Capítulo dos.

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Llevaba días inquieta, necesitaba saber y sentía que me ahogaba, pero no sabía cómo salir de allí.

No sabía qué hacer, quería salir pero, ¿y si luego no podía volver a entrar?
La verdad es que tenía un dilema en mi pequeña cabeza... No sabía si era normal que yo deseara con tantas ganas la libertad, ya que, en fin, no conocía nada fuera de mis frías y opacas paredes.

Mis días cada día eran más largos y aburridos. Me sentía sola dentro de sea gran burbuja, cómo podía una sola persona tener tanto espacio para ella sola, ¡si no usaba ni la mitad!

Por las mañanas estudiaba un montón de asignaturas como matemáticas, música, italiano, inglés... Lo cierto es que sabía hablar muchísimos idiomas, cosa que no entendía pues nunca había podido practicarlos y no iba a poder nunca como siguiera encerrada en esa burbuja... Por la tarde leía libros; libros de guerras y maldad...
Tenía una biblioteca llena de libros de fantasía, libros en los que los hombres vivían siempre enfadados y se mataban entre ellos, morían de hambre, se asesinaban. (Sin embargo, pronto me daría cuenta de que esos libros no eran libros de fantasía, sino libros históricos).

¡Pobre inocente! Me quedaba tantísimo por vivir.

Una noche comencé a oír ruidos fuera de la burbuja. Intenté prestar atención para saber qué sucedía. Eran gritos. Gritos de una mujer pidiendo ayuda. Sentí que debía ayudarla, pero no sabía cómo.

Comencé a tocar todas las paredes de mi burbuja, a empujar. Comencé a buscar una salida... Y entonces ocurrió.

No sé cómo ni por qué, pero tras un gran estruendo, comenzó a desaparecer mi burbuja. Vi como se caían poco a poco las paredes y empecé a entender lo que había pasado, ¡se había roto mi burbuja!

Y me entró el pánico, estaba desprotegida. Me sentía completamente desnuda.

BurbujeandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora