[10] Y cuando las Estrellas hablan... ¿siempre hay que escucharlas? I

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«CÁNCER:

Martes 8 de Julio.

DINERO Y TRABAJO: Escápate a la primera oportunidad que tengas. Hoy es un buen día para dedicártelo a ti misma. Encuéntrate, disfrútalo.

SALUD: Hoy puedes permitirte comer una rebanada pastel de chocolate sin culpas, o beberte una copa de vino extra. ¡Hoy, consiéntete!

AMOR: Hoy es un gran día para el amor. Usa ropa interior sexy.

COLOR: Blanco y amarillo.»

*

Pasándose distraídamente la luna de plata entre los dedos de su mano izquierda, Daniela Sandoval cerró la página web que leía, pensando en que quizá sí estaba de suerte aquel día, ya que, aunque no se había puesto lencería sensual, la que había pedido de Francia estaba guardada en el último cajón de su escritorio, en su consulta del San Basilio. Más tarde iría al sanitario y —tras lavar el arco de sus tangas en el lavamanos y dejarlas un rato en la ventana de su sanitario, para que se secaran— se la pondría. No tenía ningún fin romántico para hacerlo, pero quería obedecer a su horóscopo, se decía… pero eso no era verdad: lo que en realidad quería era reconciliarse con Antonio.

Intentar agradar a su agresor era una actitud inconsciente frecuentemente adoptada por las víctimas de maltrato, pues así la agresión disminuye; se le llamaba indefensión aprendida, pero Daniela no lo sabía. Había tomado una actitud pasiva ante los abusos de su marido dado que no importaba el cómo actuara o qué hiciera ella: todo terminaba siempre igual, así que ella pretendía evitar discusiones tanto como pudiera, e incluso… satisfacerlo tanto como le fuera posible. Era un cachorro amaestrado a base de castigos buscando recompensas… y esas era el no sufrir violencia.

—Hola, hola. Buenos días —saludó Gloria, mientras abría la puerta con un pie y asomaba la cabeza.

—Hola —Dany se adelantó para ayudarla con las tazas de café y las madalenas, sintiéndose feliz al verlas: no había parado de llover desde la noche anterior y hacía frío.

Luego del desayuno, aunque no tenía deseos, comenzó con sus consultas y prácticas con niños, pero antes de atender a su primer paciente pediátrico, subió al último piso.

—Hola, Santi —lo saludó ella, pero él apenas pudo sonreírle, a modo de saludo, y luego se quedó dormido.

Luego de verlo a él, solo consultaría a tres citados más y se marcharía a casa, tal y como su horóscopo se lo aconsejaba, quería relajarse a solas y beber una copa de vino, o quizá dos… pero sus planes no pudieron cumplirse…

A pesar de que llovía logró verlo a dos o tres casas de distancia. Él se resguardaba de la brisa bajo el encino del duende —como ya lo había bautizado ella—; notó que no tenía con él su motocicleta.

Mientras se abría la puerta del garaje, Dany se permitió contemplarlo con calma: no estaba empapado, por lo que creía que él no tenía mucho tiempo esperando, y… Dios, era tan guapo.

Se estacionó dentro de su casa y permaneció un momento en su asiento, inmóvil, mirando por el retrovisor al muchacho entrar después que ella y sacudirse los cabellos castaños.

—Puedes pasar, por favor. Si quieres —le dijo con sarcasmo, mientras bajaba del auto.

—Grosera —escupió él, quitándose la cazadora de cuero, la cual dejó sobre la mesa de herramientas.

Cuando las Estrellas hablan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora