Capítulo 40: Tomando el control

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Lucy

Cuando menos se había dado cuenta, en tan solo un segundo Alex había desaparecido frente a sus ojos. Sus piernas flaquearon, se dejó caer de rodillas sobre la nieve y se llevó ambas manos al rostro. Lágrimas y ganas de gritas clamaban por salir. Tan impotente... en frente suyo se había mostrado su peor pesadilla. Desde niña, aquel desgraciado hombre se aparecía en sus sueños: con espada en mano, cubierto de sangre; la luz de la luna llena iluminaba la oscuridad del jardín real para descubrir el cuerpo inmóvil de su madre sobre un lecho de rosas rojas.

Aquella noche ella perdió lo que más amaba en el mundo. No sabía por qué justo esa noche se había despertado, a la hora de las brujas, para dirigirse afuera. Se culpaba cada día por no haberse despertado antes. Hubiera podido hacer algo, tan siquiera algo por más mínimo que fuera para evitar su muerte.

La pequeña rubia sólo contempló en shock esa escena, el hombre de dorada cabellera riendo desquiciadamente con una gran cantidad de sangre escurriendo por todo su rostro y llenando su boca.  Al igual que esos momentos, cayó de rodillas. Keyla tenía fija su mirada en el vacío, con una sonrisa en el rostro. Poco a poco sus ojos se cerraron y su mano jamás dejó de apretar un pedazo de papel cortado a la mitad. La reina más justa, la mujer más hermosa y espectacular, la madre más dulce y encantadora. Murió.

Hasta este punto, las lágrimas bañaban sus mejillas y mordía con todas su fuerzas su mano. Reprimiendo todo su dolor. Pensando impotente que todo estaba al borde de la desesperación. En su mente se liberaba una gran guerra.  Su cerebro gritaba por que no obedeciera nada que viniera por parte de él, pero su corazón lloraba por la idea de perder a Alexis.

Todo era un caos.

Se sacó la antemano de la boca. Con una gran marca la sangre escurría y bañaba la blanca nieve.

-Un día. -Se dijo a sí misma-. Un día -repitió y golpeó el suelo con todas su fuerzas-. Arderás conmigo en el infierno.

Sus ojos se volvieron de hielo nuevamente. Se levantó firmemente y miró el cielo: copos de nieve volvían a caer. Con lentitud levantó su puño y entonces juró:

-La sangre del halcón manchará mis ropajes y su cabeza rodará por los suelos.

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Las horas pasaron, realmente había algo mal con Alexis, no despertaba y seguramente  una tormenta estaba por iniciar. Lo sabía, el frío aumentaba y la luz del día se reducía a pobres rayos de sol.

-Mi amor. -La llamó-. Por favor despierta, Alexis. -La sacudió un poco, no hubo reacción-. Mi cielo. -Besó sus nudillos-. Despierta. -Besó ahora su mano-. Despierta. -Besó su cuello-. Por favor. -Besó uno de sus ojos-. Alexis... -Besó su frente, deteniéndose más de lo que hubiera deseado. Finalmente al no ver que su pelinegra despertaba. Apartó varios mechones oscuros de su rostro y acarició lenta y rítmicamente aquellos finos y rosados labios. Tan mágicos y adictivos.

Se relamió los suyos e inspiró algo de aire. Acercó su rostro, mirando cada detalle: su cicatriz, su nariz, la forma de sus ojos  y sus cejas. Todo era perfecto.
El cuerpo inmóvil permanecía sobre la fría nieve y la princesa reclamaba aquella presa como suya, devorando su cuello e inspirando su olor. Lavanda combinado con un poco de su sudor.

Delirante.

Parecía algo aprovechado hacer algo así, pero en esos momentos su mente no pensaba en nada más. Esta era una de sus más grandes fantasías. Y no permitiría que su moral interviniera en lo que estaba llevando a cabo.

Besó su clavícula, haciendo una larga parada allí para dejar un bien marcado chupetón.

El frío hacía su presencia, pero en el cuerpo de ella no. Estaba más caliente que nada. Pero aun así le preocupada un poco el que su asesina recibiera todo el frío. Con la capa de oso negro cubrió a ambas. Tan arriesgado era estar así de expuestas en medio del bosque, tantas advertencias de Kreyn, para que todo le valiera un carajo. Lucy formó una mueca de disgusto al ver la gruesa pechera de piel que obstruía su recorrido. Tanto que deseaba contemplar esos bien formados pechos. Se tomó la molestia de ir desvistiéndola de la parte superior poco a poco, fue complicado pero lo logró. Meditó unos momentos si lo hacía o no. La nieve bajo ellas incluso ya se había derretido, vaya que esa capa si era caliente.

Yo no soy tu príncipe [yuri/lesbico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora