Y ahora... ¿Qué hago?

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Narra Adrián

—No puedo creerlo, Adrián, ¿En qué momento pasó todo esto? Nunca me di cuenta. —la chica a mi lado me hablaba y no estaba muy feliz con eso.  —Fui tan ciega que no pude verlo...

—Nadie lo sabía...,—la miré—casi nadie en realidad.

—Entonces, por ella ¿No era lo suficiente para ti?

—Yo no me enamoré de ti, y no es mi culpa, creeme. Tampoco quise hacerte daño, y si me porté como un idiota, lo lamento... En serio.

—Ya encontraré la manera de superarte, no creo que sea tan difícil...—la miré de nuevo.—Pero si me miras así, no me ayudas.

—Bien...,Rose, ¿sabes? Trataba de estar sólo... —tomó un impulso para levantarse, —pero no sé si realmente quiero hablar con alguien o no. —se sentó nuevamente, —y...creo que, hablar de Liliana contigo, sería cruel de mi parte. No te enojes...

—Te dejo solo entonces, deberías ir con Liliana, si están en una...—le costó decirlo, —relación..., ve a hablar con ella. Yo no, no lo soportaría.

—No puedo ir...—acomodé mi cabello con mis manos.

— ¿Por qué?

—Porque mis padres me matarían, sentí terrible cuando me dijeron que los había decepcionado. —y era cierto. No comprendí su enojo, es sólo diferencia de edad. Sí, los decepcioné, pero no fue mi intención?

—Ponte en su lugar...es que, no es normal. —no le respondí. —¿Vas a ir mañana? Si tienes suerte, nadie se entera de esto.

—Estoy expulsado por un mes, Rose, eso es lo peor de todo.

—Ah...cierto, y oye, tú te lo buscaste..., no, eh...mejor me voy ahora. Adiós Adrián, te veo luego. ¿En un mes?

—Pronto, Rose, pronto...

Y se fue,  la vi alejarse y volvían a la mente ese momento,  en el que mis padres se enteran de todo lo que pasó con Liliana; me sentí fatal y acepto que asustado.

En la mañana el mismo día...

Adrián, te he dicho que no tienes fiebre, parate, no puedes faltar al colegio. —ella era mi madre, tratando de que salga de la cama mientras yo me negaba.

—Mamá...,—según Rose, una vez se le escapó decir que actuaba bien. Es hora de demostrarlo. —me siento muy mal...Esta mañana intenté levantarme y terminé vomitando. No entres al baño.

—Caramba, ya, bueno, quedate. Iré a preparar la receta que tu abuela usaba en estos casos.

—¿¡Qué!? Digo...eso no me gusta. —es un licuado asqueroso. —Mejor sopa.

—No, la receta de la abuela y punto. —dijo saliendo de la habitación.

—Ni modo...—murmuré.

Y me quedé dormido, para luego ser despertado por los gritos de mi madre.

—¡Nos vamos ahora mismo a la escuela! ¿¡Qué has hecho!? Han llamado y dicen que es urgente. Es mentira que estás enfermo ¿¡no!? Apurate, apurate, vamos.

Cuando llegamos fuimos directo a la Dirección, sabía que estaba en problemas; quién sabe qué dirían sobre mi, temía mucho de lo que harían mis padres cuando se enteren.

—Buenas tardes. —habló mi madre.

—Buenas tardes; ¿sabe usted, señora, por qué la hemos llamado? —dijo el director poniéndose firme.

Solo tu profesora, ¿ok?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora