Alex

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Alex era el primer retoño de la familia Alzamirano. Su genialidad le permitió ganar una beca completa en un colegio internacional. Ella estudiaba en Inglaterra, extrañaba a sus padres y a sus hermanos en temporada escolar, pero eso ya no importaba porque ahora en vacaciones pudo volver a estar con su familia hasta volver a clases dentro de un mes.

Damien... Damien Bloodworth

En que estaban pensando tus padres al ponerte ese nombre, ja.

Los audífonos no bastaban para dejar de recordarlo, estaba metido en su cabeza y no podía hacer nada para sacarlo de ahí. Jugaba con su cabello distraída, imaginando una y otra vez sus ojos grises y sus finos labios.

—Chicos, ya nos vamos —pero todos la ignoraron— Alex, ayúdame con tus hermanos —otra vez tuvo un silencio como respuesta

Miranda se sintió ofendida, nadie le hacía caso. La única persona que era respetada era Gregg, pero claro, a ella sólo la obedecían cuando necesitaban algún favor suyo.

—Familia, es hora de irnos —dijo Gregg con un ritmo inusual

Todos se subieron al auto sin chistar. Una nueva derrota para Miranda. Alex se dió cuenta de su mirada, estaba disgustada por pasar siempre lo mismo. Se le acercó, la abrazó y le besó la frente.

—Sabes que te quiero mucho —la abrazó más fuerte

—Yo te quiero mucho más — sonrió — fuiste la que más me dolió al nacer, tu cabezota me costó una cortada.

—Lo sé, también se te rompió la fuente

—Y se me flaquearon las piernas

—Si mamá, casi te mueres. Y conociéndote como lo hago, de seguro te desmayaste al verme

—No, enorme cabezota. Al verte, supe realmente lo que es amar de verdad. Te ví y no podía creer que había dado vida a una pequeña maravilla que Dios me encomendó a cuidar y que me dio el privilegio de verla crecer a mi lado hasta mis últimos días cuando esté arrugada como una pasita y... —Alex puso sus dedos en sus labios

—Te debo tantas cosas... —su voz se entrecortaba al mirar los ojos marrones de su mamá

Se abrazaron mutuamente, Alex apoyó su cabeza sobre su hombro y Miranda peinaba sus cabellos con los dedos. El ambiente estaba en calma y la dulce voz de Lucía alegraba el camino a casa.


Que llueva, que llueva,
la vieja de la cueva,
los pajaritos cantan,
las nubes se levantan,


¡Qué si!
¡qué no!
que caiga un chaparrón,
con azúcar y turrón,
que rompa los cristales de la estación
.

Que siga lloviendo
los pájaros corriendo
florezca la pradera
al sol de primavera.

¡Qué si!
¡qué no!
que caiga un chaparrón,
con azúcar y turrón,
que rompa los cristales de la estación.


Alex cayó en un sueño profundo. Ella no soñaba, odiaba hacerlo porque cuando eso pasaba, era porque la prevenían de algo. Eso de por sí ya era malo.

Damien, ahora no por favor... No en este momento

De repente estaba cayendo en un lugar oscuro, como si se hubiera caído dentro de un pozo. No había final y al parecer tampoco había principio.

¿Qué es lo que quieres?

Hacía frío, caía con gran velocidad, tanto que sus lágrimas volaban.

Despertó.

Estaba en clases y por primera vez se había quedado dormida. La profesora Wright la apuntaba esperando la respuesta.

—Señorita Alzamirano, vuelvo a repetir... ¿Cuántos círculos tenía el infierno de Alighieri?

—¿Nueve?

—¿Quiénes estaban dentro?

—Osea, ¿quiénes eran los castigados?

—Si, y apuesto a que no lo sabe

—Nemrod... Efialtes —sus gestos reflejaban el deseo que tenía por recordar esos nombres— Tifón...

—¡Basta! Es obvio que usted no ha prestado atención a la clase

—¿Y si no es así? ¿me quitará la beca, eh? —las palabras se escaparon de su boca

Sus ojos la miraron tan fuerte que Alex se arrepintió de lo que dijo

—Ignoraré su comentario si dice lo que cometieron aquellas personas

—Traición

—No la escuché —dijo dirigiéndose hacia ella

—Ellos fueron traidores

Hubo un profundo silencio incomodando a Alex. Sus manos sudaban. Uno.

—Responda —se estaba desesperando

—Traición. Ellos pecaron con traición —ahora todas las miradas estaban puestas en ella

—¿Qué fue lo que dijo?

Esta bien. Ella sabía que su profesora era una perra, todos lo sabían. Pero que le haga esto sólo por quedarse dormida era cruel. Dos.

—Que ellos fueron... traidores

—¡Repítalo! —sus ojos la retaban

—¡Traidores! Ellos traicionaron a sus semejantes

No sabía si le estaba tomando el pelo o algo por el estilo. Sus mejillas estaban enrojecidas y sentía que su cabeza estaba a punto de explotar.

—Sigo esperando su respuesta —la última palabra aún seguía deslizándose en el aire

Tres.

—QUE ELLOS FUERON UNOS MALDITOS TRAIDORES... ¿QUÉ COJONES QUIERE QUE LE DIGA? ELLOS TRAICIONARON Y ESA MIERDA FUE EL PECADO QUE LOS LLEVÓ AL ÚLTIMO CÍRCULO...

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Wright. La mirada de Alzamirano estaba perturbada, ella ya había perdido los estribos. Su cuerpo no le pertenecía.

—¡Traición! —dió un grito ahogado

—Otra vez

—TRAICIÓN — se perdió su mirada y arrancó un mechón de su cabello— Traición, sí... Lo puedo decir tantas veces como se me apetezca. Traición, traición, traición

—De nuevo, hasta que sepa que es lo que tiene que hacer

—Traición —ella no pudo soportar más, las punzadas en su cabeza no le permitían pensar— ¡Traición!

Damien la miraba desde una ventana, ella lo sabía por un cruce de miradas. Él estaría siempre a su lado... Siempre.

—Entonces, ¿qué harás? —Wright pensó que Alex estaba lista para hacerlo

—Traición. Traicionaré a mi familia. —su mente estaba en blanco y su mirada estaba vacía

Damien se había ido.

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