Capítulo siete.

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Primer día de clase. Una nueva experiencia de todas las que me quedaban por vivir.
Caminé por la calle. Libre, por fin. Sin nadie que me molestara. Me di cuenta de que por fin podía correr, y me puse a correr como una loca. Llovía. Era una tarde lluviosa de abril. Pero al contrario que el resto del mundo, iba disfrutando la lluvia. ¡Qué hambre tenía!
Sin poder evitarlo... Rememoré el día de mierda que había tenido.

Siete de la mañana. El maldito despertador del móvil empezó a sonar. "¿Cómo se apaga esto?,¿quién me ha puesto esto? ¡Quiero dormir!"

Aliiiiiiciaaaaaaa! -alguien aporrea mi puerta. -¿Quieres apagar eso? ¡Vas a despertar a toda la ciudad!

-¡No sé apagarlo!

Entonces un terremoto arrasó mi habitación. Entró un Pablo recién levantado, con las legañas aún pegadas a los ojos, maldiciéndome a mí y a mi maldito despertador. Apagó a aquel monstruo y como si nunca hubiera pasado por aquí, se dio la vuelta y dando un portazo se marchó. Ni hola ni adiós. Qué buen despertar. ¡Vaya forma de empezar el día!

Aún así intenté ser positiva. El día solo podía mejorar, pensé. Me puse el uniforme más ridículo que os podáis imaginar, desayuno rápido y hacia el instituto. Pablo me acompañó andando, me dijo que estaba cerca el instituto y que él solía ir en autobús pero que me acompañaría andando para que me aprendiera el camino. No hablamos en todo el camino. Se puso los cascos y no me dirigió ni una palabra. Pasó de mí, una vez más. Sin embargo cuando estábamos llegando al colegio me dijo: "Esto... Mmm... A ver cómo te digo esto... A ver, este instituto es bastante pequeño. Todo el mundo se conoce y no suelen venir muchos nuevos, y menos en mitad de curso. En seguida se enterarán todos de que vivimos juntos... ¿Qué decimos?, ¿qué eres mi prima?"

-¿Y para qué les vamos a tener que decir eso? No, mejor decimos que tu madre es mi madrina y ya está, que en realidad es la verdad.

-Está bien. Como quieras.

Se volvió a poner los cascos y se acabó nuestra conversación.
Llegamos al colegio y en seguida una rubia se acercó corriendo y se lanzó a sus brazos.
Hola amor! Te he echado de menos. ¿Esta noche vas a venir a la fiesta de Raúl? Dime que sí, porque yo no voy si tu no vas... -Tras estar cinco minutos delante de los dos tortolitos sin que ninguno se dignara a mirarme comprendí que sobraba en esta situación. ¡Debo ser invisible!

Bienvenida a tu primer día de instituto.
Empecé a caminar por los pasillos. Estaban llenos de gente. Todos me miraban. Hasta que dejó de haber gente. Me quedé yo sola en medio de aquel enorme instituto sin saber a dónde ir.

-Ey, hola. ¿Quién eres?, ¿qué haces ahí sola?-
Un hombre de unos cuarenta años me miraba a través de unas gafas cuadradas.

-Hola, me llamo Alicia y estoy un poco perdida. Soy nueva.

-¿Eres la nueva?, ¿a qué curso vas?

-A segundo.

-Ven, sígueme. Te has perdido ya diez minutos de clase. Espero que Roberto Martínez sea amable y te deje entrar en clase.-

Llegamos a la puerta de la clase y me deseó suerte antes de desaparecer por el pasillo de nuevo.
Respiré hondo y llamé a la puerta, un adelante llegó a mis oídos. ¡Allá vamos!
Abrí la puerta y por primera vez vi las caras de los que a partir de ahora serían mis compañeros de clase. Me rodeaban caras extrañas que pasados unos meses, dejarían de serlas. Entre las caras desconocidas percibí una que no lo era. Una a la que empecé a coger un poco de asco, ¡por su culpa llegaba tarde! Si no me hubiera dejado tirada... Estaba rodeado de tíos con los que cuchicheaba...

-Hola. ¿Quién eres y por qué llegas tarde a mi clase?

-Lo siento. Me llamo Alicia y soy nueva. Es que me he perdido y no sabía dónde era la clase.

-Está bien, te lo dejo pasar por esta vez. Siéntate.-

Me senté en el único asiento libre que había, al final de la clase. Y ahí comenzó y acabó mi día. Nadie vino a hablar conmigo ni yo me moví de ahí.
Pero no necesitaba a nadie. Yo había estado mucho tiempo sola en mi burbuja y de momento las pocas personas que conocía no merecían la pena.

Llegué a casa empapada por la lluvia y Claudia me echó la bronca. Me daba igual. Yo había disfrutado mojándome.

A la hora de comer, Pablo le pidió a Claudia que si se podía ir a dormir a casa de un amigo, que tenían que estudiar... ¿Por qué no le decía directamente que si podía ir a la fiesta de Raúl? Ya era mayorcito para hacer lo que quisiera... Bueno, a mi me daba igual. Que hiciera lo que quisiera...
-¿Y qué tal tu primer día de clases Alicia?
-Bien.- Dije sin ganas.
-¿Pablo ha estado contigo?- le miré y ahora sí, ahora me miraba... Puede que por primera vez en todo el día. Con esos ojos marrones que me hipnotizaban.
Claro! No se ha separado de mí.

BurbujeandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora