ella, al estar acostumbrada a perder, decidió darse por vencida y caminar en la carrera, llegando último.

Ella corría cada día tras él, y el solo daba la espalda, y con el dolor más intenso que un hombre pudiera sentir en el pecho, subir al tren que lo llevaría su destino, y alejarse. Ahora los papeles habían cambiado, ella lo había perdido. Y ninguno creía en los finales felices, así que ninguno gano nada.

Algún día, esa pareja perfecta se volverá a encontrar, y si son lo suficientemente inteligentes regresaran uno al lado del otro, a complementarse tan excelentemente como lo habían hecho hasta aquel trágico día en el que los sueños se derrumbaron, donde el hielo apago el fuego del amor, y encendió una tormenta. Aquel día que nos demostró que siempre nos damos cuenta de las cosas que tenemos hasta que ya no son nuestras. 


Mi pequeño y secreto diario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora