Trabajo Nuevo

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- Korra, entiendo que te sientas así, pero así es como las cosas se manejan ahora, el Avatar no debe ser conocido por las naciones, ayudarás en caso de que las cosas se pongan mal, solo en casos de emergencia.

- ¿¡Entonces todo mi entrenamiento ha sido para nada!? No pude crecer como el resto de los chicos de la tribu y todo para que al final me digan y pretendan hacerme entender que son poderes que no debo usar a menos que se trate de una "Emergencia", que tal vez nunca en la vida valla a llegar el momento de usarlos... No, no puedo aceptarlo, es tiempo de mi vida que nadie me va a poder devolver ¿Y si algo pasa? Dime Tenzin, dedico mi vida al mundo, a su servicio ¿Y si muero? ¿Nadie sabrá lo que ocurrió? ¿Nadie sabrá qué existió una persona dispuesta a morir por la seguridad de todos? Moriré como una sombra nada más...

La imagen del rostro desconcertado de Tenzin se volvía difusa y borrosa.

- Me voy Tenzin, dejaré la orden del loto blanco, el mundo no necesita más a el Avatar.

Escuchaba aquellas últimas palabras como un eco que rebotaba en su mente.

- Korra. – Resonó la preocupada voz de su maestro, no volvería, no voltearía hacia atrás, amargos sentimientos oprimían su pecho.

- Korra. – Volvió a escuchar. – Korra, despierta. – Esa no era la voz de Tenzin, pensó, abriendo lentamente los ojos comenzó a reconocer el lugar, una celda, una habitación hecha de platino, era un sueño, el sueño de aquellos desagradables recuerdos que se negaban a desaparecer, suspiro lenta y profundamente, intentó moverse cuando se percató de las cadenas que le privaban el movimiento, la noche anterior con dificultad había logrado acomodarse sobre la cama, volvió a suspirar, esta vez un poco más tranquila, fue entonces que se percató de la delgada figura que la observaba desde una de las esquinas de la habitación, sin poderlo evitar sonrió, las prendas en distintos tonos de rojo le ahorraban el tener que alzar la mirada para distinguir el rostro de aquella persona.

- Mira que tienes el sueño pesado... - Escuchó de nuevo aquel irresistible tono de voz, le alegraba escucharla, era extraño, pero así era, había bastado la noche anterior para quedar totalmente cautivada por Sato, eso la volvía aún más peligrosa pues su atención menguaba, no podía verla como a un enemigo.

- Celdas de platino en tus fábricas... Eso deja mucho que decir.

- Yo no las hice, esa fue obra de mi padre, cuando él fue a prisión mande destruir la mayoría de ellas, solo conserve dos en caso de emergencia. ¿Son cómodas?

- Es difícil decirlo, la cama tal vez estaría bien pero dormí encadenada...

- Lo siento, esa fue mi culpa, no le dije a los guardias que retiraran las cadenas durante la noche... lo que me lleva a lo siguiente.

Con atención observó a Asami tomar asiento en un pequeño banco de madera, de nuevo sus piernas cruzadas y la espalda derecha con las manos suavemente apoyadas sobre sus muslos, era una locura, una persona no podía ser tan atractiva, pensaba fastidiada al no poder salir del trance en el que se perdía con cada movimiento que la de cabello negro realizaba, con dificultad logró enderezarse para sentarse en la orilla de la cama, las cadenas impedían mucho sus movimientos.

- La noche anterior utilizaste tierra control y metal control para entrar aquí, no había señales de que hubieras forzado ninguna entrada y el empleado al que le robaste el uniforme se encontraba en la sala de máquinas, en ese lugar no hay ningún punto de acceso, solo la pared, para llegar ahí por la entrada debías haber burlado a más de cinco guardias, eso no ocurrió, tu única víctima fue el hombre del cuarto de máquinas, de ahí desfilaste con toda libertad por los pasillos vistiendo un uniforme.

Ladrona en Industrias FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora