Daniela Sandoval no se había dado cuenta de que estaba moviendo ligeramente la cabeza al son de la música hasta que Gloria le enterró con suavidad un dedo en las costillas.
—Me asustaste —obvió Dany, quitándose los auriculares de las orejas; estaba en el San Basilio, en la ventanilla del laboratorio.
—¿Por qué tan contenta? —Gloria le besó una mejilla—. ¿Cómo te fue anoche?
Daniela recogió los resultados de los análisis de la mano del químico y suspiró. Salir con un delincuente —más aún, estando casada— no era algo que se debería anunciar por ahí. Pero…
—Excelente —se limitó, sonriendo, andando hacia el ascensor.
—Sí. Se nota que excelente —Gloria se alegró por ella; le daba realmente gusto saber que este año Antonio no le había arruinado su cumpleaños—. Cuéntame. ¿Qué pasó?
La sonrisa de Daniela se agrandó. Realmente no había pasado nada… solo había tenido una de las mejores noches de su vida. Al principio Lucas la hacía sentir insegura —comenzó a verlo cada vez más guapo y las personas (hombres y mujeres) lo miraban con insistencia. En algún momento se preguntó si alguno de ellos la conocía—, pero en poco tiempo ignoró eso: él era sencillo, divertido y agradable y… sí, aunque Dany se había embriagado un poco, y aunque cada vez se había sentido más y más cómoda con él —y también cada vez más atraída por esa sonrisa malévola, de dientes bancos y perfectamente alineados—…, no había pasado nada —cosa que, en secreto, cuando Dany volvió a casa, pasadas las dos de la mañana, lamentó un poco—.
Gloria presionó el botón para que el ascensor se detuviera en su piso, y cuando Dany estaba a punto de comenzar su relato, las puertas se abrieron y descubrieron a Antonio Jáuregui.
La sonrisa de Daniela se borró al instante y bajó la mirada, intentado no hacer contacto visual con su marido. ¿Cuándo había vuelto él de… —en ese momento, Dany recordó que él ni siquiera le había dicho a dónde fue—? Tampoco le avisó que había regresado. Daniela salió del ascensor sin siquiera mirarlo.
—Que estés bien, Gloria —se despidió Antonio mientras subía al ascensor.
—Igualmente, Toño —le sonrió ella, y siguió a su amiga, intrigada.
Daniela volvió a sonreír cuando las puertas se cerraron y la separaron de su marido.
—Ahora sí que estoy intrigada —confesó la directora de Urgencias: Daniela parecía feliz, pero también molesta con su marido.
Dany se mordió el inferior, pensó en hacerla sufrir un poco con la intriga, pero no se aguantó.—No, no, no —Gloria la detuvo antes de que comenzara—. Vamos al bar. Necesito un trago para disfrutar esto.
*
«Mira… me da gusto que te divirtieras (¡por Dios, me da mucho gusto!) —dijo Gloria a Daniela, cuando esta terminó de contarle. Ella había permanecido en silencio durante todo el relato—, pero… ¿salir con el cabrón que casi te mata, Dany?» y al decirlo, se había echado los cabellos hacia atrás de esa manera tosca que tenía cuando estaba preocupada o molesta.
Comenzó a parecerle, justo tras escucharla, que Daniela tal vez estaba teniendo problemas de depresión tan severos que estaba poniéndose en situaciones de riesgo, buscando que alguna acabara con su existencia…
«Pues… la verdad es que nunca me hizo daño. Él solo quería salvar su vida» fue todo lo que Dany pudo decir en su defensa.
«¿Y por qué no buscó ayuda como toda la gente? ¿Por qué ponerte una puta pistola en la cabeza?» Y, para eso, Dany no tuvo respuesta. «Está muy mal lo que estás haciendo, amiga», le pidió y ella no pudo pensar en otra cosa durante todo el día.
Y ya por la noche, cuando comenzó a llover —para Dany no había un momento en que se sintiera más segura que cuando llovía y ella estaba dentro de su casa; sentía que, entonces, no podía ocurrir nada malo—, queriendo sacarse su conversación con Gloria de la cabeza, se desnudó, encendió en su cuarto de baño velas con aroma a gardenias y entró a la ducha, donde se quedó por más de veinte minutos sintiendo cómo le caía el agua cálida encima, haciendo contraste con la tormenta ruidosa y helada, fuera.
Y al final, sin haber logrado cambiar de pensamientos, salió y, mientras se secaba los cabellos con una toalla, se miró al espejo sobre el lavamanos: lo que vio fue a una mujer joven… y se sorprendió. Se veía a diario en el espejo para arreglarse, pero nunca se observaba realmente. No se miraba con atención, no se estudiaba. Tal vez por falta de tiempo, o por falta de interés, pero no lo hacía. Sin embargo, en ese momento lo hizo: mojados, sus cabellos lucían más oscuros y pensó en que le iba mejor ese tono a su piel trigueña… Una piel sobre la que no había ni una sola arruga —y, ¿cómo las tendría, si ella recién cumplía sus veintisiete años? Pero se sentía vieja…—. Tomó nota mental visitar la estética.
Salió envuelta en su bata de baño blanca y, aunque las luces estaban apagadas, se encontró con la cama entera llena de papeles. No le sorprendió en absoluto. Otra noche que dormiría en su estudio —mejor así: no compartiría cama con él—. Salió y, en el corredor, en la mesilla que adornaba una esquina, se encontró con un libro llamado «Grimorio Wicca I: Rituales y beneficios» junto a una cajita dorada. No reconoció ese libro; supuso era su regalo de cumpleaños por parte de su marido. Se acercó y lo miró, pero no se molestó en cogerlo —a ella no se había metido nunca en la magia Wicca y, luego de tantos años, le indignó un poco que Antonio ni siquiera se hubiese dado cuenta—; ignoró tanto el libro como la caja.
Fue a su estudio, se puso sus auriculares y se acostó sobre su sofá, donde detectó un aroma distinto; aspiró profundamente y reconoció la colonia que usaba Lucas. Buscó con la mirada la cajita de terciopelo negro, que guardaba su luna de plata, y la encontró sobre su escritorio; metió la mano al bolsillo de la bata y alcanzó su iPhone; la noche anterior, en el bar, Lucas se había llamado a sí mismo desde el teléfono de Daniela, obteniendo así su número y dejándole el suyo, también. Dany no quería aceptarlo… pero había estado revisando su teléfono en búsqueda de un mensaje, un WhatsApp, una llamada… pero no había nada.
** ** ** ** * * * *
¡Muchísimas gracias por leer! ★
Próximo capítulo: "Y cuando las estrellas hablan..."
ESTÁS LEYENDO
Cuando las Estrellas hablan ©
ChickLit«Somos algo más que cuerpo. Somos energía. El universo entero lo es», dice Daniela, quien cree firmemente en que todo lo divino está en el cielo. Literalmente. Piensa que el movimiento del universo es un enorme reloj, ideado por una conciencia supre...