Capítulo 3

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Habían pasado dos meses desde que Haise se volvió investigador de tercer nivel de la Comunidad de Contramedidas Ghoul, su cabello ya comenzaba a tener raíces negras; todas las noches se quedaba en casa del clase especial para hacer las tareas domésticas a cambio de las lecciones, y de pasada, se quedaba a dormir en una de las habitaciones.

Un día, Arima llegó temprano y ayudó a Sasaki a preparar la comida, llevándole algo de la CCG porque él que no toleraba los alimentos para humanos, se sentaron frente a frente y platicaban sobre cómo fue el día de ambos.

Por consiguiente, al terminar, los platos fueron lavados por el bicolor, el Segador fue a su habitación y se sentó frente a su escritorio, revisando algunos documentos que se le dieron para una misión por aprobar.

Pasados 10 minutos, un llanto se escuchó ligeramente hasta la habitación de aquél hombre trabajador, quien irrumpió su lectura para ir a revisar.

El ruido provenía de la habitación de su subordinado, fue a asomarse y notó que la puerta estaba abierta, entró sin hacer ruido y lo encontró llorando, mirando a la pared mientras golpeaba el suelo y nuevamente, susurrando cosas, aunque ésta vez lo escuchó con claridad:

—¿Quién demonios soy? Debo morir, yo lo sé, soy un completo inútil, quiero... desaparecer.

El de lentes estuvo indeciso, pero avanzó más cada vez, y al estar frente a él, se agachó y posó su mano sobre el hombro ajeno, rozándolo suavemente varias veces, notando cómo incluso oscilaba el cuerpo del chico.

—No eres un inútil, tampoco mereces morir, Haise—usó su otra mano y la colocó sobre la cintura del chico, haciendo fuerza para levantarlo; seguido lo abrazó e hizo un tono algo suave en comparación a cómo respondía cuando estaba encerrado y lo visitaba—. Y si preguntas quién eres... Puede que no tengas memoria, pero puedo decirte que eres un chico muy importante para mí.

—Arima-san —correspondió el abrazo y su cuerpo tembloroso se fue relajando, al igual que las lágrimas desaparecían con los segundos—, yo también lo considero una persona muy importante, es como si fuera mi padre.

—Entonces como el niño pequeño que eres, voy a hacerte compañía al dormir, ¿te parece bien?

—Es buena idea...

—Bien—se levantó y tomó una de las almohadas que estaban en la cama del chico y al estar por ponerla en el suelo, notó que Sasaki ya estaba abrazándole por la cintura—,   ¿ocurre algo?

—Arima-san, duerma en la cama conmigo, por favor.

—Si así lo quieres, está bien, Haise.

Dejó la almohada en su lugar y se adentró en el cómodo futón al igual que hizo el muchacho, Arima estaba cansado de tanto trabajo que tuvo e inmediatamente quedó dormido, sin darse cuenta, acercó a Haise y lo abrazó por la espalda, acercándolo a su pecho y quedando con una mano extendida, la cuál fue sujetada por el chico que había sido consolado, seguido de que entrelazaron los dedos de ambos, ellos permanecieron en esa posición toda la noche.

Por la mañana, Arima lo notó y se sintió avergonzado, sin embargo, estaba feliz en el interior, pregutándose qué significaba esa calidez que surgía de tan solo pensar en ese chico que constantemente llora y lo oculta a todo el mundo.

Ángeles en el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora